Programa de Actos en los Salesianos

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El Dr. Gálvez Ginachero: Un corazón Salesiano.

Con el fin de dar a conocer la figura del D. José Gálvez Ginachero en su faceta relacionada con la Congregación Salesiana y como benefactor de las Escuelas Salesianas San Bartolomé de Málaga, se ha preparado el siguiente programa de actos:

Domingo 29 de enero: Mención a la figura de D. José Gálvez Ginachero en el triduo dedicado a S. Juan Bosco. Ofrenda floral y lectura del pregón por D. Manuel Garrido Mora, Salesiano Cooperador. (19:30 h. Santuario M- Auxiliadora)

Viernes 24 de febrero: Inauguración de la sala ‘‘D. José Gálvez Ginachero”. (18 h. Colegio Salesiano San Bartolomé)

Viernes 17 de marzo: Tarde de conferencias: “¡Gracias, Don
José!” (18 h. Salón de actos del Colegio Salesiano S. Bartolomé)

  • Proyección audiovisual: ‘‘De los talleres de artesanos a la escuela profesional del siglo XXI”.
  • ‘‘D. José Gálvez, una vida dedicada a los más desfavorecidos.”, D. Francisco García Villalobos (postulador de la causa de beatificación de D. José Gálvez).
  • Proyección fotos del Dr. Gálvez en el Colegio Salesiano de Málaga.
  • ‘‘El perfil salesiano del Dr. Gálvez”, D. Pedro Ruz Delgado (SDB).
  • Actuación musical.

 

 

 

El «secreto» de Gálvez Ginachero

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Se conserva un Cuaderno, de tapas blandas de color negro, de pequeño tamaño (10×15 cm), que fue manuscrito por Gálvez entre 1930 y 1936.

Ha sido examinado por los teólogos censores de la causa de beatificación, tal como establece la normativa canónica, pues contiene un conjunto de sus pensamientos íntimos acerca de Dios y su Iglesia. No alberga, desde luego, ningún pronunciamiento “herético”. Tampoco ni una sola referencia política, aún en aquellos agitados años. Antes bien, condensa en frases breves y concisas (él mismo era persona de muy pocas palabras) sus pensamientos, demostrando su profundidad espiritual y humana.

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La urna con sus restos mortales

urna

Esta fotografía de los restos de José Gálvez Ginachero se ha obtenido con ocasión de unos trabajos de mantenimiento de la cripta donde reposan, en la iglesia de la Victoria.

Es el único vestigio físico que nos queda de este hombre extraordinario, que durante toda su vida se entregó en cuerpo y alma a los más desfavorecidos; especialmente ejerciendo su profesión de médico ginecólogo, pero también como protector de los ancianos del Asilo de los Ángeles, de los niños de las Escuelas del Ave María y los Salesianos, de los conventos de clausura, del Seminario… Tantas y tantas obras de caridad que su gran corazón practicó sin cesar, desgastándose, por amor a Dios, por sus hermanos.

Es ciertamente perturbador recordar, al ver esta imagen, aquello que sabemos perfectamente pero nos resistimos a tener presente: la brevedad de la vida, la fragilidad de nuestra existencia. Polvo somos, y en polvo nos convertiremos.

Pero la conciencia de la caducidad de nuestros cuerpos no debe sumirnos en la tristeza ni la angustia. El papa Francisco, a principios de este mismo mes, con ocasión de la festividad de los fieles difuntos, nos dijo que en estos momentos “la tristeza se mezcla con la esperanza … sentimos que esta esperanza nos ayuda, porque todos nosotros tenemos que hacer este camino. Antes o después, todos. Con más o menos dolor, pero todos. Y al mismo tiempo, con la flor de la esperanza. Con aquella cadena que está anclada más allá, en la esperanza de la resurrección que no desilusiona. ¿Y quién hizo primero ese camino? Jesús. Nosotros caminamos el camino que Él ha hecho. El que nos ha abierto la puerta es Él mismo: Jesús. Con su cruz nos ha abierto la puerta de la esperanza. Nos ha abierto la puerta para entrar donde contemplaremos a Dios. Yo sé que mi Redentor vive, y que al final se levantará sobre el polvo, y yo lo veré: Yo mismo. Mis ojos lo contemplarán, y no otros”.

