Conferencia al Claustro de Profesores de las Escuelas del Ave María en Málaga, 21 de enero de 2019
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? Romanos 8,31
Antes de nada, deseo agradecer a D. José Luis Esteve Balzola su implicación con la causa de beatificación de Gálvez Ginachero. Él representa a las Escuelas del Ave María en la Asociación pro-beatificación. Y cuando era presidente del Patronato de las Escuelas, y por tanto sucesor de Gálvez Ginachero, presentó la carta de adhesión en nombre del Ave María al proceso de beatificación. No era un formulario-tipo de adhesión. Era una carta sentida y sincera, luego les leeré algún párrafo. De manera que muchas gracias D. José Luis.
Agradecer naturalmente a las Escuelas esta amable invitación. Para mí es un verdadero honor poder hablar de José Gálvez en un lugar que él tanto, tanto amó. Siempre se habla de su generosidad donando los terrenos, pero puedo afirmar que esa generosidad era la mínima expresión, la mínima traducción económica de su amor por las Escuelas. Igual que cuando hacemos un regalo a un ser querido, nunca el coste del regalo alcanza a expresar el nivel de nuestro sentimiento. Pues haciendo la comparación, figúrense el cariño que D. José Gálvez tenía a estas Escuelas, a sus miembros, a lo que representan.
Gálvez no es una figura del pasado. Yo deseo ofrecerles Gálvez como una figura vigente, actual, útil, si se me permite la expresión. No le vean sólo como un bienhechor que hizo unas donaciones, que presidió el Patronato, pero que está ahí atrás, en el panteón de los hombres ilustres… Muy ilustres, pero que hoy ya no tienen nada que decirnos.
No, Gálvez, es válido para el presente. Moderno, diría yo incluso. ¿Por qué? Primero porque Gálvez se anticipó a su época en muchas cosas. Por ejemplo, su actitud hacia las mujeres; la primera mujer concejal en Málaga, Teresa Aspiazu, la tuvo él cuando fue alcalde, y luego no hubo más mujeres concejalas durante casi 60 años, hasta la democracia; o su valoración de las matronas, creando la primera Escuela en Málaga; ahí están en la causa de beatificación docenas de testimonios de matronas testificando cómo les dispensaba un trato exquisito, la confianza que tenía en ellas, el valor y el respeto que otorgaba al trabajo de estas magníficas profesionales, etc.7
Pero sobre todo su actitud era de total empatía hacia las minorías, hacia los marginados. Lo que hoy llama el papa Francisco las víctimas de la cultura del descarte. Los ancianos. Los enfermos contagiosos. Los huérfanos. Las mujeres abandonadas, sin recursos y con cargas familiares. A las prostitutas, las madres solteras, las mujeres que habían abortado, las atendía Gálvez en exclusiva. Porque esas situaciones límite, límite sobre todo en aquella época, e incluso todavía hoy, esas situaciones las contemplaba y las atendía Gálvez desde su óptica cristiana y ponía todos los esfuerzos, con su ciencia y su caridad, para remediarlas.
Pero aquí, hoy en esta institución educativa quiero ponerles de manifiesto especialmente la faceta de Gálvez como amante de la infancia y comprometido con la educación. Estoy hablando a unos profesionales como ustedes que se dejan la piel para que las nuevas generaciones adquieran conocimientos y puedan tener un futuro, una dignidad y que no se dejen manipular. Esa vocación que tienen ustedes les da muchas satisfacciones. Pero no nos engañemos, hoy día también da muchos sinsabores, muchas amarguras. La incomprensión que pueden sentir de los alumnos, a veces de los padres e incluso puede que de la administración. Eso no se paga. Pero ustedes sostienen su esfuerzo, su lucha, porque tienen una vocación muy clara, y tienen modelos. Modelos excelentes como Andrés Manjón, Jesús Corchón, y el propio Gálvez Ginachero.
Gálvez llegó a ser la tercera fortuna en Málaga, y a su muerte estaba prácticamente empobrecido. Pero él no sólo daba peces, sino que se propuso que todo el mundo, y especialmente los más humildes, supieran pescar. No exagero si les digo que le obsesionaba el tema educativo casi tanto como el suyo propio, el sanitario. Concretamente, los esfuerzos de Gálvez en materia educativa se orientaron principalmente hacia los jesuitas, los salesianos y naturalmente hacia nosotros, hacia el Ave María.
