Las píldoras dominicales del Dr. Gálvez son pequeñas anécdotas sobre su vida, aproximaciones aleatorias a su biografía, que nos pueden dar una imagen de su rica personalidad y al mismo tiempo darnos luz en nuestra realidad actual.
1.XII.2024 – Adviento
En una anotación de su puño y letra en su Cuaderno, el 29 de noviembre de 1931 Gálvez señalaba con su habitual estilo telegráfico:
“Oración 8 – Domingo I Adviento. Actos de fe frecuentes. Actos de gratitud constantes. Propósito decidido de agradar a Dios en todo.”
El Adviento es un tiempo litúrgico profundamente significativo para nosotros los cristianos, pues marca el inicio del año litúrgico y nos invita a preparar nuestros corazones para la venida de Cristo. Este período de cuatro semanas nos llama a reflexionar sobre la doble venida de Jesús: su nacimiento en la humildad de Belén, y su regreso glorioso al final de los tiempos.
Siguiendo las indicaciones que a sí mismo se hizo Gálvez hace casi 100 años, pero tan vigentes, para vivir plenamente el Adviento, es esencial prepararnos espiritualmente con “actos de fe frecuentes”. Esto implica que deberemos dedicar tiempo a la oración, la lectura de la Palabra de Dios y la participación activa en los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Reconciliación.
Además, debemos cultivar una actitud de “gratitud constante”, reconociendo los dones recibidos de Dios y respondiendo con obras de amor hacia los demás, particularmente hacia los que más lo necesiten. Este espíritu de gratitud nos abre a la gracia de vivir con mayor generosidad y humildad.
Finalmente, el Adviento nos impulsa a tomar un “propósito decidido de agradar a Dios en todo”. Esto se traduce en un esfuerzo consciente por crecer en virtud, abandonar el pecado y caminar con determinación en el camino de la santidad. Así, cada pequeño acto de amor y obediencia se convierte en una preparación para recibir a Jesús con un corazón renovado.
En definitiva, el Adviento no es para nosotros solo una espera pasiva, sino un tiempo de conversión activa, marcado por la esperanza gozosa de que Cristo viene a transformar nuestras vidas… y el mundo entero.
¡Feliz Adviento!
24.XI.2024 – Laconismo
El doctor Gálvez se distinguió siempre por su extrema parquedad en el hablar, un rasgo característico que marcó toda su vida. Desde niño fue admirado por su juicio y seriedad, pero también por la brevedad de su discurso. Como médico y figura pública, su tendencia al silencio y a expresarse con monosílabos se convirtió en una seña de identidad. Su estilo comunicativo, a menudo metafórico y elusivo, dejaba a los demás a veces la tarea de interpretar sus palabras. Esta actitud, aunque le valió algunas críticas, también le protegió de cometer errores (“en boca cerrada…”) y revelaba su intensa vida interior, marcada por la reflexión y el diálogo constante con Dios.
En ocasiones, sus respuestas concisas generaban anécdotas curiosas, como cuando el Rey Alfonso XIII le explicaba a la Reina que no sólo había visto en un viaje a Málaga a Gálvez, sino que éste incluso “le había hablado”. A pesar de ello, su fama de hombre reservado no impedía que, cuando lo requería la ocasión, demostrara su ingenio agudo y su gran capacidad de observación.
Su conducta estaba profundamente influida por su fe y su filosofía de vida, que valoraban el silencio como un medio para alcanzar la unión con Dios y cultivar la meditación. Este silencio, entendido como virtud, reflejaba su aspiración de vivir con humildad y dedicación, tanto en su labor médica como en su vida espiritual.
Hoy, las televisiones nos presentan modelos locuaces, cuando no personajes gritones e irrespetuosos en las infames tertulias que pueblan algunas cadenas. El laconismo de Gálvez parece preferible: mejor hablar poco, y así dar ocasión a escuchar a los demás; a saborear la vida; a ver la maravilla; a sentir el amor… Mejor callar, fascinados ante la Palabra.
17.XI.2024 – Bien morir
Durante la dana que azotó Málaga el pasado miércoles, una de las asociadas escribió por el grupo de WhatsApp que se encontraba en una situación algo comprometida, pues comenzaba a inundarse la planta baja de su residencia y se veía obligada a refugiarse en la más alta. Aunque la situación no parecía revestir un peligro inminente, naturalmente los que leímos el mensaje nos preocupamos. Otra de las asociadas escribió a su vez: “Nada, te quedas en la tercera y que sea lo que Dios quiera. La verdad es que hay momentos en que se desea prepararse a bien morir”.
Llama la atención este mensaje, porque aunque a priori puede generar rechazo por su aparente negatividad, nada más lejos. Era un mensaje muy positivo. Los cristianos debemos ejercitar nuestra aproximación, universal e inexorable, a la muerte. El concepto clásico de “bien morir” trata precisamente de entrenarse para afrontar con serenidad lo inevitable, preparando nuestra alma para su encuentro con Dios.
Hoy por desgracia este concepto está asociado a la eutanasia, otro de los fraudes supuestamente bienintencionados de los gobiernos mal llamados progresistas, ya que como en el aborto, su trasfondo real consiste únicamente en un repugnante cálculo económico. Sin embargo, el concepto clásico de “bien morir” es de una dignidad impresionante. Antiguamente incluso se editaban manuales para ello. Lo que hoy se considera una muerte deseable (que el fallecimiento te sorprenda mientras duermes), antes se rezaba para que no sucediese, dado que hurtaba la posibilidad de una conveniente última confesión.
El propio don Quijote, tan querido para Gálvez (él le pedía a sus nietas con frecuencia que le leyeran pasajes de esta obra magna), ya reconvertido en Alonso Quijano, afronta con tranquilidad su propio fin. Tras una vida luchando por causas perdidas, recupera la razón.
“—Yo me siento, sobrina, a punto de muerte: querría prepararla de tal modo, que diese a entender que no había sido mi vida tan mala como para dejar fama de loco; que, aunque lo he sido, no querría confirmar esta verdad en mi muerte. (…)
—Verdaderamente se muere y verdaderamente está cuerdo Alonso Quijano el Bueno.”
Nosotros tenemos la ventaja de que nuestra vida no ha sido una locura, salvo si entendemos, con orgullo, que somos unos locos por Cristo (1 Cor 4:10). Y para “bien morir”, debemos “bien vivir”, porque Dios no es Dios de muertos sino de vivos. Mientras nos quede una gota de vida, gastemos cada día en trabajar por el Reino. Realizando cada cotidiana tarea en “modo cristiano”. Así, cuando nos miremos al espejo y veamos nuestras arrugas, aunque nos embargue la melancolía también sentiremos como un contrapunto que ha valido –que está valiendo- la pena nuestro esfuerzo.
Al Dr. Gálvez, cuando ya era muy mayor (78), le pidieron una foto reciente para una revista médica. Ello al principio le resultó incómodo; él mismo lo reseñó, junto a una brevísima nota autobiográfica. «Lo que fui y lo que soy —somáticamente— se manifiesta con gráfica elocuencia en las fotografías. Lo pretérito, con su triunfante juventud, aplastará siempre a lo presente, ya caduco. Pero ¿a qué engañarse? Seré, para los demás, lo que soy; no caben disimulos. Ahí va un retrato reciente, aunque sea extraño y doloroso verme reproducido en esa efigie de manifiesta senectud.”
“Los viejos –escribía Gálvez- tienen cierta repugnancia instintiva a dar sus retratos actuales, por el desnivel que encuentran entre ellos y los pretéritos, y más todavía a dar datos biográficos que les traen a la memoria lo largo del camino recorrido y lo poco del fruto alcanzado; no obstante, venzo estas dificultades y les envío un retrato de los más recientes, con los datos personales que siguen:
Nací en Málaga, el 29 de septiembre de 1886. Hice la carrera en Granada; el Doctorado, en Madrid, asistiendo al Instituto del doctor Rubio, en el Hospital de la Princesa. Concluido el Doctorado, estuve más de un año en París, asistiendo a la clínica Baudelocque, que había fundado hacía poco tiempo el profesor Pinard. Allí conocí y traté muy de cerca a Varnier, su discípulo predilecto y colaborador de Farabeuf. En aquella época tuvo lugar el renacimiento de la sinfisiotomía, a raíz de un viaje a París de Spinelli, asistente de Morisoni, que estuvo a la moda durante unos diez años y que después ha caído tan justamente en desuso; luego pasé un año en Berlín, frecuentando las clínicas de Olshausen, Martín y Veit.
Entré en el Hospital de Málaga el 93. He pasado cincuenta años trabajando en él. Estoy jubilado hace algunos (siete), y ya decrépito y averiado de la vista, del oído y de la memoria, sólo conservo algún tacto, el indispensable para darme cuenta de que no debe olvidarse, sobre todo a estas alturas, que nuestras vidas son los ríos que van a dar en el mar, que es el morir.”
Lo largo del camino recorrido y lo poco del fruto alcanzado… Con todo lo que hizo, y el ejemplo de “buen vivir” y de «buen morir» que nos legó… ¿realmente pudo dar más?
10.XI.2024 – Valentía
Igual que afrontar el martirio, ser valiente no se improvisa. La verdadera valentía
generalmente es el resultado de experiencias, aprendizajes y una preparación emocional o
mental previa. Implica enfrentar situaciones adversas o de alto riesgo, y hacerlo de manera
consciente y decidida, lo cual rara vez surge de la nada.
Cuando Gálvez estuvo a punto de ser ejecutado en 1936 por los anarquistas, le libró su
valentía. Afrontó a sus captores, que terminaron vencidos por sus argumentos. Humanamente,
como reconoció después, al principio sintió “pánico” (sic). Pero después vio las caras de
espanto de los obreros que le veían acercarse al juicio sumario, horrorizados de que quien les
había ayudado a nacer, había curado gratuitamente a sus madres, y se había empobrecido
ayudando a sus familias, se aproximase a un inexorable paredón. La visión de sus rostros le dio
la suficiente entereza como para invertir la situación, argumentar ante sus captores, librarse
de la ejecución, y ser incluso escoltado de vuelta a su casa.
Pero esos obreros no habían surgido de la nada. Les había visto antes en el hospital y en la
clínica. En sus visitas a los barrios míseros del Bulto y el Perchel (a pie, manchándose de barro
los zapatos). En sus diarios cruces por el puente, camino de su trabajo (algún día podremos
hablar de que el Hospital Civil estaba precisamente situado, como un trastévere, en la parte
“baja” de la ciudad). Arriesgándose cada madrugada a ser asaltado por algún delincuente
profesional o algún desesperado eventual. Porque él no siempre fue con coche al Hospital, tan
sólo en los últimos años de su vida, cuando ya la edad le vencía.
No, la valentía no se improvisa. Muchas personas que realizan actos de valor han pasado por
una preparación previa. Por ejemplo, los bomberos, soldados (y los médicos) se entrenan para
actuar en situaciones peligrosas y aprenden a dominar el miedo y a manejar la presión. Este
tipo de valentía no es algo que se improvise; es resultado de un proceso de preparación
meticuloso.
Además, la valentía implica un conocimiento personal de los propios miedos y limitaciones. Al
entender y al enfrentar estos miedos a lo largo del tiempo, las personas desarrollan una
fortaleza interna que les permite tomar decisiones valerosas cuando se presenta una situación
crítica. Este autoconocimiento se adquiere con el tiempo, y no aparece de un momento a otro.
Así, podemos decir que la valentía se cultiva tras miles de actos cotidianos, en las pequeñas y
constantes acciones. Es en las pequeñas decisiones donde una persona demuestra integridad,
ante el enfrentamiento de conflictos menores o simples desafíos emocionales. Estas decisiones
acumulativas generan al hombre o la mujer un carácter que hace más probable su valor en
momentos críticos.
Es, pues, difícil improvisar la valentía: tan eventual e improbable como ser agraciado en un
sorteo. El valor genuino, constante y firme, suele estar fundamentado en una serie dilatada de
experiencias, aprendizajes, y una preparación que difícilmente puede surgir de repente.
De nuevo: muchos podrían aprender, también en este tema, de Gálvez Ginachero.
3.XI.2024 – Dimisión
Cuando ya parece que no queda más por ver, ante las calamidades ocasionadas por la dana continúan algunos políticos sorprendiéndonos con su repugnante desvergüenza, al supeditar las tragedias personales a sus réditos y conveniencias políticas. Naturalmente, de dimitir nada.
Gálvez dimitió en tres ocasiones, o por mejor decir, de tres cargos de importancia. Precisamente de los que más se le recuerda por su extraordinario hacer.
-Tras su reelección como Presidente del Colegio Médico, después de tres años como Alcalde, su actuación era puesta en entredicho por muchos compañeros, que le reclamaban que subiera los emolumentos (ciertamente exiguos) de la Beneficencia Municipal. Los médicos constituían una fracción mínima de los funcionarios. ¿Debía haber aumentado el sueldo de los médicos municipales, siendo él mismo médico? La lógica nos dice que no. Pero eso no fue comprendido por sus compañeros, treinta de los cuales promovieron una auténtica moción de censura contra él. Y Gálvez presentó su dimisión como Presidente del Colegio Médico.
-Más conocida es su dimisión como Alcalde. Tras tres años de enorme acción social, viéndose cuestionado desde Madrid por el partido amparado por Primo de Rivera, no quiso entrar en la confrontación y presentó su renuncia. A continuación, fue nombrado Alcalde Honorario de la ciudad, constando en el oficio que “puso toda su buena voluntad e inteligencia al servicio de los intereses de Málaga, sacrificándose moral y materialmente en el desempeño de su cargo”.
-También, ya durante la II República, dimitió de la dirección del Hospital Civil. Después del episodio de su detención y breve ingreso en prisión por la sanjurjada, si era considerado elemento sospechoso para el régimen republicano, aunque hubiera salido de la cárcel con toda clase de pronunciamientos favorables no debía seguir ocupando un puesto de confianza para la autoridad. La Diputación le aceptó la dimisión sin más comentario, ni una palabra de gratitud tras tantos años de trabajo en el Hospital. “Ni a los más íntimos hizo el menor comentario sobre ello, cosa no de extrañar dado lo hermético de su carácter y sobriedad de comunicación. Siguió su vida de piedad y trabajo con el habitual ritmo de siempre”.
