Discurso Postulador Acto Académico.
[dropcap]Q[/dropcap]Quiero comenzar dando las gracias a D. Francisco García Mota. D. Francisco, es para mi tan entrañable y suscita en mi tanta admiración y respeto que, como bien sabe la familia Gálvez, he dudado en aceptar esta apasionante tarea con la que me ha honrado el Sr. Obispo, no por su dificultad o magnitud, sino justamente por poderse considerar casi una osadía tomar el testigo de unas manos tan firmes, templadas y capaces como las suyas. Sólo me permite dar el paso, además de la benevolencia de D. Francisco, la seguridad –confirmada expresamente por él– de que va a seguir a nuestro lado apoyando con su saber y su experiencia la Causa del Dr. Gálvez. Porque el buen fin de la Causa, esto es, el reconocimiento por la Iglesia del ejercicio en grado heroico por D. José Gálvez de las virtudes cristianas, está por encima de nosotros, quienes somos sólo herramientas más o menos hábiles para ayudar a dicha declaración.
Quiero agradecer asimismo al Sr. Obispo D. Jesús Catalá su confianza. Me la testimonió hace tres años cuando me encomendó la Secretaría General del Obispado, honrosísimo oficio que hasta mi nombramiento ningún laico había tenido el honor de desempeñar en nuestra Diócesis. Y la renueva ahora confiándome la postulación de una causa tan señera como es la del Dr. Gálvez Ginachero. Doy fe que D. Jesús, desde su toma de posesión, ha impulsado las iniciativas de nuestro Obispo Emérito, D. Antonio Dorado, en orden a que las causas de beatificación en Málaga –tanto las de martirio, como las de virtudes- lleguen a buen fin en su fase diocesana y sean remitidas a la Congregación romana con las mejores garantías de éxito.
Pero, ¿por qué pretendemos que Gálvez sea beatificado? ¿Qué podemos conseguir con ello? ¿Para qué nos sirven hoy día los santos?
Es evidente que el principal desafío para el cristianismo en el siglo XXI es el proceso de secularización y relativismo en el que nos hallamos inmersos, especialmente en la sociedad occidental. Como advertía Benedicto XVI «a quien tiene una fe clara, según el Credo de la Iglesia, a menudo se le aplica la etiqueta de fundamentalista, mientras que el relativismo parece ser la única actitud adecuada en los tiempos actuales. Se va así constituyendo una dictadura del relativismo, que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida sólo el propio yo y sus antojos».
Un sociólogo polaco, Bauman, ha acuñado la metáfora de la «liquidez» para describir al sujeto actual. Hemos pasado de estructuras y criterios sólidos y estables a una modernidad «líquida» y voluble en la que las estructuras sociales ya no perduran el tiempo necesario para solidificarse y no sirven de marcos de referencia para los actos humanos. La precariedad de los vínculos humanos en una sociedad individualista, marcadas por las relaciones transitorias, implican la fragmentación de nuestras vidas. En nuestra época, marcada por las redes sociales, se sacrifica la seguridad por la velocidad. Nada perdura. Todo es inmediato, podría decirse que sólo tiene validez lo instantáneo. Y en esa precariedad tan peligrosa, no se mantienen las responsabilidades ni las lealtades. Son tiempos líquidos, sin consistencia, sin estructura, sin compromiso.
Pero frente a la exaltación del individuo, frente a la concepción miope de que la imagen prevalece sobre la realidad, frente a la absoluta ausencia de valores firmes, la Iglesia, además de Dios, el único Santo, nos ofrece modelos de santidad en las personas que durante su vida, bien sufrieron el martirio por causa de la fe, bien ejercieron en grado heroico las virtudes cristianas. Cuidado, no nos despistemos con la fórmula clásica de la virtud heroica. Ello no significa que las vidas de los santos sean admirables perono imitables. Esa vieja excusa no vale. El propio Benedicto XVI nos lo explica: «Virtud heroica no quiere decir que el santo sea una especie de «gimnasta» de la santidad, que realiza unos ejercicios inasequibles para las personas normales. Quiere decir, por el contrario, que en la vida de un hombre se revela la presencia de Dios, y queda más patente todo lo que el hombre no es capaz de hacer por sí mismo.