Si nos vamos a principios del siglo XX, en esa época Gálvez ronda los 40 años. Ya está bien consolidado en Málaga, ya es una figura de referencia.
Pues bien, en esa época, la educación de la infancia de las clases más desfavorecidas ustedes saben que se encontraba prácticamente abandonada.
La profesora Sanchidrian ha estudiado aquel momento histórico.
Málaga tenía entonces unos 130.000 habitantes, de los que casi el 70 % eran analfabetos. Y Málaga contaba con tan solo 30 escuelas públicas. Además cada escuela normalmente tenía una sola clase, donde se atendía a todo el alumnado, lo que suponía que la administración ofertaba aproximadamente 3.000 plazas escolares. Esta oferta tan escasísima era, según las autoridades de la época, más que suficiente por falta de demanda. Y no había demanda porque o bien los niños tenían que ganarse la vida y ayudar a sus familias y no podían ir a la escuela, o simplemente porque los padres no veían en ella una vía de mejora para sus hijos, no la valoraban.
La educación por tanto era en esta época un privilegio, para las clases más pudientes. Y contra esta situación reacciona la Iglesia.
El sacerdote don Diego López Linares, estaba muy preocupado viendo la cantidad de niños vagabundos, que vivían solos por la ciudad, separados de sus padres, deambulando, comiendo y durmiendo como podían en la calle o bajo los puentes. Carne de cañón, carne de delincuencia. Entonces, para buscar recursos, acudió a algunas personas entre los que se encontraba don José Gálvez Ginachero, para según nos relata Jesús Corchón,»… instalar unos dormitorios que él llamó «Refugios nocturnos», pues verdaderamente solo servían para dormir (…) Esto consistía en que al anochecer los niños iban allí, y don Diego les tenía preparado un vaso de leche, y un pedazo de pan, y luego a dormir, y por la mañana cuando don Diego acudía aquello ya estaba vacío, se habían ido despertando, y se habían ido y se acabó, pero a la siguiente noche volvían otra vez.
Fíjense, el proyecto Calor y Café que tenemos hoy día en Cáritas diocesana (ahora acaba de cumplir dos años), se parece bastante a esa iniciativa de D. Diego López Linares. Diego López Linares trabajaba en 1900. Hoy, siglo XXI, hablamos de un estado social de derecho, la Iglesia ha tenido que montar el centro de acogida nocturna «Calor y café» en la calle Álvaro de Bazán. Allí, las personas que duermen en la calle pueden acudir a resguardarse, descansar, tomar algún alimento caliente, darse una ducha, etc. Está abierto desde las 9 de la noche hasta las 9 de la mañana.
Pero volvamos a Diego López Linares. De este refugio nocturno infantil, que estaba en calle Pozos Dulces, Gálvez pagaba el alquiler del inmueble, además de donaciones que hacía en dinero. Pero Gálvez no se conformaba con financiar este asilo. Sabía que había que promover socialmente a estos niños y le propuso a D. Diego transformar el «Refugio» en «Escuela», conforme al modelo de las «Escuelas del Ave María» que el Padre Andrés Manjón estaba estableciendo con éxito en Granada.
El diario del Padre Manjón, día 17 de diciembre de 1.904, dice:»Don Diego López Linares (presbítero) y don Joaquín Bugella (abogado) vienen de Málaga a empaparse en los procedimientos del Ave María para fundar allí bajo la protección de José Gálvez. ¡Ave María! »
Año 1907. D. Diego se traslada a una finca propiedad de la esposa de Gálvez en el Pasillo de Nateras, hoy Avda. de Fátima, que le cedió en usufructo.Y tras la muerte de D5 María, Gálvez, ya viudo, consolida a favor de las Escuelas el pleno dominio de la propiedad.Allí permanecerán las Escuelas hasta su traslado en 1947, a las instalaciones hoy ocupan aquí en Huelin.