Una persona puede y debe dimitir por:
-Razones personales: si sientes que el cargo no se alinea con tus valores, habilidades o bienestar personal, puede ser una señal de que es el momento de dar un paso atrás.
-Salud mental o física: si el estrés o la presión del trabajo están afectando tu salud, dimitir puede ser una opción válida para priorizar tu bienestar.
-Compromisos éticos: Si te enfrentas a situaciones que comprometen tus principios o ética, considerar la renuncia puede ser lo correcto.
Si Gálvez, haciendo bien las cosas, dimitió de sus principales cargos… ¿Qué no deberían hacer algunos de nuestros gobernantes?
Muchos podrían aprender, también en este tema, de Gálvez Ginachero…
27.X.2024 – Ciegos
En 1916, Gálvez, siempre sensibilizado con la formación, financió un mapa en relieve que serviría para la educación de los niños ciegos. El mapa le costó 2.000 pts. de la época. Era un dinero, porque según el I.N.E. un kilo de ternera costaba 1,82 pts., un litro de leche 0,40 pts. y un litro de aceite, 1,19 pts. Un albañil ganaba unas 6 pesetas al día, en el mejor caso (por ejemplo, en Madrid o Barcelona, porque en la mayoría de las ciudades podía ganar 2 pesetas diarias).
Con el tiempo, el mapa fue arrumbado en un colegio en la Plaza de la Constitución, y al romperse de puro vieja la mesa donde se encontraba, fue colgado de la pared. Pero también el propio mapa terminó cayendo, y hoy espera destrozado, durmiendo el sueño de los justos, su eventual restauración. Su propietaria es la Academia Malagueña de Ciencias.
Gálvez nunca dejó de tener presentes a las personas con necesidad especiales. En 1926, siendo él Alcalde, auspició la constitución del Instituto de Anormales (nombre de la época, hoy nadie usaría esa nomenclatura), Ciegos y Sordos.
El Evangelio de hoy nos narra la curación del ciego Bartimeo.
Hay con nosotros tantos ciegos y sordos, en el cuerpo o en el espíritu. Tanto por hacer y tan cortas nuestras vidas…
Desde luego, no podemos hacer milagros. Pero si nos ponemos en las manos de Dios, podemos y debemos ser una pequeña parte de las manos de Dios.
20.X.2024 – Instinto de superación
El curriculum de José Gálvez es sencillamente impresionante. Durante su vida, además de los cargos propiamente relacionados con su oficio (Director del Hospital Civil, del Hospital Noble y del Hospital Santa Cristina de Madrid, amén de dirigir su propia Clínica) llegó a ser alcalde de Málaga, presidente del Colegio de Médicos, consiliario de la Academia de San Telmo, Presidente de los Patronatos de las Escuelas del Ave María, del Asilo de los Ángeles, de la Escuela de Matronas de Madrid… Recibió múltiples condecoraciones. Era sin duda una de las personas más significadas socialmente de Málaga en su época.
La mera relación de este cúmulo de distinciones, para quien no conozca en absoluto su incesante actividad caritativa, puede resultar contradictoria con el hecho de que esté incurso en un proceso de beatificación. Porque, ¿es posible que una persona acumule honores y, al mismo tiempo, mantenga una actitud sencilla y cristiana? No es inusual que a una misma persona se le otorguen muchos títulos directivos, hasta un punto que pueda parecer desproporcionado. Si alguien demuestra tener habilidades excepcionales en su área, es probable que le confíen más responsabilidades. La trayectoria laboral y la experiencia previa pueden hacer que una persona sea vista como un líder confiable. La confianza que otros tienen en su capacidad para manejar múltiples trabajos y equipos puede llevar a su vez a la acumulación de cargos. Y luego están los resultados comprobados: si una persona ha tenido éxito en sus roles anteriores, es probable que se le asignen más tareas, y por ende más distinciones y prestigio.
Pero, ¿no es incompatible la humildad que debe caracterizar al cristiano con la acumulación de dignidades? El propio García-Herrera, primer biógrafo del hoy Siervo de Dios, se planteaba esta cuestión, que podría resultar una auténtica paradoja.
“En un momento dado, Gálvez reunía en su persona todos los cargos que podían constituirle en árbitro de la clase médica malagueña. Resulta difícil de comprender esta apetencia de puestos rectores, en un médico agobiado por la diaria tarea del ejercicio profesional, máxime cuando sabemos no ser la vanidad uno de sus flacos”.
Difícil, pero no inexplicable. Marañón en la introducción de su bello y valioso libro El Conde Duque de Olivares nos da la clave del problema. Sus certeras palabras sobre este punto son insustituibles. Dice así:
«Los libros de psicología hablan, en efecto, de un instinto de mando o de dominio, y frente a él, otro de sometimiento. Pero ambos son formas parciales del instinto, mucho más general y fuerte, de la superación. Todo ser humano, aún el más humilde y el más desesperanzado, tiene, despierto o latente, el instinto de la superación, el ansia de diferenciarse ventajosamente, según los grados de su tensión, del resto de todos los demás hombres de la tierra, de los de su país, de los de su clase y oficio, del grupo de sus amigos, de sus familiares en fin…
“De este instinto de la superación, es el de la dominación, el de poder mandar, sólo una variedad. Lo demostraría, si no fuera por sí mismo evidente, el que en muchos hombres el ansia de superar a los otros no supone, en modo alguno, el designio de mandarles.
Incluso hay formas, quizás las más altas, del espíritu de superación, que se basan en el sometimiento, como ocurre en la perfección religiosa, o en la renunciación al goce material del sabio o el filósofo, insensible a toda suerte de honores y prebendas. Otros hombres ansían el poder, pero no como fin, sino como medio, como mero instrumento para el logro de grados superiores de superación…”
Sin que ello rebaje lo más mínimo las altas cualidades morales que poseía indudablemente el doctor Gálvez, no deja de apreciarse en su conducta el instinto de superación que le dominaba. Aprovechando el cauce favorable de unas circunstancias sociales y políticas (coyuntura indispensable para su manifestación) este instinto de superación se manifiesta libremente, no con miras de provecho personal —que por otra parte no necesitaba— sino para servir unos ideales que estimaba inmejorables.
La sencillez evangélica no está necesariamente relacionada con el estatus o la posición. Alguien puede tener múltiples responsabilidades y aún así ser accesible, humilde y mantener una perspectiva centrada. De hecho, muchas personas en posiciones de liderazgo exitosas son valoradas precisamente por su capacidad de conectarse con los demás y su enfoque sencillo en la vida y el trabajo. Y frente al propio ensoberbecimiento, o como antídoto a la envidia que con frecuencia caracteriza a los que critican a las personas exitosas, siempre quedará la paciencia y el humor.
El mismo día de su nombramiento para el cargo de Director del Hospital Civil, cruzaba los pasillos de éste, acompañado de varios compañeros, que, para darle la bienvenida y enhorabuena, habían salido a su encuentro. En dirección contraria al grupo venía su predecesor en la Dirección, Ruiz de la Herranz. Es posile que le hubiera molestado la sustitución, pues es muy frecuente que nos aferremos al sillón. Se paró ante él, y con manifiesta ironía, le dedicó su parabién:
“Saludo en el doctor Gálvez, al Alcalde de Málaga, Director de la Casa de Maternidad de Santa Cristina, Presidente del Colegio Médico… desde hoy Director del Hospital Civil y… a lo mejor, la semana que viene, Obispo de Córdoba.”
Don José, impertérrito, con la sonrisa de esfinge que le caracterizaba, le respondió: “Todo pudiera suceder, con la gracia de Dios.”
Al final de la mañana, Gálvez se acercó a Ruiz de la Herranz, y cogiéndole del brazo, le dijo amablemente: “Fernando, quiero que me acompañes a rezar el Jubileo a las Reparadoras que, como tú sabes, rezo a diario en esa iglesia.”
Y caminando hacia el coche, Ruíz de la Herranz sólo pudo responderle: “Con mucho gusto Pepe, como tú quieras.”
13.X.2024 – Calles
A veces se dice que muchas personas sólo conocen de Gálvez Ginachero que es el nombre de una avenida de Málaga. Esto nos debe animar a que no sólo sea así, a que cada vez más personas conozcan la vida y obra del Dr. Gálvez. Es la responsabilidad de los asociados, así figura en nuestros Estatutos, y lo hacemos precisamente porque creemos que merece la pena que Gálvez sea cada vez más conocido, ya que su vida es -así lo consideramos- un modelo vigente que merece la pena imitar.
Pero también debemos valorar el hecho en sí, la circunstancia de que haya una amplia avenida de Málaga que ostenta su nombre.
Otorgar la denominación de una calle a un personaje famoso después de su muerte tiene varias implicaciones importantes. Obviamente es un reconocimiento y homenaje, pues reconocer su legado es muy significativo para la comunidad y sirve como un recordatorio de su impacto en la cultura, la historia o la sociedad. Las calles con nombres de personajes relevantes ayudan también a construir la identidad cultural de una ciudad, ya que reflejan los valores, la historia y las figuras que la comunidad considera importantes, lo que puede fomentar un sentido de pertenencia y orgullo local. Más aún, nombrar calles en honor a personajes históricos puede ser una herramienta educativa, dado que los transeúntes pueden aprender sobre la vida y obra de estas personas, lo que contribuye a mantener viva la memoria colectiva.
La competencia para el otorgamiento de nombres a las calles corresponde exclusivamente al Ayuntamiento. Según la Ordenanza que actualmente regula esta materia (19 de julio de 2004) las propuestas (de oficio o a instancia de parte) son estudiadas y valoradas por una Comisión Técnica presidida por el Concejal Delegado de Cultura e integrada por el director de dicha Área y técnicos municipales, siendo el Alcalde a quien le corresponde aprobar la denominación. Tienen prioridad para el nomenclátor los nombres que “merezcan ser perpetuados, principalmente los relacionados con la historia, cultura y topografía de la ciudad, y especialmente los de hijos ilustres o significados de Málaga”. La propia ordenanza señala que “se utilizará el nombre y un apellido o los dos apellidos sin nombre, debiendo ir precedidos de la profesión si ésta supone una mayor identificación (“compositor”, “doctor”, “poeta”…)”.
Así, el mero hecho de titularse con su nombre la avenida que lleva al Hospital Civil y que infinidad de veces transitó el Dr. Gálvez para traer al mundo vidas y salvarlas, tiene ya de suyo un enorme valor, pues su significado va más allá de la simple designación de un lugar: es un reconocimiento de la historia, la cultura y la identidad del hombre y de la comunidad a la que perteneció, y a la que seguirá perteneciendo perpetuamente.
Y por cierto: no sólo en Málaga hay una calle que lleva su nombre. También las hermosas localidades de Alhaurín de la Torre y Fuengirola ostentan en su callejero el nombre del Siervo de Dios.
6.X.2024 – Reliquias
En el siglo IV, San Jerónimo explicaba en su Carta a Ripparium las razones por las que se veneran las reliquias: “No rendimos culto y no adoramos por temor a hacerlo a las criaturas en vez de al Creador, pero veneramos las reliquias de los mártires para adorarle más a Él, dueño y Señor de los mártires”. Y un siglo después, San Agustín en La Ciudad de Dios dice: “Está claro que quien tiene afecto por alguien venera lo que queda de esa persona tras su muerte, no sólo su cuerpo sino partes de él e incluso cosas externas, como sus ropas. Entonces, en memoria de ellos (los santos) debemos de honrar sus reliquias, principalmente sus cuerpos, que eran templos del Espíritu Santo”.
Normalmente las reliquias se clasifican en tres categorías: primer grado, que son partes del cuerpo del santo; segundo grado, que son objetos que pertenecieron al santo; y tercer grado, que son objetos que han estado en contacto con las reliquias de primer grado.
Es verdad que a lo largo de la historia, las reliquias han suscitado controversias. Muchos las consideran una forma de superstición o mercantilismo religioso, argumentando que su veneración puede llevar a abusos. De hecho, en la Edad Media, el comercio de reliquias fue especialmente problemático, con la proliferación de falsificaciones y la explotación de la fe de los creyentes.
Pero desde un punto de vista espiritual, las reliquias tienen un significado profundo. Se consideran un vínculo tangible con lo divino y con la historia de la fe. Los creyentes vemos en ellas una forma de acercarnos a los santos, como intercesores ante Dios. La veneración de reliquias también fomenta la comunidad y la conexión con la tradición, ya que los fieles nos unimos en la celebración de la vida y el legado de aquellos que han vivido de manera ejemplar.
Está especialmente regulado en el Ritual de la consagración de un altar que no se incrustarán reliquias sobre la mesa, ni mucho menos se expondrán en ésta los relicarios. Pero sí se mantiene la costumbre de colocar bajo el altar reliquias de los mártires y otros santos. Porque “aunque todos los santos son llamados, con razón, testigos de Cristo, sin embargo, el testimonio de la sangre tiene una fuerza especial que sólo las reliquias de los mártires colocadas bajo el altar expresan en toda su integridad” (Ritual, n. 5). Desde el punto de vista litúrgico, se reproduce la visión del Apocalipsis: “Vi debajo del altar las almas de los inmolados a causa de la palabra del Dios y del testimonio que mantuvieron” (Ap. 6,9).
Además de los –pocos- objetos que conservan algunos familiares del Dr. Gálvez, son significativas sus características gafas redondas, un crucifijo que asió en sus últimos momentos, y algunos cuadernos de apuntes y notas. Los restos que hay en la cripta de la iglesia de la Victoria albergan ya sólo unos pocos huesos de aquel enérgico hombre que tanto bien hizo durante su vida terrenal, y que aún hoy nos inspira a muchos hombres y mujeres en el siglo XXI.
Precisamente -y salvando naturalmente las cautelas de la normativa canónica al respecto, que no permiten el culto público hasta que un Siervo de Dios es beatificado- la contemplación de esos objetos o restos nos permite meditar. En cómo nuestra vida se va progresivamente desgastando hasta llegar a ser prácticamente nada. En cómo personas como José Gálvez, que tanto bien hicieron, el esfuerzo y el desvelo por sus semejantes les fue erosionado sus cuerpos, pero acrisolando sus almas, y nos han dejado en la memoria el excepcional legado de su ejemplo. Ver –o tocar- lo poco que queda de su paso por la tierra no es desde luego un ejercicio de fetichismo; es sencillamente una mediación para reflexionar sobre nuestro paso por este mundo, agradecer a Dios que haya mandado buenos obreros, y animarnos a los que todavía estamos aquí a trabajar sin descanso por el Reino.
