[dropcap]L[/dropcap]La instrucción diocesana del proceso de beatificación del Dr. Gálvez marcha a buen ritmo. Cada semana se celebran nuevas testificales en la Delegación para la Causa de los Santos y la Comisión Histórica rescata de los distintos archivos de la capital las numerosas pruebas documentales de su inagotable caridad. Y en la ciudad de Málaga, se va recuperando paulatinamente la memoria de quien tanto se desveló por sus conciudadanos como médico y como alcalde, siempre desde su perspectiva de cristiano comprometido con su fe.
En esa labor de difusión de la vida y obra del Siervo de Dios que constituye uno de los principales fines de la Asociación Pro-Beatificación, el Colegio Oficial de Médicos, institución de la que D. José fue Presidente desde 1921 a 1927, celebró en colaboración con la Asociación el día 25 de enero de 2013 una tertulia y posterior emisión de un documental de 35 minutos de duración. El acto, desarrollado precisamente en el admirable Salón que ostenta el nombre de nuestro ginecólogo, constituyó un rotundo éxito por el número y condición de los asistentes. Descendientes directos del Dr. Gálvez (en sus tres ramas, García-Morato, Haya y Gálvez) se sentaron junto al anterior postulador de la Causa D. Francisco García Mota, que sigue colaborando estrechamente con la misma y D. Francisco Rubio Sopesén, Promotor de Justicia en el proceso. Asistieron el jesuita P. Vicente Luque, y los presbíteros D. Francisco Millán y D. José Diéguez. Del periodismo malagueño destacaban nuestros queridos y admirados D. Diego Gómez y D. Manuel Alcántara junto al director de El Mundo en Málaga D. Rafael Porras. La Adoración Nocturna compareció con una nutrida representación encabezada por su Presidente D. Bartolomé Ordóñez y el vocal de nuestra Asociación D. Sebastián Rivas Briales. Del Patronato del Ave María D. José Luis Esteve Balzola y D. Diego Martínez Salas, así como el director de la comunidad salesiana P. Felipe Acosta y el director del Colegio D. Juan Baena. El Sr. Rector del Seminario Diocesano D. Francisco González Gómez y la Directora de la Casa Diocesana Dª Inmaculada Román. En esta relación de asistentes no exhaustiva y sujeta a omisiones involuntarias, deben incluirse como es lógico los numerosos médicos, incluyendo al anterior Delegado de Turismo de la Junta de Andalucía Dr. Antonio Souvirón, y el Delegado del Área de Gobierno de Ordenación del Territorio y Vivienda del Ayuntamiento de Málaga Dr. Diego Maldonado. El coloquio fue moderado por el Presidente del Colegio Dr. Juan José Sánchez Luque. D. Juan José, a quien la Asociación agradece profundamente su intensa, comprometida y amabilísima implicación en la labor que desarrolla la Asociación, turnó las intervenciones del Dr. Rodríguez Cabezas, que ya en su día pronunciara la laudatio con ocasión de la inauguración del salón de Actos “Gálvez Ginachero”, de la Dra. Silvia García Barrios, miembro de la Comisión Histórica, y del postulador de la Causa, D. Francisco García Villalobos. Tras la emisión del documental, que fue muy aplaudido, clausuraron el acto el Sr. Vicario General de la Diócesis D. Alfonso Fernández-Casamayor Palacio, que exhortó a los presentes con una emotiva exhortación a la santidad personal, y el Sr. Alcalde de Málaga D. Francisco de la Torre, que en una ágil intervención glosó la figura del Siervo de Dios especialmente desde su perspectiva de regidor municipal[1].
Una de las ideas que se expusieron durante el citado coloquio fue qué sentido tiene en nuestros días una beatificación. Se señaló que la beatificación de Gálvez, a quien precisamente no le serviría sería a él mismo, ya que, glosando a San Pablo (2 Tim. 4,6), él ya luchó su noble combate y acabó su carrera. A quien sí aprovecharía es a los hombres y mujeres de hoy, padres o madres de familia, comprometidos en sus trabajos y en sus hogares, a quienes en tal caso la Iglesia propondría la vida de D. José como modelo de conducta: ya que todos, y lógicamente también los laicos, estamos llamados a la santidad[2].