En el preámbulo de la escritura notarial de Fundación, se exponía justamente que las Escuelas se constituyeron mediante la donación de los inmuebles que hemos dicho «con objeto – leo textualmente- de favorecer a los niños de las clases menesterosas de esta capital, siguiendo las doctrinas de los Reverendos Don Andrés Manjón,…, y Don Diego López Linares,…;
También se dice en la Escritura que el fin de esta institución, por cuyo cumplimiento satisfactorio debe velar el Patronato, es «formar buenos cristianos y perfectos ciudadanos, en el mayor número posible de niños de Málaga.» Es una cita directa de la célebre frase de Don Bosco, ya hemos dicho que la otra pasión educativa de Gálvez fueron los salesianos.
De este modo Gálvez se adhiere al modelo de las Escuelas del Ave María, y lo hace conforme a la doctrina social de la Iglesia. Porque de acuerdo con la doctrina social de la Iglesia, tenemos que educar para hacer a las personas miembros de una comunidad que discierne las opciones que debe asumir. Es sobre todo una cuestión de dignidad. Hay que educar -ustedes lo saben mucho mejor que yo- para hacer a las personas capaces de hacerse cargo de los problemas del propio tiempo y del propio ambiente. Para que puedan tomar responsabilidad activa y protagonismo en la comunidad cristiana y en la sociedad. La idea de la que estamos hablando por tanto, en tiempos de Gálvez y hoy en 2019, es educar para participar en una sociedad profundamente necesitada de construir tejido social. Como dice Fernando Fuentes, el Director de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Española, uno de los retos históricos permanentes en España es la escasa consistencia de la sociedad civil, que en la vida real se traduce en el abandono de responsabilidades individuales en manos del Estado. Ése es nuestro reto.
Verdaderamente pueden estar ustedes absolutamente orgullosos de estas Escuelas. De tanto bien que han hecho, hacen y harán. Cuando las Escuelas surgieron en Málaga, fueron una auténtica revolución pedagógica, tanto por sus métodos como por constituir una enseñanza dirigida a las clases humildes de la sociedad, que en la práctica estaban abandonadas por todos. Porque antes de plantearse cualquier discusión metodológica, el primer paso de las Escuelas era vestir, alimentar y dar de comer a los niños, consiguiéndose de esta forma que las propias clases desfavorecidas se interesaran en la escolarización de sus hijos, lo que evitaba igualmente que los niños estuviesen en la calle.
Y es que aunque nos resulte difícil imaginar estas situaciones desde nuestra perspectiva actual, la «diferencia» del Ave María en tiempos de Gálvez era que ofrecía dos comidas diarias, en vez de lo habitual de estos centros, que era una. Con lo que además de evitar la carencia nutricional de los niños, se evitaba una mayor «exposición “al abandono callejero, presa fácil para cualquier tipo de abuso. Se conserva un escrito de José Gálvez dirigido al Ministro de Educación, año 1942, en el que se decía literalmente:»Que existiendo bajo el cuidado del Patronato que tiene el alto honor de dirigir unas Escuelas del Ave María en el barrio más populoso y fabril de la ciudad…, siguiendo en todo los métodos que nos trazara nuestro inolvidable maestro Andrés Manjón. Que facilitándosele en estas Escuelas no solo la educación sino también el alimento, que al ser distribuido a 200 niños en dos comidas, se consigue que estén recogidos todo el día (de 8 y 1/2 de la mañana a 7 de la tarde), con lo cual se evita la lacra de Málaga, el niño callejero. Que teniendo en proyecto la instalación de unas clases-talleres…” Y sigue así la petición. O sea, primera prioridad: recoger a los huérfanos, muchos de ellos por causa de la guerra, de uno y otro bando. Y a partir de ahí, que estuvieran alimentados. Y ya después, el tema educativo.
¿Qué pasaba? Que mucho de lo que se conseguía se podía perder al abandonar los niños la educación obligatoria. Así que para evitarlo se promovieron talleres para aprender un oficio, y así se les mantenía en las Escuelas hasta una edad más superior en la que su personalidad estuviese más formada. Este diseño de Escuela aspiraba igualmente a formar cívicamente, educando hombres completos, que pudiesen resistir las manipulaciones de las ideologías.
Pues bien, este ideario de las Escuelas del Ave María, que Gálvez, López Linares y después Jesús Corchón pusieron negro sobre blanco en los Estatutos y piedra sobre piedra en los pabellones, ese ideario, ese ideal, ese sueño cristiano debe seguir vivo, porque las necesidades y retos siguen hoy vigentes.