29.IX.2024 – Aniversario nacimiento
Los archivos eclesiásticos prestan un gran servicio a la sociedad civil. Como a cualquier archivo, a los de la Iglesia les cumple la doble tarea de reunir/organizar/conservar (tratamiento documental) y difundir/servir documentos (auxilio a la investigación).
Justamente la posibilidad de complementar la documentación genealógica (o incluso integrarla, para aquellas investigaciones previas a la creación de los Registros Civiles en 1871), ha permitido en muchos casos a descendientes de españoles que emigraron en su día a otros continentes la posibilidad de ejercer los derechos que la Ley de Memoria Democrática les atribuye para conseguir la nacionalidad española.
Sin embargo, este servicio no ha podido prestarse en muchos casos por la destrucción y quema de gran parte de los archivos sacramentales en 1931 y 1936.
«Todo respondía a un claro intento por desacralizar los espacios públicos, destruyendo triunfos, cruces, imágenes en las calles. Con la destrucción de las imágenes patronales se quería incidir en la concepción de un Estado laico; y con la de las imágenes cofrades, se quería evitar la catequesis plástica de la Semana Santa. Y quemando los archivos se quería borrar la historia, para empezar de cero» (Jiménez Guerrero)
Sin embargo, providencialmente uno de los poquísimos archivos que se salvó en Málaga fue el de la iglesia del Sagrario. Y allí precisamente está la partida de bautismo de Gálvez, gracias a la cual podemos saber con certeza no sólo el día y hora de su nacimiento, sino los datos de sus padres y abuelos (por cierto, basta examinar este documento para advertir que su familia paterna tiene origen en Lucena y no en la Rioja, como erróneamente señalaban los primeros biógrafos de Gálvez, y aún hoy circula por algunas fuentes).
Aquí os transcribo el texto:
“José Gálvez. En la ciudad de Málaga provincia y Obispado de la misma, en siete de octubre de mil ochocientos sesenta y seis: yo D. Rafael Díaz teniente encargado en el Curato de la Parroquia del Sagrario de esta Santa Yglesia bauticé solemnemente a un niño que nació el veinte y nueve de Setiembre anterior a las diez y media de su noche: hijo legítimo de Don Jose Gálvez del Comercio y de Dª Maria del Carmen Ginachero naturales de esta: Abuelos Paternos Don José y Dª Teresa Andújar naturales él de Lucena y ella de esta; y Maternos D. Carlos y Doña Angustias Vulpius naturales de esta; al cual puse los nombres de Jose Maria Carlos Luis Gonzaga Miguel de Santa Teresa: no han tenido otro hijo de este nombre. Fueron sus Padrinos los Abuelos Maternos a quienes advertí su obligación y parentesco y testigos D. Juan y Eduardo Téllez de esta vecindad doy fe. Rafael Díaz”
¡Feliz aniversario!
22.IX.2024 – María, Auxilio de los cristianos
Ayer 21 de septiembre, durante la procesión triunfal de María Auxiliadora con motivo del 125 aniversario de la presencia salesiana en Málaga, la Cofradía del Amor erigió un altar efímero en honor de Gálvez Ginachero. Fue un momento solemne y emotivo, en el que bajo la imagen de la Virgen de la Victoria se rezó por su pronta beatificación. Los hijos de los cofrades, incluyendo los del Hermano Mayor, Álvaro Guardiola, repartieron estampas y libritos de Gálvez a los asistentes a la procesión . Allí se unían dos vínculos muy importantes para Gálvez: esta querida Cofradía, de la que era Hermano Mayor Honorario, y la popular advocación mariana.
Se sabe que durante la guerra civil en Málaga, Gálvez iba a dormir al Hospital Provincial, aconsejado por sus compañeros, en evitación de cualquier detención o funesto tropiezo. Todas las tardes, al anochecer, se le veía llegar, a pie, al Hospital, portando una pequeña maleta o neceser, donde guardaba los útiles de aseo y un pijama. Pero también escondía en ella un precioso tesoro, que jamás se separó de él: un cuadrito con la efigie de María Auxiliadora.
“Junto a la mayor devoción a Jesús Sacramentado, era el amor a la Santa Madre su afecto preferido. Rada vez dejó la visita diaria a María Auxiliadora que se venera en la iglesia de los Salesianos, en sus escuelas de San Bartolomé, de cuyo Patronato fue muchos años Presidente y siempre decidido protector de la obra.” (García-Herrera)
Por los extraños giros de la vida, el santuario en Málaga de María Auxiliadora (la primera Virgen coronada canónicamente en España -1907- y la cuarta en el mundo), desde julio de 1936 hasta febrero de 1937 fue convertido en centro de detención de la Federación Anarquista Ibérica. Y precisamente allí llevaron en agosto de 1936 detenido a D. José Gálvez. Esta vez, no para rezar, sino para enfrentarse al interrogatorio al que fue sometido por los milicianos anarquistas.
¿Qué cruzó por la mente del Dr. Gálvez en aquellos momentos? Él mismo lo relató unos meses después. Contó que al principio, mientras le conducían, sintió “pánico”. Pero que al ver las caras de espanto de los obreros que le veían llegar, que le conocían y le querían, se tranquilizó. Viéndose preso, con seguridad se encomendó a María Auxiliadora. ¿Le inspiró ella su contestación al interrogatorio que le practicaron, cuando le llamaron “burgués parásito”?
-«Llevo ya cuarenta años trabajando en mi profesión, procurando atender a todo el mundo, y principalmente a los obreros. Vosotros lo sabéis bien. Y vosotros mismos, estoy seguro que no habéis trabajado tanto por servir al pueblo como yo, porque entre los domingos, los días de fiesta, la jornada de ocho o menos horas y las huelgas que con frecuencia tenéis, es bien poco lo que trabajáis al año. En cambio yo, como todos los médicos, trabajamos diariamente, sin tener horas de jornada, sin percibir horas extraordinarias y sin descansar los domingos ni días festivos».
Sabemos el final de esa historia: Gálvez fue liberado, e incluso escoltado por los propios milicianos a su domicilio.
Pero la imagen de María Auxiliadora, aquella Virgen coronada en 1907, ya había sido arrojada al fuego.
En la imagen que la sustituyó, la actual, obra del imaginero José Navas Parejo, siguiendo la representación matriz de Turín, la Virgen está de pie, con Jesús sostenido en su mano izquierda y el cetro (símbolo de realeza) en la derecha. María, con gran dulzura en su mirada, esboza una sonrisa, y muestra en sus ropajes tres grandes medallones en los que se representan a San Francisco de Sales, San Juan Bosco y San José.
Esta imagen fue donada precisamente por Gálvez, siendo madrina de honor su hija María Carmen, que pocos meses después enviudaría de Joaquín García Morato.
Tras la bendición, el 24 de mayo de 1938 en la Iglesia de la Merced, el entonces director de la Casa Salesiana, Manuel Reverendo, se volvió al pueblo y exclamó: “¡Tomadla, es vuestra! Ha salido de vuestras manos, y a ellas vuelve”.
15.IX.2024 – Los otros Premios Gálvez
Cuando Gálvez cumplió 80 años, la Diputación Provincial quiso honrarle creando el «Premio Gálvez Ginachero». Y en efecto, en sesión del 5 de octubre de 1946, se acordó que se otorgaría «al mejor trabajo inédito, sobre tema libre y sin medida, que se presenten a la convocatoria del mismo por médicos que realicen sus prácticas durante un plazo mínimo de tres meses en cualquiera de los hospitales de la capital o provincia, como medio de estimular la capacitación y estudio de las nuevas generaciones facultativas.»
El premio respondía «al deseo de la Corporación de rendir homenaje permanente al Excmo. Sr. D. José Gálvez Ginachero, Director de nuestro Hospital Civil Provincial, “el más viejo de sus servidores”, según su propia frase; caballero cristiano, altruista y trabajador infatigable, cuyos servicios nunca podremos recompensar, ya que todo cuanto le ofrezcamos será insignificante ante sus merecimientos. Quede, pues, nuestro acuerdo, simplemente, como una prueba de gratitud.»
El “Premio Gálvez Ginachero” 1946 se otorgó al doctor don Antonio Padilla Villalobos, por su trabajo “Valoración de los distintos medios exploratorios en el diagnóstico de las lesiones valvulares mitrales”. En 1948 correspondió a don Enrique Calero Villarreal, por su “Exploración funcional del pulmón”. Y en 1950 se otorgó a don Antonio Vázquez Correa, por su tesis sobre “La movilización del agua del medio interno en los estados patológicos”.
Pasaron los años. Abierto el proceso de beatificación, el Colegio Oficial de Médicos y la Asociación Pro-Beatificación Gálvez Ginachero firmaron en 2018 un Convenio para crear unos premios que «distinguirán y reconocerán públicamente la labor y el compromiso tanto de profesionales como de entidades, que promuevan y defiendan los valores que inspiraron la vida del Dr. Gálvez Ginachero. Estos Premios tendrán carácter honorifico y serán entregados con carácter anual en un acto que organizarán conjuntamente el Colegio y la Asociación, siempre en una fecha próxima al
aniversario del nacimiento del Dr. Gálvez, el 29 de Septiembre.»
En el mismo Convenio se acordó «instituir tres categorías de Premios, relacionados cada uno de ellos con las tres vertientes mas significativa de la vida pública de Gálvez: 1.- Premio a un médico perteneciente al Colegio de Médicos de Málaga, con una dilatada trayectoria profesional, abnegada y entregada al servicio del colectivo malagueño; 2.- Premio a una Institución o persona física que haya realizado en la provincia de Málaga un proyecto relevante de servicio público, relacionado con la promoción de valores humanos, actuaciones en defensa de los derechos de los
colectivos más desfavorecidos, etc.; 3.- Premio a una Entidad o persona física que haya realizado dentro del ámbito pedagógico de nuestra ciudad, un proyecto educativo-social destacado.»
Así, hoy los Premios Gálvez cobran otro sentido que aquellos primeros: ahora se trata de visibilizar a personas e instituciones que han destacado en sus respectivas trayectorias vitales y profesionales, y son un ejemplo de los valores y las virtudes que Gálvez Ginachero testimonió durante toda su vida: abnegación en el trabajo, sacrificio, atención a los más débiles, preferencia por los pobres, promoción de los valores, de la educación y la cultura, respeto por la vida humana, etc.
Todos estos valores los han realizado y los realizan de un modo excelente los que hasta ahora han sido premiados; por eso, realmente ellos son nuestro premio: nosotros somos los premiados con su ejemplo de vida, con su testimonio diario.
Y por lo tanto,
Cristina Cobos Simó
Antonia Hidalgo Pérez
Carlos Vara Thorbek
José María Porta Tovar
(I Premios 2019)
Hna. Juana María Ruz Tapias H.C.
Keli Majarí – Patxi Velasco «Fano»
Juana Ledesma Albarrán
(II Premios 2022)
Asociación Sierra de las Nieves
Asociación Mundo Roto – Unai Quirós
Juan Bautista Torres Sierra
(III Premios 2023)
Asociación Altamar
Movimiento contra la Intolerancia
Javier Romero Gómez
Isabel Medina Baquerizo
(IV Premios 2024)
a todos y cada uno ¡muchísimas gracias!
8.IX.2024 – Virgen de la Victoria
Hoy 8 de septiembre conmemoramos la festividad de la Virgen de la Victoria, patrona de Málaga y de su diócesis (la cual incluye Melilla).
Es sabido que, según la tradición, la imagen de la Virgen fue un regalo que le hizo Maximiliano de Austria al rey Fernando el Católico. El rey ubicó la imagen en su oratorio de campaña, y una noche soñó que le concedía la victoria en la conquista de Málaga. A causa de ello, los Reyes Católicos decidieron que una de las imágenes que donarían a nuestra ciudad se titularía Santa María de la Victoria y recibiría culto en una ermita que se construyó en el lugar donde el rey había tenido su campamento y el sueño revelador, la “hermita de Nuestra Señora de la Bitoria”. Está ermita se ubicaba en el lugar del actual Santuario.
Esta Virgen representa por tanto la victoria cristiana sobre el dominio musulmán, y la fundación de la Málaga cristiana. Es un icono de la identidad malagueña y un punto de encuentro para los fieles de nuestra ciudad, de la que es oficialmente patrona desde 1867, bajo el pontificado de Pío IX.
La hermandad que le da culto tiene sus antecedentes en 1855, cuando se creó una Asociación de Señoras bajo la advocación de la Virgen de la Victoria. Pero sería en 1875 cuando un grupo de devotos decidió redactar unos estatutos, que fueron aprobados por el entonces Obispo D. Esteban José Pérez y Martínez.
Designaron a Gálvez Ginachero Hermano Mayor Honorario en 1920, por su “reconocida piedad y prestigio social”. Y en 2006, siendo José Atencia Hermano Mayor, se adhirieron a la causa de beatificación, “para que se pueda conseguir que la Iglesia reconozca sus virtudes ejemplares y pueda proclamarlo beato”.
Una coincidencia: el Niño Jesús que porta la Virgen es obra del escultor Adrián Risueño, realizada ex profeso en 1943 para la Coronación Canónica de Santa María de la Victoria; se trata del mismo escultor que hizo los bustos gemelos de Gálvez que están en los jardines de la Catedral y en el Hospital Civil.
Ojalá que la Virgen, con su “omnipotencia suplicante”, vea con buenos ojos la beatificación de nuestro Siervo de Dios.
1.IX.2024 – Diaconisas
En 1931, tras el advenimiento de la República, muchas cosas cambiaron en España. A nivel municipal, el Hospital Noble, regido hasta entonces por la Junta de Damas, que actuaba como un Patronato, fue incautado por el gobierno municipal. Naturalmente, las Hijas de la Caridad, fidelísimas compañeras del Dr. Gálvez en todos los centros hospitalarios públicos y privados en que trabajó, fueron calificadas por él de “insustituibles”. Como el texto de este artículo es extenso y todo él interesante, lo damos por reproducido. De hecho trataremos en otra píldora las óptimas referencias a las Hijas de la Caridad. Pero hoy nos vamos a fijar en la alusión a las “diaconesas”.
