Presentación de la Semblanza de D. José Gálvez Ginachero – Ámbito Cultural «El Corte Inglés» – 26/07/2013

Como todos saben, el Dr. José Gálvez Ginachero está actualmente en proceso de beatificación. El proceso diocesano fue abierto por nuestro anterior Obispo, D. Antonio Dorado Soto, gracias a los buenos oficios de D. Francisco García Mota. Y con nuestro actual Obispo D. Jesús Catalá Ibáñez, marcha a muy buen ritmo. Especialmente el Colegio de Médicos y en particular su Presidente D. Juan José Sánchez Luque están prestando una gran colaboración, gracias también a los buenos oficios de nuestro Vocal Dr. Ángel Rodríguez Cabezas y del Dr. Miguel Gálvez Pettersen. Se están ultimando ya las testificales, y el trabajo fuerte de este año le corresponde a la Comisión Histórica, que está investigando en los archivos de Málaga y Madrid la vida y obra de D. José Gálvez.

Pero lo que quiero destacar esta tarde es que un proceso de beatificación no es algo caprichoso. La iglesia no dedica recursos, sobre todo humanos, a beatificar por el prurito de tener una especie de Cuadro de Honor como se tenía antiguamente en los colegios. La Iglesia lo que pretende es proponer y visibilizar modelos de conducta concretos, reconocibles, y sobre todo imitables según el carisma propio de cada uno.

 

A quien menos le interesa la beatificación, a quien menos le va en ello es al propio Gálvez Ginachero. Él nació en el siglo XIX y murió en el siglo XX, y ahora estimamos que forma parte de la Iglesia triunfante. Pero las personas de aquí y de ahora, los malagueños y malagueñas del siglo XXI, los que formamos la Iglesia peregrina, somos los que nos la jugamos día a día.

 

Estamos en una sociedad que va siempre por el filo de la navaja. Nuestras grandes conquistas y avances, si nos paramos a pensarlo, son muy frágiles. Y tenemos un gran déficit de valores. Se nos dice -y es cierto- que en nuestra sociedad,  más grave que la crisis económica, es la crisis de valores. Porque teóricamente la sociedad -y todos nosotros- tiene, tenemos muchos valores: democracia, igualdad, atención a los más desfavorecidos… Pero en realidad, cuando aterrizamos en el día a día enseguida observamos los síntomas de nuestra crisis.

 

Seguimos siendo egoístas, soberbios, envidiosos y tristes. Seguimos viendo al esfuerzo y al trabajo como un castigo.  Que no nos saquen, y sobre todo que nadie entre, en nuestros circuitos acomodados. Nos preocupa mucho más la posibilidad de que pueda haber una huelga de basuras a la realidad de que de hecho cada día haya gente que busque comida en la basura.

 

Por eso la iglesia nos hace ver que es posible que las personas, a pesar de nuestra debilidad, con la fuerza que sólo puede venir de Dios, encarnemos los valores –las virtudes- necesarias para sanar la sociedad y a nosotros mismos. Por eso, digo, la iglesia propone personas concretas que se nos ofrecen, como decían los clásicos, como “vidas ejemplares”.

 

Lógicamente no se propone a cualquiera. Hay muchos santos “de hecho” pero en el santoral sólo figuran los que tras una cuidadosa investigación la Iglesia considera que visibilizan con más facilidad esos modelos de vida.

 

Benedicto XVI decía que los santos son como las constelaciones que Dios nos pone en el cielo para guiarnos a Él. Y quiero insistir en que son vidas imitables, realizables también por nosotros. Los santos fueron una vez hombres y mujeres de carne y hueso, con sus problemas y preocupaciones como todos nosotros los que estamos aquí.

 

Pero ellos mantuvieron la constancia de dejarse guiar por Dios. Es decir, tuvieron fe y esperanza.

 

Y vieron que tenían de un modo u otro que darse a los demás tanto como a sí mismos. Es decir, tuvieron caridad.

 

Todos nosotros podemos y debemos ser santos, como creemos que Gálvez lo fue. Y como lo hizo él. En su trabajo, con su familia, con sus proyectos, que siempre fiaba a Dios. Cada de uno de nosotros tiene, desde ya, y durante todos los días, y en cada ocasión, hasta la más cotidiana, la opción libre de hacer las cosas como Dios quiere o como Dios no quiere. Desde una eventualidad en el tráfico hasta una cuestión con un compañero de trabajo. Desde un problema con un hijo hasta un apoyo a una ley necesaria, o una resistencia a una ley injusta.

 

Quiero destacar en Gálvez, además de en general toda una vida como pueden comprobar si leen la Semblanza, tres aspectos o cualidades concretas que a mí me llaman mucho la atención, y me invocan.

 

 

En primer lugar, la sensibilidad. No sólo como médico era muy humano, sino en general, en toda su vida, era muy sensible. Tenía una gran empatía con los que sufrían a su alrededor. Él podía haber estado muy tranquilo, un burgués, médico, y más en aquella época, «a lo suyo». Pero no era así, siempre estaba pendiente de los que sufrían a su alrededor. Pendiente por ejemplo de los niños ciegos (ahora se está restaurando un mapa en relieve que financió para que los niños ciegos pudieran estudiar geografía), de los ancianos, de sus pacientes. Pero sin descuidar a sus compañeros de profesión, sus matronas, sus maestros, o su familia. Así pues, una persona muy sensible, con mucha empatía.

 

En segundo lugar, quiero destacar que no era para nada un hombre ingenuo. A veces nos quieren hacer ver que los cristianos somos una especie de incautos, una religión de perdedores, como pensaba Nietzsche. No, Gálvez era un cristiano con un gran realismo, miraba al cielo pero tenía los pies en la tierra. En un momento dado podía ser muy astuto, como cuando intentó evitar la incautación del colegio de los jesuitas con una argucia jurídica. Así, un hombre muy realista.

 

Y, como todo lo que hay que hacer en la vida, las cosas las hacía con constancia. Esa es la tercera cualidad que me llama mucho la atención de él. Su tremenda constancia, su disciplina. Cincuenta y ocho años, día tras día en el Hospital. Visita diaria a la Virgen. Siempre, mucha regularidad. En todos sus proyectos, mucha constancia.

 

Esas virtudes que he mencionado, y otras muchas que le adornaban quedan muy bien reflejadas, dentro de esta Semblanza, en la Colección de frases que formaban parte de su Cuaderno de notas y que recomiendo vivamente, porque son pequeñas joyas que nos permiten a los lectores propósitos diarios, cotidianos. Pueden ser, insisto, de gran utilidad para nosotros, consejos, indicaciones, recordatorios para iluminar cada día desde una óptica determinada, siempre a la luz de la entrega generosa a los demás y desde la fe.

 

Y ya termino. Sólo citarles al papa Francisco, que ha dicho recientemente que es necesario que haya más santos y menos corruptos. Y también ha dicho que nos alegremos, porque la santidad se propaga.

 

Ojala que así sea.  Muchas gracias.

 

Francisco García Villalobos

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