¿No es un reto la inmigración? ¿No es un reto la soledad y el aislamiento que provocan las nuevas tecnologías? El papa Francisco nos ha advertido reiteradamente sobre ambos temas. Naturalmente los tiempos han cambiado.
Pero los enfoques, los recursos, las anticipaciones, las empatías que tuvieron Manjón, Gálvez, Linares y Corchón son para nosotros hoy modelos de referencia, son guías pasadas para resolver nuestros propios retos presentes.
Estudiando sus guiones de trabajo y de vida, podemos escribir los nuestros.
Seguro que todos ustedes tienen figuras de referencia. Yo les aseguro que la vida de Gálvez, sus reacciones, sus actitudes, pueden serle de mucha ayuda hoy en sus vidas.
He citado varias veces a Jesús Corchón. Está claro que de los muchos frutos que dieron las Escuelas, no cabe duda que quizás el mejor fue él. Se convirtió en la mano derecha de José Gálvez tras la guerra como Director, mientras que Gálvez presidió el Patronato hasta su muerte. Y precisamente de Jesús Corchón, del que se conservan varios testimonios en la causa de beatificación en favor de José Gálvez, les voy a leer un fragmento de una hermosa semblanza titulada «El Doctor Gálvez, amante de la infancia»: «…a nuestro D. José, como a aquel otro adalid de la Ciencia Pedagógica, D. Andrés Manjón, no le ha estorbado ser un genio para sentir en su corazón las miserias de la parte más débil de la humanidad, que es la infancia, … si es de fama nacional la maestría con que ha manejado su milagroso bisturí, con creces se ha superado en la aplicación del bisturí de la Caridad para con la infancia, bisturí que lo único que raja es el interesado egoísmo y el propio bolsillo, para cicatrizar las heridas que este viejo vicio y la falta de compasión cristiana dejaron frescas y aún sangrantes en el tierno corazón infantil. Dondequiera encuentra la herida de la miseria infantil e intuye con su fino sentido la ocasión de remediarla, allí acude él con el bálsamo anónimo de su farmacopea espiritual. Por eso no es de extrañar que, al hacer el recuento de sus desvelos hasta el momento presente en pro de la niñez desvalida, sea casi imposible lograrlo, dada la duración y fecundidad de su vida; teniendo que contentarnos con resumirlo en comidas y comedores para los niños en su época de Alcalde, instalación del Sanatorio Marítimo Antituberculoso y constitución del Tribunal Tutelar de Menores para la corrección de la infancia descarriada…es, además protección constante a la educación salesiana y avemariana, es la realidad de escuelas levantadas en barrios carentes casi en absoluto de ellas y son, el número incalculable de necesidades infantiles remediadas que ni tú ni yo sabemos y que aparecerán en su día a la vista de los vivientes» .
Eso decía Jesús Corchón de Gálvez. Con razón, al fallecer Gálvez Ginachero, estas Escuelas se sintieron literalmente huérfanas, pues habían perdido a un verdadero padre espiritual que tanto se desveló literalmente por los niños sin padre o abandonados.En el Libro de Actas del Patronato, se acordó «constara en acta el sentimiento de todos los presentes por tan irreparable pérdida»»El finado -dice el acta, que se conserva- fue el creador del Patronato y protector constante de las Escuelas durante su primera época, y desarrolló una labor verdaderamente extraordinaria en la segunda, pues todas las obras que se han realizado en estas escuelas tanto materiales en lo que a la construcción del edificio se refiere como en buscar solución a las dificultades económicas y captación de amigos, simpatizantes y protectores de las Escuelas en una máxima parte es debido a su trabajo e influjo. La muerte del Dr. Gálvez Ginachero – termina el acta- ha sido un verdadero luto para la ciudad, y ha privado el Patronato de su alma y de su vida. Y ya en nuestros días, D. José Luis Esteve Balzola, en la carta de adhesión a la causa de beatificación del Dr. Gálvez que les he mencionado al principio, señalaba:»hay que reconocer que los talentos que adornaros su gran personalidad no fueron únicamente simples cualidades de orden humano, sino auténticas virtudes cristianas que transforman todo su quehacer altruista en ofrenda a Dios y lo elevan al nivel sobrenatural. Sólo así se puede interpretar el plan diario de su vida que discurre entre coordenadas que lo canalizan y lo definen: la Santa Misa, la adoración eucarística nocturna, la oración, el rezo del Santo rosario, etc… Todo lo que le hacía posible alcanzar su gran objetivo: la presencia continua y el amor de Dios. Sí, -decía en la carta D. José Luis Esteve- creo profunda y sinceramente que el Siervo de Dios José Gálvez Ginachero, es acreedor a ser elevado oficialmente por la Santa Iglesia Católica a la categoría de Beato. Así podrán disponer los malagueños de un paisano como guía cercano en este recorrido hacia la Casa del Padre Dios. En el Patronato de las Escuelas del Ave María, ya recurrimos a su provechosa intercesión.»