Naturalmente, Gálvez, fallecido en 1952, a pesar de sus buenas relaciones con la jerarquía católica y de la sutil influencia que debió ejercer en algunos aspectos de la nuestra Iglesia particular, vivió en una época en la que los seglares tenían una posición meramente pasiva. Hoy, con todo un Concilio Vaticano de por medio, y embarcados en el Sínodo para la Sinodalidad, no está de más reflexionar algo sobre el papel actual de las mujeres en la Iglesia.
Es evidente la presencia absolutamente mayoritaria de las mujeres en nuestras parroquias. De hecho, hay algunas iglesias donde prácticamente la única figura masculina es el párroco. Catequistas, camareras de la Virgen, miembros de los consejos pastorales y económicos, visitadoras de enfermos, sacristanas, ministras extraordinarias de la Comunión, personas idóneas en Hospitales (asimiladas a los capellanes, pero obviamente sin función sacramental) archiveras, voluntarias de la limpieza y las flores… Un ejército de mujeres ayuda al sacerdote, hasta el punto que, sin ellas, literalmente, no se podrían abrir muchos templos. Ello sin hablar de su función eficacísima -y casi exclusiva- como transmisoras de la fe en las familias.
Sin ánimo de polémica, y siempre en comunión, pero con la misma apertura a la renovación y a la valoración de las mujeres que caracterizó a Gálvez… ¿No conviene replantear el papel de la mujer en la Iglesia Católica?
La referencia del artículo a las diaconisas, presentes entre los protestantes, puede traerse a colación.
La posibilidad de que haya diaconisas también en la Iglesia Católica ha sido objeto de discusión y estudio durante muchos años.
A lo largo de la historia de la Iglesia, hay evidencia de mujeres que desempeñaron funciones similares a las de los diáconos, conocidas como diaconisas, especialmente en las primeras comunidades cristianas. Sin embargo, estas funciones fueron diferentes a las del diaconado masculino, ya que las diaconisas no recibían la misma ordenación sacramental que los diáconos varones.
En tiempos recientes, el Papa Francisco ha mostrado interés en este tema. En 2016, estableció una comisión para estudiar el papel histórico de las diaconisas en la Iglesia primitiva. En 2020, se formó una segunda comisión para continuar investigando la posibilidad del diaconado femenino. Aunque no se ha llegado a una conclusión definitiva, estos movimientos sugieren una apertura a discutir el papel de las mujeres en la Iglesia y su posible inclusión en el diaconado.
El debate actual se centra en si el papel de las diaconisas en la Iglesia primitiva era un “ministerio” asimilable al de los diáconos varones o si se trataba de una función diferente. También se discuten las implicaciones teológicas y pastorales de permitir que las mujeres fuesen ordenadas como diaconisas en el contexto actual de la Iglesia.
Por tanto, aunque no se ha tomado una decisión definitiva sobre la ordenación de diaconisas en la Iglesia Católica, este pontificado ha mostrado un interés renovado en explorar esta posibilidad y considerar nuevas formas de participación en los ministerios.
Sea por esta vía o por otras, sí parece fundamental reexaminar el papel de las mujeres en la Iglesia. El debate está abierto… ¿Qué diría Gálvez?
25.VIII.2024 – Expo 1924
Hasta que Gálvez fue alcalde, la feria de agosto, como el resto de las iniciativas que buscaban impulsar la economía y el turismo de Málaga, dependían en gran medida de la iniciativa privada. Sin embargo, durante su mandato se culminó el proceso de “municipalización” de los festejos, que dura hasta nuestros días.
Gálvez fue nombrado alcalde el 3 de octubre de 1923. Para su corporación, la feria de 1924 debía ser un atractivo turístico, motor económico y escaparate de las bondades de nuestra ciudad. Seguían el objetivo de los años anteriores, como se demuestra en el cartel de la feria de 1922, que rezaba: “deliciosa temperatura, lujosos balnearios, teatros, bailes, conciertos, magníficas corridas de toros, atracciones. Decida su viaje y venga a Málaga, donde le irá muy bien”.
Para realzar aún más la renovada pujanza de Málaga, aquel mismo año se organizó, aneja a la Feria, una gran Exposición y Feria de Muestras sobre Trabajo, Historia y Arte. Se desplegó en los solares colindantes con el Ayuntamiento, donde hoy están el Banco de España y los jardines de Pedro Luis Alonso. Los pabellones estaban dedicados a las Bellas Artes, a las Plantas y Flores, los Productos Agrícolas, la Industria, etc., además de un teatro y un cortijo andaluz fielmente reproducido.
El catálogo oficial de la Exposición agradecía su gestión al “sabio doctor Gálvez, Alcalde queridísimo de la ciudad, que dio cuantas facilidades requirió el altruista propósito”. Y reproducía su brindis inaugural “sencillo y persuasivo, sin artificios retóricos, que sintetizó el pensamiento de los malagueños amantes de su cuna.”
“—Con este unánime concurso de voluntades entusiastas—dijo el ilustre médico—y no obstante la heterogeneidad de los elementos concitados, se ha podido realizar para Málaga una obra tan hermosa como difícil.”
Lo más significativo es que la magna Exposición se montó en un tiempo record, como la propia cartela-azulejo del arco de acceso a los pabellones reconocía: “La Exposición de Málaga se inauguró la noche del 17 de agosto de 1924. El 26 de julio, día en que comenzaron las obras, este recinto era un solar.”
Pero todo es posible con ánimo decidido y visión clara de los objetivos. Juan Valera comparaba el espíritu de los habitantes de Málaga con el carácter de su río. El Guadalmedina, “no siendo sino un arroyo que ni al mar llega muchas veces, sorbido por sus propias arenas, tiene ocasiones de gran río, se hincha con aguas torrenciales que bajan de los montes devastadoras, y arrasa las confiadas riberas Esta semejanza es notoria si atendemos a nuestra psiquis, por lo general indolente, pero a quien basta un leve estímulo, la voluntad de un hombre solo, para sacudir la pereza y realizar grandes esfuerzos con impulso torrencial.”
Sin duda, para los hombres y mujeres de la Asociación Gálvez Ginachero, el modelo del Siervo de Dios nos anima a no arredrarnos ante ninguna dificultad, y a soñar cualquier empresa, siempre y cuando ésta sea “a mayor gloria de Dios”.
18.VIII.2024 – Contagiados
Carmen Eugenia, asociada activa y comprometida, suele informarnos de los santos de cada día, las solemnidades y los patronazgos. Y anteayer, 16 de agosto, nos explicaba que San Roque es el patrón de los contagiados por las epidemias.
San Roque nació en Montpelier, en 1350. Tras quedar huérfano, entregó sus bienes a hospitales y pobres y se hizo peregrino. Camino de Roma, pasó por Acquapendente, hoy un bello centro de interés turístico pero que en aquel momento estaba asolado por la peste. En lugar de evitar la ciudad, hizo escala en ella y se dedicó a cuidar a los enfermos. Y cuando la plaga remitió, marchó a ayudar a Cesena, al saber que allí había surgido también un brote. Llegado por fin a Roma, igualmente devastada, terminó contagiándose el mismo, por lo que decidió retirarse a un bosque para evitar transmitir la enfermedad a nadie. En él sobrevivió gracias a un perro que le traía cada día un trozo de pan que hurtaba a su dueño. Aunque sobrevivió a esta terrible enfermedad, de regreso a su ciudad natal San Roque fue encarcelado en Vhogera (Lombardía) acusado de espionaje, falleciendo en una celda tras cinco años de penalidades, con sólo 32 años de edad.
Desgraciadamente, la terrible epidemia de la peste se mantuvo a lo largo de los siglos. En marzo de 1923, la prensa malagueña denunció la aparición de un grave brote de peste bubónica en nuestra ciudad. Las autoridades eran conocedoras del tema, pero ocultaron esta información y trataron por todos los medios de silenciar la noticia, temiendo las terribles consecuencias económicas que la declaración oficial de la enfermedad acarrearían a Málaga. Finalmente, las autoridades sanitarias gubernativas actuaron y la ciudad, y, lo que era aún más grave, el puerto, fueron declarados “sucios”. Esta declaración conllevaba el inmediato cierre del acceso marítimo de las mercancías, paralizando el comercio. Finalmente, desde el Gobierno Civil, en abril de 1923, se iniciaron las oportunas campañas sanitarias, y se obligó al Ayuntamiento a la declaración oficial de la peste en Málaga. En octubre de 1923, mes en el cual José Gálvez Ginachero fue nombrado alcalde, la sombra de esta terrible plaga todavía se cernía sobre la ciudad. Y aunque la epidemia se erradicó, la paralización del tráfico marítimo dejó en una situación angustiosa a la capital.
Es evidente que una de las razones para la elección de Gálvez como alcalde, y la aprobación entusiasta de su nombramiento por todas las clases sociales, fue su decidida (y en muchas ocasiones heroica) actuación en las sucesivas epidemias que asolaron Málaga a fines del siglo XIX y principios del XX (señaladamente el cólera y la gripe). El propio gobernador General Cano, representante del Directorio, decía en un telegrama fechado el 7 de octubre de 1923 al subsecretario de la Gobernación que “el sacrificio hecho por el doctor Gálvez, de aceptar con el beneplácito de Málaga entera la alcaldía, debe inspirar la confianza en la sanidad en esta capital”. Y ciertamente, durante sus tres años como alcalde, hasta su dimisión en 1926, José Gálvez orientó con todas sus fuerzas la política municipal a una labor social sin precedentes: intervención decidida en las condiciones higiénico-sanitarias, particularmente con la canalización de las aguas y el alcantarillado; mejora global de los establecimientos hospitalarios de Málaga, y creación de otros nuevos; intensas campañas de vacunación; construcción de barriadas de protección oficial (entre otras la “ciudad jardín”); y en general cuantas acciones dictaban su ciencia y su conciencia para cuidar la salud de sus connvecinos. Gálvez Ginachero había heredado una ciudad llena de miseria social y económica, sin confianza en sí misma y con gran temor por el inmediato futuro; y en vez de ensimismarse en ideologías o favorecer a los de su propia clase social (sin hablar de las donaciones que realizó para diversas acciones municipales, en lugar de lucrarse), trató de crear un municipio más solidario, y tuvo la valentía de afrontar los problemas desde su raíz: invirtiendo grandes sumas para el bienestar de los malagueños, y dotando a los pobres y desfavorecidos de las más elementales infraestructuras sanitarias.
Hace pocos años sufrimos la epidemia del coronavirus. Hoy se habla de la veloz difusión de la viruela del mono. Epidemias, por desgracia, ha habido y seguirá habiendo. Pero también, gracias a Dios, hombres y mujeres valientes que con riesgo incluso de sus vidas seguirán luchando contra ellas. Los distantes en el tiempo modelos de San Roque y del Siervo de Dios Gálvez Ginachero, se reproducen en las acciones esforzadas del personal sanitario que atiende en todo el mundo a los enfermos hasta la extenuación. Nuestra gratitud y nuestra oración para que Dios les aliente en su tarea. Y ojalá que sus respectivos ejemplos de entrega abnegada a los hermanos enfermos sean verdaderamente contagiosos.
11.VIII.2024 – Turismo y deporte
Las fechas estivales son una excelente ocasión para, teniendo ocasión y medios, realizar deporte y hacer turismo. No me consta que Gálvez practicara ninguna de estas aficiones (aunque sí era proverbial su gimnasia diaria, rutina que no abandonó ni siquiera cuando estuvo preso). Sin embargo, unió ambas en su etapa de alcalde, y fue a través del golf.
Para situarnos, tenemos que recordar que a principios del siglo XX existía en Málaga un incipiente turismo «aristocrático», limitado sólo a algunas familias pudientes que alquilaban villas para disfrutar de nuestro benigno invierno; y, con menor trascendencia aún, unos visitantes más «populares» que durante el verano ocupaban pensiones y fondas para tomar unos baños o acudir a los festejos de agosto.
Para alimentar este raquítico turismo, y ante la falta de iniciativa municipal, en 1910 empresarios y comerciantes malagueños constituyeron (como también pasó en otras ciudades españolas) el Sindicato de Iniciativas y Propaganda, con el objetivo de intentar convertir a nuestra ciudad en un destino vacacional de primer orden.
Durante los años siguientes, este Sindicato fue realizando su labor con mayor o menor fortuna. Porque si es cierto que nuestro clima es y ha sido siempre envidiable, la situación higiénico-sanitaria de aquella época dejaba mucho que desear: la salubridad se encontraba en una situación a veces incluso alarmante por la falta de conducciones generalizadas de agua potable y un alcantarillado eficaz.
Como sabemos, la labor de Gálvez como alcalde en estas materias fue muy vigorosa, sobre todo tras la época de las «grandes reformas». Con esta progresiva mejora del municipio, más y más turistas comenzaron a venir, incluso desde el extranjero. Quizás por los contactos de Gálvez con la familia real española, incluso Beatriz de Battenberg, madre de la reina Victoria Eugenia (y tatarabuela de nuestro actual rey Felipe VI) se hizo una veraneante asidua, viajando cada año desde su neblinoso Londres hasta nuestra ciudad, alojándose cada febrero en el Hotel Miramar.
Beatriz sugirió –y el Sindicato de Iniciativas rápidamente acogió la idea- la creación en Málaga de un club de golf. Y en efecto, en 1926, en el Ayuntamiento de Málaga se celebró una reunión a fin de constituir una Sociedad de golf con miras al fomento del turismo y el interés general del municipio. El Reglamento de dicha Sociedad, denominada “Málaga Golf Club”, fue aprobado por el Gobierno Civil el día 24 de abril de dicho año, quedando así constituido con esta primera Junta Directiva:
Presidente: José Gálvez Ginachero
Vicepresidente: Luis Fernández de Villavicencio y Crooke
Secretario: Joaquín García de Toledo y Clemens
Tesorero: Enrique Van Dulken Nagel
Vocales: José Alvarez Gómez, Francisco Crooke Campos, Enrique Mac Bride, Marqués de Valdecañas. Cecilio Harris y Cristián Heierle.
Cumplida su función coordinadora e impulsora, Gálvez dimitió en 1927, y fue elegido nuevo Presidente Luis Fernández de Villavicencio, pasando a ocupar la Vicepresidencia el Marqués de Valdecañas. “Málaga Golf Club” procedió entonces a la compra de los primeros terrenos (44 hectáreas) para el campo de golf en la vega del término de Churriana, entre Málaga y Torremolinos.