Por eso, ante los restos de ese gran hombre, no debemos entristecernos ni inquietarnos. Al contrario, su vida terrena llena de buenas acciones hacia sus semejantes debe ser ejemplo y modelo para nosotros, que tenemos aún la oportunidad de actuar como Dios quiere, para poder mañana merecer estar con Él.

Es el mensaje de esperanza que nos dijo el papa que debemos conservar: una “doble memoria, la memoria del pasado, de los nuestros que se fueron, y la memoria del futuro, del camino que nosotros tenemos que andar. Con la certeza, con la seguridad que brotó de los labios de Jesús: ‘Yo lo resucitaré en el último día’… También los cuerpos mortales se levantarán el último día, y aquellos que se hayan dormido en el Señor serán asociados a Él en el triunfo sobre la muerte”.

Fco Gª Villalobos

El Dr. Gálvez y la máquina prodigiosa

Me encontraba hace unos días en el despacho del Director Titular del Colegio Salesiano. El director es nuevo en la plaza. Se llama Antonio Gil. Es de Teruel y ha llegado a Málaga destinado desde El Campello (Alicante), donde también estaba ejerciendo el servicio de director. Es un hombre afable y cordial que es músico, escritor y poeta. Estábamos hablando de poesía pues le había llevado, debidamente dedicado, mi último libro publicado, “Otoño en La Concepción”, que es un paseo otoñal poético y fotográfico por nuestro bello jardín malagueño, que él aún no conoce.

Hablando, como les digo, con D. Antonio, mi mirada se posó en un bonito cuadro del Dr. Gálvez Ginachero que allí se encuentra colgado. Ya les conté hace tiempo, mis queridos lectores, cómo nos robaron en los años noventa el hermoso marco de madera tallada que se encontraba en nuestra coqueta sala de espera y que enmarcaba una soberbia fotografía en blanco y negro de un señor con gafitas redondas, noble faz y bondadoso aspecto. Ese señor era nuestro bienhechor, el eminente doctor D. José Gálvez Ginachero.

De la foto y del marco nunca más se supo, pero a raíz de ser publicado mi artículo en SUR se puso en contacto con nosotros un amable señor, D. Francisco García Gómez, quien nos dijo que había comprado por esas fechas, en el rastro de Martiricos, un retrato del Dr. Gálvez y que a lo mejor era el nuestro. Pero no, lo que nos robaron era una foto y lo que él poseía era un óleo. Habló con el entonces director, D. Felipe Acosta, gran persona, buen director y mejor amigo, hoy destinado en la bella isla de Tenerife, y D. Francisco terminó regalando el cuadro al Colegio Salesiano malagueño. Ya se pueden imaginar nuestra alegría pues volvíamos a tener una imagen de D. José nuevamente con nosotros. Hoy se encuentra, como les digo más arriba, debidamente colgado en el despacho de nuestro director.

Le estaba explicando todo esto a D. Antonio, cuando me vino a la mente una bella historia de generosidad que me contó hace mucho tiempo el historiador salesiano D. José Sánchez Cotán, quien la relata en su obra “Cien años de presencia salesiana en Málaga. 1894-1994” y de la que fue protagonista D. José Gálvez y que un servidor les va a contar ahora en este artículo.

Pero situemos debidamente al Dr. Gálvez en su relación con los salesianos. Hay que decir que D. José fue un gran Cooperador Salesiano, que es una de las tres formas que D. Bosco ideó de ser salesiano. Hoy se denominan Salesianos Cooperadores y hacen sus votos temporales de adhesión a la Sociedad Salesiana, en la que ayudan y colaboran en su gran abanico de actividades sociales y pastorales sin por ello dejar de tener sus familias y sus actividades profesionales.