Decía Benedicto XVI en la Solemnidad de la Epifanía del 6 de enero de 2013 que los santos son como las constelaciones que ha puesto Dios en el cielo para guiarnos a Él en las noches de este mundo. Así la Iglesia nos declara, para que tengamos referencias ciertas, modelos concretos de conducta para llegar a Dios. De tal modo, si Gálvez es finalmente beatificado, la Iglesia oficialmente manifestará que le propone como un modelo a imitar para que los cristianos de la Iglesia de Málaga, peregrina en la tierra, podamos llegar algún día a ver a Dios[3].
Este bello concepto de iglesia peregrina o militante se incardina en la doctrina sobre la Comunión de los Santos que formulamos en el Credo, por lo que es particularmente reseñable en este Año de la Fe cuya apertura se celebró el día 11 de octubre de 2012 y que será clausurado el 24 de noviembre de 2013.
En efecto, la Comunión de los Santos, además de significar la comunión de las cosas santas (sancta)[4] cobra su sentido en la comunión de las personas santas (sancti). Inspirado directamente en la Lumen Gentium 49, el Catecismo explica que existen tres estados en la Iglesia: «Hasta que el Señor venga en su esplendor con todos sus ángeles y, destruida la muerte, tenga sometido todo, sus discípulos,
-unos peregrinan en la tierra;
-otros, ya difuntos, se purifican;
-mientras otros están glorificados, contemplando «claramente a Dios mismo, uno y trino, tal cual es.
Todos, sin embargo, aunque en grado y modo diversos, participamos en el mismo amor a Dios y al prójimo y cantamos el mismo himno de alabanza a nuestro Dios. En efecto, todos los que son de Cristo, que tienen su Espíritu, forman una misma Iglesia y están unidos entre sí en Él»[5].
Esta división es conceptual, precisamente porque «la unión de los miembros de la Iglesia peregrina con los hermanos que durmieron en la paz de Cristo de ninguna manera se interrumpe. Más aún, según la constante fe de la Iglesia, se refuerza con la comunicación de los bienes espirituales»[6] Y eso mismo explica nuestra fe en la intercesión de los santos.
La intercesión de los santos es precisamente una de las doctrinas católicas más contestadas por nuestros hermanos separados. El reparo principal que suelen oponer éstos, resumidamente, es que Cristo es el único mediador entre Dios Padre y los hombres, conforme señala San Pablo:
“Pues Dios es uno, y único también el mediador entre Dios y los hombres: el hombre Cristo Jesús” (1 Tim. 2,5)[7]
Sin embargo, tal reparo no tiene consistencia desde nuestra perspectiva católica. Evidentemente Cristo es el único mediador porque Él ha pagado la deuda que el ofensor (el hombre) tenía con el ofendido (Dios). En ese sentido sólo Cristo puede mediar por nosotros, porque sólo Él, siendo Dios y hombre verdadero, ha muerto para pagar nuestros pecados, y ningún otro, ni la Virgen, ni los santos, ni los ángeles pueden mediar. Pero sí interceder suplicando a Dios que nos perdone nuestras ofensas, y rogarle que nos envíe su auxilio; la Virgen, los santos[8] e incluso nosotros podemos actuar en dicho sentido secundario y cooperativo con la única mediación de Cristo, puesto que todos somos miembros del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia[9].