La propia reina Victoria Eugenia aportó para el diseño el nombre de uno de los más famosos arquitectos de campos de golf del mundo, Harry S. Colt. Y después de dos años de papeleo, en 1929 se colocó la primera piedra de lo que sería el actual Real Club de Campo Málaga. Se trataba del primer campo de golf de Andalucía, y el tercero de nuestro país. El resto es (más) historia.
Hoy (quién se lo diría a los empresarios y comerciantes de la época de Gálvez), hay algunos actitudes y comentarios de turismofobia. Ciertamente, Málaga se ha masificado, el aluvión de cruceristas es incómodo, y la vivienda vacacional está tensionando el precio del alquiler de un modo -por decirlo suavemente- inaceptable. Pero con seguridad una política seria y responsable en materia de vivienda, con especial atención a los jóvenes, lo podría solucionar. Lástima que muchos políticos sólo se dediquen a hacer malabarismos para evitar que los muevan de la silla. Quizás podrían tomar ejemplo de la gestión de tantos que no han sido políticos profesionales -como el caso de José Gálvez-, pero se han preocupado realmente por los ciudadanos, y no por mantenerse a toda costa en sus escaños.
Así que, como muchas veces diría Gálvez, “mens sana in corpore sano”. Y como sin duda suscribiría: “al turista, una sonrisa”.
4.VIII.2024 – Abiertos por vacaciones
Pienso que la santidad es sobre todo cuestión de fuerza y resistencia. La conciencia ya la tenemos «preinstalada» (basta con no dejar que se embote con el tiempo, los vicios, etc.); de manera que se trata simplemente de hacer lo que debemos hacer en cada momento. Trabajo continuado, constante, tenaz.
Otra cosa, evidentemente, es cumplirlo (Rom. 7,19). Igual que sabemos qué hábitos son saludables pero nos vence tantas veces la tentación, en muchas ocasiones es simple desidia lo que nos aleja de la santidad. De hecho, me parece que están muy conectadas la pereza y la falta de fe: si no creemos en nuestro propósito, fácilmente nos dejaremos arrastrar por la desidia. Un laico, o un sacerdote, pasivos en sus obligaciones, tareas, funciones, demuestra simplemente que no cree lo bastante como para que la chispa de Dios encienda la bujía de su impulso a hacer el bien. A partir de ahí, todos son pecados de omisión (para mí los más peligrosos, porque pueden pasar más desapercibidos).
El primer biógrafo de Gálvez Ginachero, Gustavo García-Herrera, escribió:
«Nunca estimó Gálvez el trabajo como sanción divina por el pecado original. Más bien lo consideraba como una bendición, pues era camino fácil para la práctica de la caridad.
Fue el trabajo para don José venero de paz, salud y virtudes. Y siendo de enorme cuantía el que desarrolló, ya puede calibrarse cuáles fueron sus frutos. Sólo en el Hospital Provincial los libros registro acusan la cifra de 150.000 mujeres asistidas durante su vida activa profesional en ese centro; Únase a ello una cifra aproximada de 75.000 en su clientela particular y Hospital Noble, y otra que no tengo datos para evaluar, durante los catorce años de su actuación en la casa de salud de Santa Cristina, en Madrid, calculada por bajo en 15.000, dan un total de 240.000 enfermas entre consultas y operaciones. Número excepcionalmente alcanzado por un profesional de la medicina.
Y esta partida se refiere solamente al trabajó como médico. Si a ello sumamos los cargos que ostentó y las actividades en que intervino, cabría decir que no supo jamás, durante su dilatada vida, lo que era el descanso. A título de curiosidad, enumeraremos las que me han sido dable conocer, aunque no guarden orden cronológico alguno.
Director del Hospital Civil Provincial.
Decano de la Beneficencia Provincial.
Médico de número del Hospital Civil y Jefe de las Clínicas de Obstetricia y Ginecología.
Fundador y mantenedor de la Maternidad Provincial.
Creador de la Escuela de Matronas de Málaga y Director de ella.
Director del Hospital Noble.
Presidente del Colegio Médico.
Presidente de Honor de la Asociación Nacional de Beneficencia Provincial.
Director de la Casa de Maternidad de Santa Cristina de Madrid.
Alcalde de Málaga.
Presidente de la Adoración Nocturna.
Presidente de la Junta Diocesana de Acción Católica.
Fundador de las Escuelas del Ave María, donando con su señora terreno y casa para las mismas, y Presidente del Patronato de ellas hasta su muerte.
Protector del Asilo de los Ángeles y Presidente de su Patronato y de las Escuelas de-San Bartolomé.
Presidente del Consejo de Conferencias de San Vicente de Paul.
Vocal del Patronato del Tribunal Tutelar de Menores.
Vocal cooperador de la Cámara Oficial de la Propiedad Urbana.
Vocal, Teniente hermano mayor de la Hermandad Médico-Farmacéutica de San Cosme y San Damián, y desde 1944 hasta su muerte Hermano Mayor honorario.
Bienhechor del Seminario Diocesano.
Limosnero oculto de los Conventos de Clausura más necesitados.
Basta superponer esta panorámica visión de actividades a lo largo de su vida, sobre el patrón diario que tenía trazado, y fácilmente se puede colegir qué incesante jomada de trabajo llevó, sin la menor concesión al recreo personal, y menos aún al descanso. Por estos datos admitimos como ciertos los malintencionados comentarios de algunos beocios que le sorprendieron en cierta sesión del pleno del Ayuntamiento, siendo alcalde, dando cabezadas.»
Así que, quien pueda, de vacaciones; pero siempre abiertos: a la vida, al próximo, al perdón…
“Bendito sea el Señor, que al darnos el trabajo como castigo, nos dio con él abundancia, paz, holgura, salud y virtudes.» (Antonio Aparisi)
28.VII.2024 – Papá abuelo
La actividad frenética de Gálvez en tantos ámbitos diferentes no le impidió desarrollar su faceta de padre y abuelo cariñoso, como se pone de manifiesto en esta sencilla carta. Tenía ya 81 años. Él mismo se reconoce en la firma, tal como le denominaban sus nietas, «papa-abuelo». Pudo hacer la doble función porque su corazón era tan grande que le daba para ejercer como abuelo (relativamente sencillo) y supliendo en todo lo posible la figura paterna ante el prematuro fallecimiento de sus dos yernos (bastante más complicado).
«7.VIII. 47 – Mis queridas nietecitas: con vuestra última he tenido el gusto de saber que la temporada se va deslizando con gran éxito para Vdes. y que volverán fuertes y contentas y llenas de gratos recuerdos, de la vida en el Escorial y de las bellísimas excursiones que les ha proporcionado la inteligente solicitud de esas buenas madres. La vuestra está como siempre atareadísima con la solución de los mil problemas de la vida doméstica que no sólo se limita al gobierno de la casa sino que se complica además con los baños, las visitas, las cartas, las obras de albañilería, las conferencias con el arquitecto, las excursiones higiénicas, &c &c. &c. – Pero es lo cierto que si se comparan estas temperaturas con las del resto de España y el aire seco y ardiente de Córdoba y Sevilla con las brisas del mar de que aquí disfrutamos resulta una enorme ventaja a nuestro favor. – Parece que Pilarín es la que más partido saca de la temporada de playa: toma cuatro o seis baños todas las mañanas y aún le queda tiempo para jugar con sus compañeras y para merendar un par de veces antes de la comida. – Os abraza con mucho cariño – Papá Abuelo».
Hoy, domingo más cercano a San Joaquín y Santa Ana, se celebra la IV Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores, propuesta por el papa Francisco bajo el lema «En la vejez no me abandones».
«Dios nunca abandona a sus hijos. Ni siquiera cuando la edad avanza y las fuerzas flaquean, cuando aparecen las canas y el estatus social decae, cuando la vida se vuelve menos productiva y corre el peligro de parecernos inútil. Él no se fija en las apariencias (cf. 1 S 16,7) y no desdeña elegir a aquellos que para muchos resultan irrelevantes. No descarta ninguna piedra, al contrario, las más “viejas” son la base segura sobre las que se pueden apoyar las piedras “nuevas” para construir todas juntas el edificio espiritual (cf. 1 P 2,5)».
Así comienza su mensaje para esta jornada el papa Francisco, y concluye lanzando una invitación a todos: «En esta IV Jornada Mundial dedicada a ellos, no dejemos de mostrar nuestra ternura a los abuelos y a los mayores de nuestras familias, visitemos a los que están desanimados o que ya no esperan que un futuro distinto sea posible. A la actitud egoísta que lleva al descarte y a la soledad contrapongamos el corazón abierto y el rostro alegre de quien tiene la valentía de decir “¡no te abandonaré!” y de emprender un camino diferente».
21.VII.2024 – Pésame
Estamos impactados por la pérdida, por dos ausencias casi inmediatas y que nos han producido un gran vacío: la de nuestra Presidenta, María José García-Morato Gálvez (12 de julio) y la de nuestro primer Postulador diocesano, Francisco García Mota (15 de julio).
Reflexionar sobre la muerte y la vida me ha traído a la memoria una escena de la vida de Gálvez que caracteriza bastante bien su personalidad. La relató el nieto de un testigo presencial de la misma, con ocasión de un evento en el Colegio Médico conmemorativo de la figura del Siervo de Dios.
La escena se desarrolló también, como ahora, en pleno verano, uno de estos días en que en Málaga el sol abrasa y apenas es respirable el aire. Era agosto de 1936. Un mes atrás había estallado el Alzamiento y en nuestra ciudad se habían instalado el caos y la violencia. El Comité de Salud Pública había asumido funciones de policía y judiciales, el Gobierno Civil estaba desbordado, y los asesinatos y rapiñas eran constantes. En este clima de anarquía y terror, Gálvez intentaba mantener la normalidad acudiendo al Hospital a diario con sus casi 70 años para hacer lo que mejor sabía: traer vidas al mundo y salvarlas de la muerte.
José Gálvez tuvo conocimiento de que había fallecido por causas naturales un conocido izquierdista, al que él sinceramente apreciaba y respetaba, y decidió ir al entierro para presentar sus respetos a la familia del difunto.
El cortejo se fue desplazando lentamente hacia el cementerio, acompañado por dos grupos tremendamente desiguales: por una de las aceras, la que estaba en sombra, caminaba una multitud de amigos y camaradas del fallecido, descamisados, muchos con pañuelos rojos.
Por la otra, la calcinada por el sol, iba un solo hombre, de riguroso luto, sudando copiosamente bajo su traje negro; un médico que valoraba más el respeto que profesaba a la memoria de su amigo que a su propia vida, gravemente amenazada. Uno de los de la acera en sombra murmuró: «¿pero todavía está vivo este tío?». Sin embargo, los propios milicianos le exigieron respeto, y nadie increpó a Gálvez Ginachero.
Finalmente enterraron al finado, y Gálvez se marchó, caminando solitario bajo el sol abrasador, de nuevo a seguir con su vida y a cuidar sus enfermos.
Hemos perdido este verano a María José y a Francisco. Los que seguimos aún aquí peregrinando, presentemos nuestro más profundo respeto a los que se fueron, y continuemos trabajando por la vida, iluminados por su ejemplo y su imborrable recuerdo.
Entre los que se fueron, por estas avenidas
voy más llena que nunca. Roza la primavera
mi piel como un anuncio de lo que se avecine.
Mármoles y naranjos, el rumor de una abeja
y un silencio tan solo comparable al momento
en que van a cruzarse dos predestinaciones.
Narcisos dejaré más allá de esta hora
y que toquen sus pétalos nombres entrelazados.
Fuera de este recinto está el vacío sobre
la ciudad anhelante a cuya luz me encuentro
con el significado preciso de la vida
como un libro que abriese de par en par sus verjas.
(María Victoria Atencia)
7.VII.2024 – Cambio de rumbo
Inicialmente, Gálvez se empezó a especializar en las enfermedades de la garganta, y de hecho marchó becado a Paris a estudiar especialmente la difteria, que hacía estragos en aquella época.
Esta enfermedad, típica de la infancia y altamente contagiosa, asfixiaba a los que la padecían, y era llamada «garrotillo» en España por la semejanza de las caras y semblantes de los que fallecían por su causa con la de los condenados a muerte por el garrote vil.
«Copia de la R. O. – S. M. el rey (q. D. g.) y en su nombre la Reina Regente del Reino ha tenido a bien comisionar a don José Gálvez Ginachero, Doctor en Medicina, para que complete sus estudios en el extrangero acerca de las enfermedades de la garganta y especialmente de la difteria concediéndole al propio tiempo como indemnización de gastos de viaje y estancia la cantidad de 2.000 pesetas que se librarán desde luego a favor del Habilitado de este ministerio con cargo al capítulo 13 artículo 7º concepto 1º del presupuesto vigente.- De real orden le digo V. S. I. para su conocimiento y efectos consiguientes.-Dios guarde a V. S. I. muchos años. Madrid 25 de agosto de 1891 – Santos Irana – Señor Director General de Instrucción Pública
Fórmula del recibo – He recibido de don Luis fraile, Habilitado del Ministerio de Fomento la cantidad de dos mil pesetas que por Real Orden del 25 de Agosto de 1891 me ha sido concedida para completar en el extranjero mis estudios acerca de las enfermedades de la garganta y especialmente de la difteria, con cargo al capítulo 13 artículo 7º concepto 1º del presupuesto vigente. – París – de Septiembre de 1891.»
A principios de siglo XX, la difteria era la décima causa de muerte en el mundo, declinando a partir de la introducción de la vacuna, en 1923. En España, en 1941, cuando aún vivía Gálvez, la incidencia media anual de difteria era de 1.000 casos por cada 100.000 habitantes. Tras las vacunaciones masivas, a partir de 1945 y sobre todo de 1965, caen las infecciones a 0,10 casos por 100.000 habitantes.
Como bien sabemos, gracias a su madre Gálvez reorientó su vocación a la ginecología y la obstetricia.
Lógicamente, como médico de la época tendría que convivir en ocasiones con esa terrible enfermedad. ¿Os acordáis de la carta de Rafael Medinalmaría, el que decía tras la muerte de Gálvez que «hay personas que no deberían morirse nunca»? Uno de los párrafos recordaba una fiesta de cumpleaños que le habían organizado sus hijas al buen doctor:
«Cuando más contentos estaban, se presentó un chiquillo a llamarle.
-¿Qué te pasa, chiquillo?