Virtud heroica no significa exactamente que uno hace cosas grandes por sí mismo, sino que en su vida aparecen realidades que no ha hecho él, porque él sólo ha estado disponible para dejar que Dios actuara. Con otras palabras, ser santo no es otra cosa que hablar con Dios como un amigo habla con el amigo. Esto es la santidad. Quien tiene esta vinculación con Dios, quien mantiene un coloquio ininterrumpido con Él, puede atreverse a responder a nuevos desafíos, y no tiene miedo; porque quien está en las manos de Dios, cae siempre en las manos de Dios. Es así como desaparece el miedo y nace la valentía de responder a los retos del mundo de hoy.
En ese sentido, decía Romano Guardini, que para ser santo sólo hay que hacer, en cada momento, lo que la situación requiera realmente. No lo que querrían mis motivos egoístas o mis predilecciones personales. No lo que dicte mi comodidad, mi ventaja o mi gusto, sino estar atentos a actuar sencillamente «como si la situación misma hablara, diciendo: esto es necesario, que ayudes a éste, que hagas este trabajo, que ejercites la paciencia en este sufrimiento… Hacerlo, limpia y correctamente, sinenderezarlo según deseos personales, o debilitarlo, falsearlo; esto es lo que lleva a la santidad».
Por eso nos planteamos la causa de Gálvez. Porque parece advertirse a lo largo de su vida –lo digo con toda la cautela, ya que el proceso de beatificación está abierto, y hasta que la Iglesia no lo declare no podemos considerar que consta- pero parece digo (y por esa fama – fumus boni iuris- de santidad se abrió en su día el proceso) que justamente la vida de Gálvez puede ser para nosotros un modelo de virtudes heroicas. Con su trabajo infatigable, con su –literalmente– desvelo por sus pacientes, con su caridad contínua, si prospera la causa, tendremos hoy un modelo a imitar. Y digo hoy, en estos tiempos «líquidos», porque tengo la convicción de que Gálvez no es un personaje del pasado. Para el hombre y la mujer de hoy, su actitud de dedicación a los demás nos reta. Hoy sólo impera el yo, el egoísmo, el relativismo, hasta extremos tan horrendos como la pretendida proclamación de la contracepción como un derecho subjetivo. Frente a ésta, no ya ausencia de valores, sino imposición de antivalores con las que nos bombardean a los cristianos, sólo podemos confiar en lafuerza que proviene de Dios y que únicamente obtendremos –y con ello una profunda paz y felicidad– a través de la oración y el ejercicio constante de las virtudes.
Así considero que hizo el Dr. Gálvez. En la bella expresión de San Agustín, «conocer es amar», cuanto más investigo la vida de D. José más convencido estoy de que ejerció las virtudes en el grado heroico que hemos hablado. Toda su vida, a la que nos vamos a aproximar viendo el documental que se proyectará a continuación, fue un proceso de búsqueda de la perfección evangélica.
No hay que pensar, ni se pretende, que fuera perfecto. En toda la historia, sólo Jesucristo vivió y murió libre del pecado. Monseñor Corradini, Prelado Teólogo de la Congregación para las Causas de los Santos, ha dicho que la antigua hagiografía, vigente hasta hace poco tiempo, proponía al santo como si lo hubiera sido desde recién nacido y llegaba a una altura mística poco menos que Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz. Pero no es así. Somos personas humanas. Hay que presentar al santo tal como fue, porque a veces, presentando al santo tan perfecto lo que conseguimos es alejarlo de nosotros, de la gente, y nada más que nos sirven ya para colocarlos en una vitrina o besar los pies de sus estatuas. No, cada santo ha hecho su camino de Damasco, su recorrido a la santidad, su camino a la conversión. Y tal como hicieron ellos, podemos hacerlo nosotros, todos los que estamos aquí. Ya nos lo dice la Lumen Gentium: «todos los fieles, de cualquier estado o régimen de vida, son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la plenitud de la caridad».
Ojalá, que conocer la vida de D. José nos anime y nos impulse a todos y cada uno de los que estamos aquí, de cualquier estado o condición, sacerdotes, religiosos o laicos, hombres o mujeres, a ser cada día más santos. A ser columnas sólidas en estos tiempos líquidos, a dar testimonio de Dios ante el mundo, como pacíficos pero valientes soldados de Cristo.
[person name=»Francisco García Villalobos» picture=»» title=»Postulador de la Causa Jose Gálvez Ginachero» facebook=»http://facebook.com» twitter=»http://twitter.com» linkedin=»http://es.linkedin.com/pub/francisco-garc%C3%ADa-villalobos/23/b52/776″ dribbble=»http://dribbble.com»][/person]