Justamente en San Pablo observamos ejemplos de oración e intercesión que no contradicen la única mediación de Cristo. Así cuando el Apóstol de los gentiles suplica que oren e intercedan por él y por los demás miembros de la iglesia (a los cuales llama santos)[10]:
-«Hermanos, orad también por nosotros. Saludad a todos los hermanos con el beso santo” (1 Tes. 5,25-26)
-“Poneos el casco de la salvación y empuñad la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. Siempre en oración y súplica, orad en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con constancia, y suplicando por todos los santos.” (Ef. 6,17-18)
Y también en Santiago:
-“Por tanto, confesaos mutuamente los pecados y rezad unos por otros para que os curéis: mucho puede la oración insistente del justo” (Sant. 5,16)
De ahí que al rezar en la Santa Misa y elevar nuestras peticiones al Señor, digamos «Por Cristo, con Él y en Él». Todos, pues, podremos ser mutuamente intercesores si estamos en Cristo y somos parte de su Cuerpo Místico. Y de esa manera brilla con todo su sentido la referencia de nuestro Catecismo a la intercesión de los santos. «Por el hecho de que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad»[11].
Los santos no son, pues, indiferentes a nuestras vicisitudes. «No dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra. Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad» [12]
Con lo que, de todo lo anterior, se desprende que «no veneramos el recuerdo de los del cielo tan sólo como modelos nuestros, sino, sobre todo, para que la unión de toda la Iglesia en el Espíritu se vea reforzada por la práctica del amor fraterno. En efecto, así como la unión entre los cristianos todavía en camino nos lleva más cerca de Cristo, así la comunión con los santos nos une a Cristo, del que mana, como de fuente y cabeza, toda la gracia y la vida del Pueblo de Dios»[13]
En esa, podríamos decir, comunicación “bidireccional” que constituye la comunión de todo el Cuerpo Místico de Cristo, tienen igualmente efecto nuestras oraciones por los difuntos: “La Iglesia peregrina … desde los primeros tiempos del cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció sufragios por ellos; «pues es una idea santa y piadosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados» (2 M. 12, 46)». Nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor”[14].
En conclusión, y para lo que respecta a nuestras vidas cotidianas, no resulta nada desproporcionada la rotunda expresión de Benedicto XVI: rezar no es «un accesorio» sino un auténtico «asunto de vida o muerte”. Porque «orar no es evadirse de la realidad ni de las responsabilidades que implica, sino asumirlas hasta el fondo, contando con el amor fiel e inagotable del Señor” [15]
[1] No pudiendo asistir por encontrase aún convaleciente de una enfermedad el Delegado Episcopal para la Causa de los Santos D. Pedro Sánchez Trujillo, fue mencionado con especial cariño por el Presidente del Colegio de Médicos.
[2] V. LG 40 ss.
[3] Al mirar la vida de quienes siguieron fielmente a Cristo, nuevos motivos nos impulsan a buscar la Ciudad futura (cf. Heb. 13,14-11,10), y al mismo tiempo aprendemos cuál sea, entre las mundanas vicisitudes, al camino seguro conforme al propio estado y condición de cada uno, que nos conduzca a la perfecta unión con Cristo, o sea a la santidad. Dios manifiesta a los hombres en forma viva su presencia y su rostro, en la vida de aquellos, hombres como nosotros que con mayor perfección se transforman en la imagen de Cristo (cf. 2 Cor. 3,18). En ellos, Él mismo nos habla y nos ofrece su signo de ese Reino suyo hacia el cual somos poderosamente atraídos, con tan grande nube de testigos que nos cubre (cf. Heb. 12,1) y con tan gran testimonio de la verdad del Evangelio. (LG 50)
[4] La comunión en la fe, los sacramentos, los carismas, y en los bienes por la caridad, conforme señala el Catecismo de la Iglesia Católica (nn. 949-953)
[5] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 954.
[6] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 955.
[7] Todas las referencias bíblicas están tomadas de la Sagrada Biblia en la versión oficial de la Conferencia Episcopal Española.
[8] «Por cooperar en nuestra reconciliación, disponiendo y ministrando la unión de los hombres con Dios» (Sto. Tomás de Aquino, Summa Theologica, III, 48,1)
[9] Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 787 ss.
[10] 1 Cor 1,2
[11] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 956.
[12] Ibidem.
[13] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 957, LG 50
[14] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 958.
[15] Meditación en el Ángelus dominical sobre la Transfiguración, 4 de marzo de 2007.
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