-Que mi hermanito pequeño se ha echado a morir y me manda mi madre por si puede V. ir a verlo”
-¿Cómo que si puedo?, aguárdate que me voy contigo.
-Pero papá-clamaban sus hijas- ¿se va V. a marchar desairando a todo el mundo? ¡Ni el día de su cumpleaños puede descansar!
-Mira, si no me voy porque es mi cumpleaños, puede que ese angelito no llegue a celebrar el suyo ni una vez siquiera.
Y se fue y salvó al niño que la difteria ahogaba.»
¿Cómo habría sido un Gálvez otorrino, o un Gálvez pediatra? En ocasiones la vida te pone en encrucijadas donde solo, o con ayuda de algún consejero, debes decidir qué destino seguir. ¿Qué nos depara el futuro, incluso el inmediato? ¿Cómo saber si las decisiones trascendentes que tomamos son las que Dios espera que sigamos?
Supongo que si atendemos con serenidad lo que nuestra conciencia nos susurre, si ponemos en manos del Señor nuestras decisiones, tendremos la tranquilidad de que Él obrará lo mejor a través de nuestras pobres manos…
23.VI.2024 – Apuntes
Las imágenes corresponden a dos páginas de los apuntes de Gálvez cuando ampliaba estudios en la Clínica Baudelocque, en 1891. Gálvez era muy joven, tenía 25 años.
«Histerectomía vaginal. Cáncer del cuello. Clínica Baudelocque. Operador Légond. El 21 de octubre de 1891 a las 11 y 20 de la mañana dió principio la operación que fue precedida de una breve explicación en la que expuso la edad de la enferma (24 años) las razones que militan en pro de la histerectomía total en los casos de cáncer del cuello y cómo, si está propagado a los órganos inmediatos no deberá hacerse más q. un tratº paliativo. Cuando el tumor sea voluminoso y exija el empleo del morcellement, será bueno para evitar el peligro de sembrar el cáncer en el peritoneo hacer primero un raspado de la parte accesible, por la vagina. Así lo efectuó en esta enferma. Concluyó la operación aplicando gasa iodofórmica y no ligó los vasos sino que dejó aplicadas pinzas. Por olvido dejó una esponja que tuvo que extraer retirando la gasa.
La operación se hizo en el anfiteatro de Baudelocque, que estaba dispuesto como sigue:
-Enferma/cloroformo/ayudante/operador
-Esponjas y suturas
-Artesas para los instrumentos/aparato irrigador
La operación se acabó a las 11,50 .-«
Es curioso cómo dibujó Gálvez la disposición de los intervinientes, con una perspectiva nadir que les hace parecer homúnculos.
La clínica Baudeloque, que estaba recién estrenada (se inauguró en 1890 en el inmueble de una antigua abadía) fue una maternidad de referencia en París, cuyo origen estuvo en la ayuda a las mujeres en el trabajo del parto y la lucha contra el abandono de recién nacidos. Bien podría ser que este centro inspirara a Gálvez para su titánica acción en el Hospital Santa Cristina, pocos años después. El edificio fue alcanzado durante la Primera Guerra Mundial por un obús alemán, causando 20 víctimas.
A principios de la década de 1950, el pediatra neonatólogo Alexandre Minkowski creó en la maternidad Baudelocque el primer centro de atención para bebés prematuros. Junto a este servicio clínico se creó posteriormente el laboratorio de investigación «Biología del desarrollo fetal y neonatal», y en 1966 el primer servicio de reanimación y neonatología. El centro originario fue demolido en 2007.
Es muy triste que en Francia, donde tanto bien se ha hecho, donde tantísimos frutos ha dado la Iglesia (precisamente donde San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac cofundaron las Hijas de la Caridad) se abandere la consideración del aborto como un «derecho fundamental», con todo lo que ello implica. Por desgracia, la cultura de la muerte avanza.
Pero no podemos perder la esperanza; porque siendo una virtud teologal, íntimamente unida a la fe, en tal caso cometeríamos pecado. Mantengamos firmemente la lucha por la vida, y confiemos serenamente en que Dios no permitirá que la maldad finalmente prevalezca.
16.VI.2024 – Fin de curso
Hoy, como ayer: en estos días acaba el curso escolar, y en los colegios se celebran las fiestas de fin de curso y las «graduaciones».
Mirando hacia atrás, vemos en los salesianos cómo cada final de junio se celebraba la Fiesta del Director y la distribución de premios.
La colaboración de José Gálvez con los salesianos fue constante, desde su juventud, heredada de su madre. Aunque apoyó a los jesuitas (incluso con gran riesgo durante la II Republica, cuando incautaron el colegio de San Estanislao), siempre fue predominantemente benefactor de los herederos espirituales de Don Bosco.
En la foto -junio de 1944- vemos un Gálvez ya bastante vencido por la edad (80 años), pero sonriente. Los alumnos recibían los premios, una banda amenizaba el acto, y se aprovechaba para leer algún poema en honor de su Cooperador perpetuo (que aquí mismo había estado detenido 7 años atrás, y a punto de ser ejecutado).
Para D. José, la fiesta de Fin de Curso era sin duda uno de los momentos más felices del año.
9.VI.2024 – La niña de la ciencia (2)
Hay una faceta menos conocida de la historia de la Niña de la Ciencia, pero no menos importante.
Gálvez la apadrinó. Pero no sólo a nivel espiritual. Se encargó de Enriqueta, con la ayuda de las instituciones a las que ayudaba y que le ayudaban.
Al poco tiempo murió el padre, y su única hermana no tenía recursos para cuidarla. Así que de ella se hicieron cargo Gálvez y las Hijas de la Caridad.
Igual que su madre, Enriqueta era cargada de espaldas y con ciertas dificultades para hablar. No tuvo ningún oficio, y sólo ayudaba en el parvulario de San Manuel, donde atendía y quería a los niños como si fueran suyos. Era educada y sumisa.
Con el tiempo empezó a padecer senilidad y la llevaron a las Hermanitas de los Pobres. Y por último al Asilo de Nuestra Señora de los Ángeles, donde falleció en 1980, a los 82 años de edad.
Promover la vida no sólo es animar a que las embarazadas sigan adelante y desentendernos. Debemos comprometernos a que no haya ninguna excusa posible por falta de medios materiales o apoyo psicológico a las madres, para que esos niños vengan al mundo. Las instituciones públicas y privadas, y detrás cada cristiano, debemos cada uno en la medida de nuestro alcance a luchar de verdad por la vida, no sólo propugnar una verdad moral.
Pienso que los cristianos sólo “recuperaremos la calle” cuando puedan decir otra vez de nosotros, admirados, como en tiempos de Tertuliano, “mirad cómo se aman”.
2.VI.2024 – La niña de la ciencia
Es uno de los episodios en la vida de Gálvez más conocidos. Ocurrió el 17 de Julio de 1898 (Gálvez tenía 32 años y llevaba 5 trabajando en el Hospital Civil).
Esta es la historia clínica, reproducida por el primer biógrafo de Gálvez, García-Herrera.
«Número 12. Ingresa el 13-VII-1898 — Cama número 9.
María González Enríquez.
28 años. Casada. De Málaga.
Menstruada a los 16 años. Después regular 4 ó 5 días.
Casada a los 28 años.
U. R. diciembre 97.
No sabe cuando empezó a andar.
De un año empezaron a notar que tenía gibosidad.
Viruela hace 10 ó 12 años.
Frecuentes catarros.
Desde hace un mes tiene alguna dispnea. Desde hace 3 ó 4 días accesos intensos.
Examen.
Altura del útero 29 centímetros (14-VII-98).
Vientre.
Posición izquierda.
Presentación vértice.
Variedad anterior.
Auscultación.
Encajamiento. Cabeza profundamente encajada.
…
La enferma es de pequeña estatura y presenta una cifosis dorsal muy acentuada con curvadura de compensación lumbar. Hay ligero edema de las extremidades inferiores y de la región sacra.
Pero lo que, sobre todo, llama la atención es la dispnea y la cianosis que presenta la enferma.
Por la auscultación de la región precordial se oyen ruidos precipitados y fuertes pero no soplos anormales. El pulso es pequeño y frecuente. La enferma se quejaba de un estreñimiento pertinaz.
El día 14 por la mañana se le administraban 30 gramos de sulfato de sosa, que produjeron efecto rápido y considerable.
El día 15 por la mañana, en vista de que la cianosis iba en aumento, de que durante la noche anterior había estado muy dispneica y en ocasiones delirante y que su pulso se hacía irregular decidimos provocar el parto.
A las 10 de la mañana colocamos con tal cual dificultad un pequeño baloncito de Champertier y vista después de un rato de observación que empezaban a despertarse contracciones, nos retiramos, con la advertencia de que se nos avisara tan pronto como las contracciones fueran más intensas o hubiera cualquier novedad.
A la 1 recibí un aviso y a la 1,15 encontré a la enferma en estado agónico.
Dispuse lo necesario para la operación cesárea y a las 2 de la tarde uno o dos minutos después de hacer la enferma su última inspiración, se hizo rápidamente aquella operación sacándole viva una niña de ? gramos que en un principio estaba algo asfíctica pero que no tardó en ser animada y colocada en la incubadora.
El peso de la niña era en la mañana del 17-VII-98 (antes no se había tomado) de 1.200 gramos.
Se le ha comenzado a alimentar con la cuchara dándole leche esterilizada en la proporción de una parte de leche por dos de agua.
…
Día 8 de enero – pesa la niña 3.400 gramos.»
Pronto corrió por toda la ciudad la noticia, por darse además la circunstancia de ser la víctima esposa de un ciego, muy popular en Málaga, apellidado Sánchez. No tardó en llamarse a la pequeña protagonista del suceso “la niña de la ciencia”. En una embarazada sin vida, gracias al saber del doctor Gálvez y a su pericia como cirujano, se consigue la supervivencia de la hija.
La pequeña, María del Carmen Enriqueta, fue bautizada por el entonces Obispo de Málaga, Don Juan Muñoz Herrera y apadrinada por el propio Gálvez.
Como digo, es uno de los episodios más conocidos de Gálvez. Pero ahora podemos verlo con ojos nuevos. Porque en la cultura de la muerte en la que nos quieren sumergir cada vez más, destaca el esfuerzo del buen doctor de lograr a toda costa que esta niña sobreviviera. No tuvo en cuenta que su padre fuera ciego o su madre jorobada. Reconocía plenamente lo que nosotros estamos perdiendo, o ya hemos perdido, de vista. El valor de cada vida, el misterio de la vida; la responsabilidad que nos corresponde (a cada uno de nosotros según su medida), en colaborar para que ese don inconmensurable no se malogre en nadie. Luchar por la vida de esos niños a toda costa. Que nadie se descarte, que nadie se deseche.
Hoy pienso que estamos en una encrucijada en la que nos jugamos literalmente nuestra condición de humanos; porque, si no reconocemos el valor de la vida de estos desvalidos, y nos erigimos como jueces y verdugos para ejecutar en ellos la pena de muerte sin ser culpables de nada… mejor que no nos atrevamos a llamarnos seres «humanos».
Conscientes de esa responsabilidad, desde la Asociación estamos organizando junto con Pastoral Familiar, +Vida y los propagandistas de Herrera Oria, la plataforma «Elegimos la Vida». El encuentro del 15 de junio en el Ave María no es más que el inicio de un proyecto (la citada plataforma) en el que debemos empeñarnos con todos los medios y recursos que estén a nuestro alcance: debemos intentar que los jóvenes, los que heredarán esta tierra cuando nosotros nos vayamos, redescubran el misterio de la vida, y llegue algún día en que mirando hacia atrás, hacia esta época, se horroricen de estas «leyes» y estos «derechos».
A ellos sobre todo va a estar orientada «Elegimos la vida». Los jóvenes son nuestra última esperanza. Y en nuestras manos está, literalmente, que se salven o que mueran innumerables niños.
5.V.2024 – Día de la Madre
Hoy celebramos el Día de la Madre, y el regalo típico es un ramo de flores.
Pero José Gálvez no homenajeó a su madre, Carmen Ginachero, ningún primer domingo de mayo. Si lo hizo, lo haría en diciembre. Y probablemente no le regalaría flores.
Me explico. En España y los países tradicionalmente católicos, inicialmente el homenaje a las madres se realizaba el 8 de diciembre, aprovechando la definición dogmática de la Inmaculada Concepción de la Virgen María por Pío IX. Era en el ámbito anglosajón donde, desde 1914, se celebraba oficialmente en mayo, a raíz de la iniciativa de una norteamericana, Anna Jarvis, que quería rendir homenaje a su madre por la labor que llevó a cabo durante años para reconciliar a los bandos que se habían enfrentado en la guerra civil (en España adoptamos esta fecha desde 1965, 13 años después de la muerte del Siervo de Dios).
En vida de Gálvez, concretamente en 1926, un funcionario de correos valenciano, Julio Menéndez García, propuso la idea de establecer un día específico para honrar a las madres en España y en las naciones de habla española. Su propuesta fue acogida por la Federación Ibérica de Sociedades Protectoras de Animales y Plantas, que incluyó la celebración de un homenaje a las madres en una «Semana de Bondad» en octubre de 1926, coincidiendo con el 700 aniversario de la muerte de San Francisco de Asís.
La Sección de Madrid de las citadas Sociedades Protectoras pedía al Gobierno, a las Autoridades eclesiásticas y a las Casas del Pueblo que durante esos días en las escuelas, iglesias y centros obreros se hablara sobre el amor que San Francisco profesaba a los animales y plantas. Y también se reservaba el día 4 para un homenaje a las madres consistente en que los niños regalaran flores a las suyas. En el caso de los niños pobres de Madrid la compra de los ramos de flores correría a cargo de los organizadores.
Pero Carmen Ginachero Vulpius había fallecido en 1920, a los 76 años; 6 antes de esta iniciativa. Por eso tampoco es probable que le regalara flores.
Sin embargo, más allá de esta anécdota, todos sabemos la devoción de Gálvez hacia su madre, y cómo fue ella la que influyó decisivamente en su vocación.
El propio hijo de Gálvez Ginachero, José Gálvez Moll, explicaba que
“terminada la carrera y el doctorado muy joven, llegó el momento de elegir la especialidad. Ya llevaba un año dedicado a la otorrinolaringología –aún conserva en su consulta algunos instrumentos de esta especialidad– cuando, conversando un día con su madre sobre de qué forma podría ser más útil a sus semejantes, esta le hizo notar el número enorme de parturientas que entonces morían.