Voy concluyendo: en primer lugar y por todo lo dicho, considero que en las Escuelas podemos tener a Gálvez como un modelo profesional y moral. Podemos aprender de su actuación cotidiana, de su día a día. Él seguía un estricto plan de vida y un riguroso método de trabajo. Es lo que yo suelo llamar «el secreto de Gálvez Ginachero». En su Cuaderno de Notas, él iba escribiendo en frases cortas algunos de sus pensamientos, o pequeñas oraciones. Y también recogía con frecuencia sus programas diarios; los objetivos cotidianos que, se proponía cada mañana desde que se despertaba, para cumplirlos con rigor y precisión. Saben que tenía una mentalidad como muy alemana. Era un hombre extraordinariamente metódico. Y ahí se ve, en sus programas diarios, que iba alternado trabajo y devoción. Todos los días, por la mañana misa, después estudio, y al hospital, a media mañana se escapaba a saludar a María Auxiliadora, otra vez hospital, visita al santísimo, estudio, clínica, rosario, preparación del día siguiente.
Noten que he dicho dos veces «estudio». Ya con sesenta años -60 años de la época-, y siendo él mismo una autoridad, sacaba unas dos horas cada día para dedicarlas al estudio. En su Cuaderno cita incluso las materias y los manuales de referencia. Por tanto, un gran ejemplo para todos nosotros.
Pero en segundo lugar, no olvidemos que Gálvez está en proceso de beatificación. Podemos y debemos pedir su intercesión. Me ha encantado ver al principio de su magnífica revista, la oración aprobada por la Iglesia para solicitar gracias o favores y que más pronto que tarde estoy convencido nos traerá algún milagro. Decía Santa Teresita que se pasaría su cielo haciendo el bien en la tierra. Seguro que Gálvez, el médico de los niños y sus madres, el protector de la infancia, está pidiendo a Dios por nosotros. En sus propias palabras:
-Quiere el Señor concedernos sus gracias, pero sólo las da a aquel que las pide. Ora sin cesar. El Señor oye ciertamente a los que piden con perseverancia.
-Pide como el leproso: Señor, si quieres puedes curarme. Esto es, si lo merezco y es conveniente.
Así que confiemos y pidámosle a Dios nos conceda lo que realmente nos conviene, y pidamos confiadamente a Gálvez su intercesión. Pidámosle a Dios que nos ilumine ante nuestros problemas y dificultades. Los particulares y los profesionales. Los de cada uno de nosotros, y los de nuestras queridas Escuelas, que tienen muchos retos, pero también un enorme capital humano -todos ustedes- y una gran reserva y fortaleza espiritual (el legado de Manjón, de López Linares, de Corchón, de Gálvez y de tantos que han pasado por aquí más o menos anónimamente pero que han sido las piedras vivas que hoy nos permiten mirar con esperanza al futuro).
Ustedes, y ya termino, queridos docentes, al educar están creando el futuro. Literalmente, lo tienen en sus manos. Con esa responsabilidad, aliméntense con el ejemplo de figuras que parecen del pasado, pero que son muy del presente. Ustedes, aquí, son los herederos de Gálvez, de su figura, de su mensaje, de su esperanza, de su sueño.
Sigamos el modelo de Gálvez. Él siempre confió en Dios. La confianza en Dios nos permite afrontar cualquier adversidad. Porque “si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?”