Dña.Carmen Ginachero, la madre de D. José, fue también Cooperadora Salesiana y seguramente inició a su hijo en la profunda devoción a Mª Auxiliadora y en las virtudes de nuestro Sistema Preventivo, verdadera joya educativa que los salesianos han difundido y utilizado con éxito evidente a lo largo y ancho de nuestro planeta. El Dr. Gálvez, como les digo, fue un gran bienhechor de nuestro colegio, sin cuya ayuda, en momentos muy difíciles, todo hubiera sido mucho más complicado para los hijos de D. Bosco en su labor de ayuda y acompañamiento a los jóvenes más desfavorecidos de nuestra sociedad.

D. José Gálvez fue un verdadero santo. ¿Quién lo puede dudar hoy en Málaga, a estas alturas de la difusión de su obra y su permanencia en el sentir popular malagueño? Su ayuda económica y como médico, a los salesianos, pobres de solemnidad, fue siempre discreta pero eficiente y oportuna.

En 1917 era director de nuestro colegio D. Gregorio Ferro Saborido, que lo fue de 1917 a 1920. Este sacerdote salesiano, nacido en la provincia de Orense y formado en nuestro colegio de Sarriá (Barcelona), fue hombre de gran valía, de carácter bonachón, pero un maestro y un pedagogo excepcional según cuentan las crónicas. Pues bien, D. Gregorio le habló al Dr. Gálvez del mal estado de la imprenta del colegio, una máquina ya vieja y que funcionaba a trancas y barrancas con frecuentes arreglos artesanos e ingeniosos, pero que se veía claramente que iban a durar poco. D. José oyó en silencio y pidió visitar el taller de tipografía para ver con sus propios ojos el estado de la imprenta.

Hay que aclarar que una buena parte de los pocos ingresos de los colegios salesianos provenían de sus talleres tipográficos que solían tener muy buena fama. Ayuntamientos, diputaciones y empresas particulares solían confiar sus impresos a las muy prestigiosas tipografías salesianas. Si nuestra máquina dejaba de funcionar el quebranto sería grave para la economía de nuestra casa.

D. José se marchó, siempre discreto, y a los pocos meses llegó a Málaga por ferrocarril, procedente de Barcelona, una flamante máquina Minerva de último modelo, para nuestro taller de tipografía. D. José Gálvez, calladamente y con gran dedicación, había hecho todas las gestiones necesarias y había pagado de su siempre generoso bolsillo esta magnífica imprenta que fue bautizada con el nombre de “Venerable Juan Bosco”.

El día 3 de enero de 1918 fue escogido para la bendición de la máquina por parte del Sr. Obispo Auxiliar de la diócesis, D. Manuel González y García, en presencia de los gobernadores civil y militar, el delegado regio de enseñanza D. Narciso Díaz de Escobar y la numerosa familia salesiana malagueña acompañados de todos los jóvenes acogidos en nuestra casa. El Dr. Gálvez y su esposa fueron los padrinos de la nueva imprenta. Una auténtica máquina prodigiosa que convirtió a nuestro taller de tipografía en uno de los mejor dotados de la Málaga de su tiempo.

Durante toda su vida no cesaron nunca los actos de ayuda de todo tipo al Colegio Salesiano por parte de este hombre bueno que fue el Dr. Gálvez, verdadero modelo para las personas de bien y verdadero tesoro moral para la Iglesia. El día, esperemos no muy lejano, en que suba a los altares será para nosotros una gran alegría, pero no una sorpresa. Porque D. José Gálvez está siempre en nuestro recuerdo como un verdadero hombre santo de auténtico corazón salesiano.

José D. Farré Portales.
Profesor del Colegio Salesiano de Málaga.