Bastó esta observación para que, llevado de su celo, cambiara radicalmente y se orientara hacia esta especialidad, dedicándose a ella con tal ardor que sus resultados después se han visto.
Generalmente se elige, se estudia y se practica una profesión como un medio para conseguir el logro de una apetencia. Él tiene la profesión no como un medio, sino como un fin y a este fin supedita todo lo demás”.
¿Qué mejor homenaje que hacerle caso a una madre?
21.IV.2024 – El «Litri»
Parece ser que Gálvez era muy aficionado a los toros. No es de extrañar, porque en aquella época el arte del toreo levantaba auténticas pasiones. Lo curioso es que, según parece, incluso colaboraba con algún periódico -anónimamente- aportando la crítica taurina de aquellas faenas que eventualmente presenciaba cuando sus múltiples obligaciones se lo permitían. Pero en 1926, siendo alcalde, asistió a una corrida en la Malagueta que nunca olvidaría.
En 1926, los Reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia visitaban Málaga. La familia real dispensaba una gran confianza a Gálvez, ya que no sólo era el alma mater del Hospital Santa Cristina, sino que con frecuencia era requerido en Madrid para atender a la Reina, especialmente con motivo del nacimiento de sus hijos (entre ellos el de Juan de Borbón, abuelo de nuestro Rey).
Para homenajear a los Reyes, el 11 de febrero se celebró una corrida en nuestra ciudad. Toreaba una joven pero ya consolidada promesa onubense, Manuel Báez el «Litri», «el Expreso de Huelva». Al «Litri» le llamaban también los periodistas «el torero que se ríe de la muerte».
El diestro resultó cogido gravemente en el segundo toro de la tarde, de nombre *Extremeño*. El toro le empitonó por el muslo derecho campaneándole horriblemente. El asta le había producido una herida de diez centímetros de extensión por otros diez de profundidad en el triángulo de scarpa derecho, con una gran hemorragia venosa.
Gálvez dejó la presidencia y corrió a la enfermería de la plaza. Intervino junto con el doctor Lazárraga, y entre ambos médicos lograron mantener al «Litri» con vida, taponándole eficazmente la vena safena con los dedos. Gálvez se encargó de anestesiar al torero, y Lazárraga realizó la primera intervención. Según el diario ABC, el diestro salvó la vida en el ruedo por la perfecta organización de los médicos, ya que si la cogida hubiera sido en un lugar más distante, habría llegado muerto a la enfermería por la enorme hemorragia. Después fue trasladado a la clínica de Lazárraga. Pero a los cuatro días se detectaron síntomas de gangrena. Gálvez declaró a la prensa que la gangrena fue causada por la infección que tenía el asta con la que sufrió la cornada después de cornear a uno de los caballos en el tercio de varas. El periódico explicaba que «la forma gaseosa de la gangrena es la más grave, pues resulta casi imposible de regular o detener, y la difusión de ésta infección es rapidísima».
La prensa de la época, que siguió muy de cerca este trance, también relata que intentaban animarle diciéndole que la complicación sobrevenida no tenía mucha importancia. El diestro, con voz débil, respondió: «Todo se acaba en este mundo. Y ésto también se acaba».
Los médicos, con el permiso del padre, decidieron amputarle la pierna. En la foto les vemos a la entrada de la Clínica, justo antes de la operación. El parte médico fue el siguiente: «En vista de la infección gaseosa que sufre el matador Manuel Báez Litri y no teniendo tendencia alguna a mejorar, hemos creído prudente hacer una amputación alta del muslo. José Gálvez, Juan Mc. Donald, José Lazárraga»
A pesar de todos los esfuerzos, el «Litri» murió una semana después de la cogida, el 18 de febrero. Sólo tenía 20 años.
Es verdad que a veces las circunstancias te golpean de modo inexorable y sin remedio. Pero afortunadamente la esperanza nos da la fuerza para caminar en la vida. Como dice el Papa: «¡Cristo, mi esperanza, ha resucitado!». No se trata de una fórmula mágica que haga desaparecer los problemas. … Es, en cambio, la victoria del amor sobre la raíz del mal, una victoria que no ‘evita’ el sufrimiento y la muerte, sino que los atraviesa abriendo un camino hacia el abismo, transformando el mal en bien: la marca exclusiva del poder de Dios» (Mensaje de Urbi et Orbi, 12 de abril de 2020). Con la Pascua, hemos conquistado «un derecho fundamental, que no nos será arrebatado: el derecho a la esperanza». «Es una esperanza nueva y viva, que viene de Dios y pone en nuestros corazones la certeza de que Dios sabe convertir todo en bien, porque incluso de la tumba saca la vida» (Sábado Santo, 11 de abril de 2020).
brevenida no tenía mucha importancia. El diestro, con voz débil, respondió: «Todo se acaba en este mundo. Y ésto también se acaba».
14.IV.2024 – Hospital de Sangre
En 2015, la concejalía de cultura del Ayuntamiento de Coín rescató un título de 1923 otorgado como presidente honorario del Patronato del Hospital de Sangre de Coín a favor de José Gálvez Ginachero, “gloria de la Medicina y la Cirugía española”. Se trata de un documento de gran valor histórico y artístico caligrafiado y pintado por el afamado pintor malagueño Fernando Albarado. El Hospital de Sangre de Coín se ubicaba en lo que había sido siglos antes el Hospital de la Caridad en dicha localidad.
Detrás de ese primoroso pergamino hay una densa historia de esfuerzo, sacrificio, sufrimiento…
Tras el desastre de Annual, en julio de 1921, Gálvez, y con él toda Málaga, realizaron un formidable esfuerzo en favor de los heridos de guerra. Los testimonios de los combatientes, como éste que recoge el ABC de la época, eran impresionantes:
“Se produjo entre nosotros una espantosa confusión, que aprovechó el enemigo para para lanzarse a un violento ataque al arma blanca. Los moros, con salvaje ferocidad, degollaban sin piedad a los soldados. El acemilero que guiaba la mula que montaba yo, fue herido por un moro y rematado por otro con gran saña. Yo empuñé el machete y di muerte a uno de los moros que, en la lucha, me cortó un dedo; con la sangre que me manaba de la herida, me ensangrenté la cara, y echándome al suelo, me fingí muerto. Llegó junto a mí otro moro, y después de inferirme tres heridas de gumia, me abandonó creyéndome cadáver. Poco después, una sección de Infantería me recogió y fui llevado a Melilla”
Después de aquella terrible derrota de la Guerra de África, en la que murieron más de 13.000 hombres, nuestra ciudad se convirtió en el principal punto de llegada de los militares enfermos y heridos evacuados desde Melilla. Aunque ciudades como Cádiz, Valencia o Almería también los recibieron, la mayoría desembarcó en esta capital. El primer desembarco de heridos tuvo lugar el 9 de agosto de 1921. Con una frecuencia de dos meses al mes atracaban los buques hospitales en el puerto de Málaga y cada vez desembarcaban entre 250 y 350 soldados. Desde el puerto eran trasladados en ambulancias, en coches de caballo de alquiler y en automóviles de particulares que se ofrecían de forma desinteresada a llevarlos a los hospitales.
Pero en agosto de 2021 todo se colapsó. Eran absolutamente insuficientes el anticuado Hospital Militar (junto a la iglesia de la Victoria, donde hoy descansa el S.d.D.) y el Hospital Noble (municipal). Se habilitó en un tiempo record (4 meses) el Hospital de la Cruz Roja u “Hospital Baena”, montado en unas amplias naves cedidas por el constructor y presidente de la Agrupación de Cofradías, Antonio Baena. A su vez, Gálvez ofreció varias salas del Civil, y dedicó su gran capacidad técnica y organizativa a ayudar en este empeño. Una de sus tareas fue ayudar a reacondicionar los Hospitales de Sangre, como el que se instaló en el Colegio Bergamín, o el de Coín.
Fueron tiempos literalmente heroicos. Un año después, la Casa Real concedería a José Gálvez, por su enorme esfuerzo en la gestión de esta crisis humanitaria, la Gran Cruz del Mérito Militar con distintivo blanco. Y Málaga, el título de “Muy Benéfica” que hoy ostentamos en nuestro escudo.
7.IV.2024 – Pentecostés
Hace 90 años, este era el itinerario de Gálvez para Pentecostés. Un buen modelo para sacudirnos la desidia.
+ 21.V.34
Lunes de Pentecostés
-5 ½ – Levantarse
-6 ¼ Meditaciones
-6 ¾ – Misa – Sagr. Com.
-8 ¼ Desayuno
-8 ½ – Hospital o Sanat.
-11 ½ Administración
-12 – Estudio
-1 – Visita Clínica
-2 Visita Stmo.
-2 ½ Comida y reposo
-4 – Estudio
-6 – Consulta
-9 – Cena
-10 ½ Examen. Rosario. Acostarse
31.III.2024 – Gneisenau
La fragata alemana SMS Gneisenau naufragó frente a la costa de Málaga el 16 de diciembre de 1900, durante un fortísimo temporal que azotó nuestra ciudad.
El Gneisenau se encontraba anclado a las afueras del puerto esperando para embarcar al embajador alemán en Marruecos. El temporal provocó que se rompieran las amarras del barco a sus anclas y se viera arrastrado hacia la costa. Impactó contra la escollera de Levante del puerto (justo al lado de la Farola), lo que provocó una vía de agua que lo hizo zozobrar rápidamente. La tripulación alemana luchó por contener la inundación y salvar el buque; pero la fuerza del mar era insuperable.
La gran catástrofe que constituyó este naufragio movió los corazones de los malagueños que se volcaron en el auxilio de las víctimas, a costa incluso de la vida (se ahogaron 41 personas, 12 de ellos malagueños). Gálvez y las Hijas de la Caridad no podían ser menos, y aquí se recoge como testimonio de ello el documento que os transcribo:
«Beneficencia-número 76 – El señor Vicepresidente de la Comisión Provincial médica con fecha 28 del pasado, lo que sigue: “Vista la comunicación que con fecha 20 del actual, dirije (sic) V. E. al señor Presidente de esta Diputación en la que se sirve testimoniarle y a toda la corporación, en nombre del Gobierno de S.M. las expresivas gracias por el noble acto realizado; con motivo de la desgraciada catástrofe ocurrida en este puerto por la pérdida de la fragata de guerra alemana “Gneisenau” habilitando cómodo alojamiento y manutención a gran parte de los supervivientes de la misma, haciéndolas extensivas las referidas gracias a los tres profesores de Medicina y Hermanas de la Caridad que han contribuido con sus cuidados y desvelos tan caritativa obra; la Comisión Provincial, acordó quedar enterada de la manifestada comunicación, y que se transcriba a los tres en la misma citados, para su reconocimiento y satisfacción – Lo que tengo el honor de comunicar a V. E. a los efectos de la ley”. Lo que traslado V. E. en ejecución del citado acuerdo. Dios guarde V. muchos años- Málaga 11 enero 1901- Señor don José Gálvez Ginachero – Médico de número del Hospital Provl.»
Tras el rescate y el posterior paso por el hospital para recibir atención médica, muchos marinos alemanes fueron alojados en nuestras casas como si fueran nuestros propios familiares, hasta que pudieron regresar a su país. Este hecho le valió a Málaga el título de «Muy Hospitalaria», que figura desde entonces en nuestro escudo.
24.III.2024 – ¿Aburrido, agotado?
¿Aburrido, agotado? En esta foto aparece Gálvez con los brazos cruzados y los ojos cerrados.
En pleno proceso revolucionario, el Hospital Civil no se libró de la intervención política, que fue invadiendo todas las instituciones.
¿Obligado, resignado? Junto al personal sanitario, algunos comisarios políticos. Unos posan saludando al cámara con el puño cerrado. Algunos, los más jóvenes, sonríen, pero la mayoría están serios. Algunas caras hoscas. Obviamente, en la foto no están las Hijas de la Caridad.
No sé, pero a mi me da que Gálvez estaba rezando.
17.III.2024 – Factura de mobiliario
Don José Monserrat Gudman (sic) fue director de los Salesianos entre 1920 y 1927. En 1923 firmó esta factura por importe 5.825 pts., que remitió para su pago a José Gálvez. No sé cierto si la pagaría él, o la cargaría en la cuenta de la Escuela de Matronas del Hospital Santa Cristina de Madrid, ya que ahí es donde iban destinados estos muebles, que fabricaron los muchachos de la Escuela Salesiana de Artes y Oficios. La foto de abajo es de la carpintería que había en la planta baja del colegio.
En 1904 se había puesto en Madrid la primera piedra de la Casa de Salud de Santa Cristina y Escuela de Matronas (rótulo que aún se conserva en la fachada del edificio principal). Después de veinte años, se inauguraría oficialmente el 28 de junio de 1924, siendo presidido el acto por el Rey Alfonso XIII y la Reina Victoria Eugenia de Battemberg con la asistencia de la Reina María Cristina.
Se había demorado tanto la construcción, sobre todo por las enormes dificultades económicas que sufrió el proyecto. Por eso, aunque no tengo certeza, supongo que ese dinero lo pagó Gálvez de su bolsillo (si no, hubieran girado la factura a nombre de la Escuela).
Pero aunque no hubiera sido así, lo interesante es que Gálvez encargó este mobiliario a los salesianos para apoyar al colegio, en vez de encargarlo a otra empresa cualquiera. Una manera de usar sus «influencias» para bien, no como desgraciadamente estamos acostumbrados hoy día, donde nuestros políticos y sus adláteres las emplean para lucrarse. Todo lo contrario. Él usó sus recursos y sus contactos para ir quedándose poco a poco sin patrimonio, con su caridad cotidiana e incesante.
Como escribió el P. Pedro Ruz, «Don José Gálvez, estuvo siempre presente desde 1899 en todos los actos y acontecimientos importantes de la Casa Salesiana. Su ayuda económica fue siempre discreta, pero eficiente y oportuna. Así, por poner algunos ejemplos, en 1916 regaló al Colegio cincuenta camas nuevas para el internado. En 1918, junto con su señora, fue padrino de una nueva máquina de tipografía, último modelo tecnológico, que con su apoyo se pudo adquirir para el taller del Colegio. Durante los años veinte y treinta del pasado siglo XX, no cesaron sus actos de ayuda, consejo y aportaciones económicas. (…) En verdad, José Gálvez Ginachero ha sido el gran Cooperador Salesiano malagueño de todos los tiempos. Por ello fue nombrado Presidente Perpetuo de los Cooperadores.»
10.III.2024 – Ciencia y fe
Esta foto está en el Archivo de la Diputación (no olvidemos que el Hospital Civil dependió orgánicamente de ella desde 1869 hasta su transferencia a la Junta de Andalucía en 1988, y que Gálvez fue funcionario de la Diputación casi toda su vida profesional).
En ella se ve a Gálvez y a su hijo José en una sala del Hospital, fotografiándose delante de una adquisición reciente, promovida en su afán continuo de mejorar las condiciones de sus enfermos. Ante este aparato, abuelo o bisabuelo de nuestros modernos TAC, Gálvez posa sereno y satisfecho. Él era un hombre de fe y de ciencia. Armonizaba sin dificultad ambas vertientes. Supongo que, sobre todo en su época de Francia y Alemania, muchos compañeros y profesores racionalistas verían con conmiseración, cuando no burla, al joven médico español que no renunciaba a su fe católica incluso en aquellos ambientes secularizados y laicistas.
Ciertamente, no existe ninguna paradoja en ser un científico creyente. El materialismo cientificista, más dogmático que la Iglesia en sus peores tiempos, ha pasado de decir «esto es todo lo que se puede conocer a través de la ciencia» a «esto es todo lo que existe en la realidad», convirtiéndose en una ideología totalizadora que trata de dar sentido a nuestras vidas y guiar nuestros comportamientos. Pero, ¿no se dan cuenta estos modernos sacerdotes intolerantes, que tachan a toda aspiración religiosa de superstición, que su reduccionismo materialista es insuficiente y engañoso si quieren aplicarlo al hombre y a la sociedad? Los esquemas científicos no pueden explicar nuestra percepción de lo bueno, lo bello, lo justo… el sentido de responsabilidad de nuestras acciones … el amor y el odio…
Gálvez, que siempre integró sin dificultad su faceta de científico y su dimensión espiritual, seguramente suscribiría estas palabras de Agustín Udías: «la belleza y el bien son dos aspectos de la realidad que no pueden analizarse con el método científico. Valorar una acción desinteresada es también descubrir una dimensión que se escapa a los principios biológicos. Querer reducir toda la realidad a lo que la ciencia puede conocer, haría del mundo un lugar donde el hombre no podría vivir. La realidad es mucho más rica que los aspectos que de ella nos aportan las ciencias. Reconocer sus limitaciones, como las tienen todas las tareas humanas, y aceptar la existencia de otras formas o niveles de conocimiento no quita nada a la grandeza de la ciencia en su tarea de comprender la naturaleza que nos rodea. Este reconocimiento no hace más que demostrarnos que no podemos extrapolar el conocimiento científico a toda la realidad, y que la visión materialista que sobre ella se quiere fundamentar nunca podrá abarcar toda la realidad.» (*Ciencia y religión, dos visiones del mundo*)
Pienso que se trata de buscar la Verdad (¡=Dios!) con todas las herramientas a nuestro alcance, científicas o teológicas, que no son excluyentes. Gálvez lo hizo toda su vida, guiado por el amor al prójimo como base común para todas sus acciones, fuese en el orden médico o en su condición de creyente, hijo fiel de la Iglesia. Viendo esta foto, en su aspecto tranquilo y satisfecho, orgulloso junto a su hijo de la adquisición realizada para su Hospital, para sus pobres, veo la conjunción del cristiano católico que ni reniega de su fe ni de la ciencia. Es simplemente un servidor de sus semejantes.
Nuestros cuerpos no son sólo máquinas, ni los médicos simples mecánicos. Como dijo el papa Francisco en 2019 a la Federación de Asociaciones de Médicos Católicos, «Vuestra misión es al mismo tiempo un testimonio de humanidad, una forma privilegiada de hacer ver, de hacer sentir que Dios, nuestro Padre, cuida de cada persona, sin distinción. Por esta razón Él también quiere usar nuestro conocimiento, nuestras manos y nuestro corazón para sanar y sanar a cada ser humano, porque quiere dar vida y amor a cada uno de nosotros».
3.III.2024 – El otro Gálvez
Nació en 1870 (4 años después de su hermano José) y murió en 1947. No se sabe mucho de él, ni tampoco hay fotos apenas. El «famoso» era su hermano, que como sabemos también iba para cura, aunque luego no fue así.
Carlos Gálvez Ginachero estudió también en Granada, Filosofía y Letras, previamente a su ordenación; y casi siempre vivió en Sevilla.
Su hermano pudo ir a Madrid a «triunfar», pero se quedó en Málaga, con sus enfermos.
¿Qué hubiera ocurrido si José Gálvez hubiera abrazado el sacerdocio como su hermano Carlos? Supongo que con su talento y capacidad hubiera llegado lejos dentro de la Iglesia, posiblemente Obispo. Pero más allá de elucubrar, lo interesante es que se dió al máximo como profesional y como cristiano, haciéndolo todo uno. Me gusta decir que no era un médico cristiano, sino un cristiano-médico; igual que su hermano era un cristiano-sacerdote.
Porque lo ideal es que nos defina nuestro ser cristiano, y eso irradie nuestra profesión o vocación, y todo nuestro entorno. Ahora más que nunca, con la escasez de sacerdotes, los laicos debemos redoblar esfuerzos para el desempeño de nuestra misión propia como bautizados. ¿Qué podemos hacer cada día (¡cada hora!) individual o asociadamente, para cumplir el mandato de evangelizar? En la sombra como Carlos, o en la notoriedad como José… siempre testigos fieles del Señor.
25.II.2024 – Madres Reparadoras
En la geografía cotidiana de Gálvez, nunca faltaba la visita diaria a la iglesia del Convento de las Madres Reparadoras. Solía hacerla antes del almuerzo, ya camino de casa, tras la jornada matutina en el Hospital Civil. Eran sólo unos minutos, los suficientes para reponer fuerzas espirituales antes de las corporales.
Estas religiosas, originarias de Francia, se instalaron en Málaga en 1911. El convento estaba inmediato al actual Conservatorio de Música María Cristina, a su derecha, junto al edificio de pisos que había entre la plaza de San Francisco y la denominada sala María Cristina.
Allí iba Gálvez cada mediodía, rezaba un rato y dejaba alguna limosna a las monjas.
Pero el 12 de mayo de 1931 el convento fue asaltado. Los atacantes penetraron en la capilla, destrozando las imágenes y el altar. Cuando pasaron a la zona reservada de las monjas la encontraron vacía; porque justo la madrugada anterior, un hermano de la superiora había instado a las religiosas para que se marchasen, y ellas, tras una resistencia inicial, habían abandonado el inmueble, refugiándose en casas particulares.
Los asaltantes lanzaron muebles y ropas al patio conventual y destrozaron el interior. En la plaza San Francisco hicieron una hoguera con los enseres.
Actualmente no existe casa ni convento de las Reparadoras en Málaga. En su lugar, un edificio de viviendas. Os dejo una foto.
A veces me pregunto dónde van nuestras oraciones. Según nuestra perspectiva, algunas «tienen efecto», otras pareciera que no… ¿Se pierden como el humo de las hogueras, o son un incienso agradable a Dios, que las convierte en lluvia de bendiciones?
Sí está claro que José Gálvez no dejó de rezar aunque hubieran quemado el convento. Lógicamente, porque el problema no estaba allá arriba, sino aquí abajo.
«1 Quiero darte gracias, Señor y Rey, y alabarte, Dios, mi salvador. Yo doy gracias a tu Nombre,
2 porque tú has sido mi protector y mi ayuda, y has librado mi cuerpo de la perdición, del lazo de la lengua calumniadora y de los labios que traman mentiras. Frente a mis adversarios, tú has sido mi ayuda y me has librado,
3 según la grandeza de tu misericordia y de tu Nombre, de las mordeduras de los que iban a devorarme, de la mano de los que querían quitarme la vida, de las muchas aflicciones que padecía,
4 del fuego sofocante que me cercaba, de las llamas que yo no había encendido,
5 de las entrañas profundas del Abismo, de la lengua impura, de la palabra mentirosa,
6 y de las flechas de una lengua maligna. Mi alma estaba al borde de la muerte, mi vida había descendido cerca del Abismo.
7 Me cercaban por todas partes y nadie me socorría, busqué el apoyo de los hombres y no lo encontré.
8 Entonces, me acordé de tu misericordia, Señor, y de tus acciones desde los tiempos remotos,
porque tú libras a los que esperan en ti y los salvas de las manos de sus enemigos.
9 Yo hice subir desde la tierra mi oración, rogué para ser preservado de la muerte.
10 Invoqué al Señor, padre de mi Señor: «No me abandones en el día de la aflicción, en el tiempo de los orgullosos, cuando estoy desamparado. Alabaré tu Nombre sin cesar y te cantaré en acción de gracias».
11 Y mi plegaria fue escuchada: tú me salvaste de la perdición y me libraste del trance difícil.
12 Por eso te daré gracias y te alabaré, y bendeciré el nombre del Señor.» (Eclesiástico, 51)
18.II.2024 – Zapatos
De lo grande a lo pequeño, de lo magnífico a lo sencillo.
La semana pasada hablábamos de una donación que hizo José Gálvez de miles de metros cuadrados para las Escuelas del Ave María. Este domingo, os traigo esta carta en la que un pobre hombre le pedía unos simples zapatos, aunque fueran usados (suprimo nombre y firma).
A la derecha, la anotación de Gálvez: «*Zapatos*» (no pone usados).
Él sintetizaba las peticiones para añadirlas a la lista de gestiones pendientes, como hizo aquel día de 1924. Un pequeño ejemplo de su caridad cotidiana, que se ha conservado tras 100 años. Uno de los granos de arena con los que se construyó la montaña de su santidad. Y también un ejemplo a nuestro alcance, porque cada pequeño gesto, cada pequeña obra cuenta.
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”. (Mt. 25,40)
11.II.2024 – Pidiendo para las Escuelas del Ave María
Hay más cartas como estas en la Causa, os traigo solo algunas. Gálvez andaba ya por los 80 años. Pero era incansable. No sólo había donado los terrenos del Ave María, después continuó al frente del Patronato, reclamando y moviendo sus contactos. Así siguió hasta el último minuto, a fin de allegar fondos para la consolidación y el mantenimiento de esta iniciativa, que tanto bien hizo. ¡Y que tanto bien, hoy día, sigue haciendo!
Así que sabemos cómo actuaba Gálvez. Quizás la pregunta que nos podemos hacer es: ¿cómo podemos imitar nosotros su preocupación constante por los jóvenes, sus desvelos? ¿Cómo actualizar su memoria, inspirándonos en él, para actuar en favor de la juventud de hoy?
4.II.2024 – Accidente en Lucena
Como Gálvez era al mismo tiempo director del Hospital Civil y del Santa Cristina de Madrid, cada semana iba a Madrid en el «AVE» de la época. Dentro de que toda su vida fue superactiva, este fue uno de los períodos de más locura para llevar adelante el trabajo en los dos hospitales, sin contar su clínica particular, el Noble… Un domingo, en septiembre de 1929, perdió el tren a Madrid, y con tal de cogerlo fue tras de él, persiguiéndolo en coche. En cada estación, llegaba tarde, y la caza se hacía cada vez más rápida (conducía su yerno, padre de nuestra Presidenta, el piloto García-Morato). De tanto correr, al final tuvieron un accidente, volcando el coche, aunque resultaron con heridas leves. El accidente se produjo justo antes de Lucena.
Posible moraleja. A veces un activismo desorbitado puede jugar malas pasadas. Como Gálvez era tan escrupuloso, quizás pensó que acumular cargos (que obviamente le daban por su indudable valía, y capacidad de trabajo fuera de serie) podía esconder un secreto pecado de orgullo. Que hay que saber delegar. O simplemente que en la vida, para ser más eficaz, a veces hay que levantar (literalmente) el pie del acelerador. Sea como sea, después de ésto ya fue cediendo la responsabilidad del Santa Cristina en su mano derecha, José Bourkaib.
(Para los curiosos o aficionados, Gálvez usó sucesivamente estos modelos: un Ford en 1912 Matrícula MA 69, un Hudson en 1915 -MA 192- y un Morris en 1932 -MA 5179-).
28.I.2024 – La prisión donde estuvo Gálvez
La prisión donde estuvo Gálvez por primera vez encarcelado en 1932, tras la sanjurjada, es actualmente el Cuartel de la Policía Local de Avenida de la Rosaleda. Al escribir la biografía, la editora puso en duda el dato, pensaba que habría estado en la cárcel de Cruz de Humilladero; pero esa prisión fue inaugurada poco después (1933), realmente estuvo en la Rosaleda, lo confirmé con un estudio de quien quizás más sabe de este tema, Maripepa Lara, a quien algunos conoceréis.
Es terrible la prisión. Cuando vas por tu oficio (yo he asistido sólo a la que había en Carranque, y a la de Alhaurín) a visitar alguna persona, aunque sabes que vas de visita realmente impresiona enormemente sentir cerrarse el «rastrillo» tras de ti. Extraordinaria fortaleza de ánimo la de José Gálvez que, siendo inocente, fue encarcelado y mantuvo la presencia de ánimo confortando a sus otros compañeros que estaban completamente abatidos, e incluso animándoles a hacer gimnasia con él para despejar la mente.
Desde la celda le escribió a su esposa (ya enferma, fallecería en febrero de 1934): «Si han menester ustedes algún dinero pídanselo a Don Melchor. Si quieren completar los avíos que ayer me enviaron, pueden adicionar el cepillo y el peine que se quedaron ahí en la mesilla del espejo, un saquito para la ropa sucia y un tubito con pasta dentífrica. Un infiernillo pequeño constituiría un complemento casi lujoso. Los pobres reclusos nos miran con gran benevolencia y nos ayudan todo lo que pueden. Reina entre todos los prisioneros gran cordialidad y no falta quien nos ameniza el rato con chistes y cuentecillos. Procuren estar tranquilos, eleven el corazón a Dios y ofrézcanle este pequeño sacrificio. Adiós. Te abraza – José«.
Con razón es una obra de caridad visitar a los presos. Fantástica labor, dicho sea de paso, la de los trinitarios y su grupo de voluntarios de Pastoral penitenciaria.