Reportaje de la Exposición de Don José Gálvez.
En este documental se presentan los hechos más significativos en la vida de D. José Gálvez Ginachero, actualmente en proceso de beatificación en la Diócesis de Málaga. El Dr. Gálvez destacó por actuar de modo constante y esforzado conforme le exigía su conciencia cristiana, tanto en las situaciones cotidianas como en aquellas otras más extraordinarias a las que tuvo que enfrentarse en los difíciles tiempos que le tocó vivir. Fue un hombre, por tanto, coherente con su fe. Y ese actuar consecuente puede servirnos de ejemplo a los hombres y mujeres del siglo XXI.
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Misa por el alma del Doctor Gálvez Ginachero con ocasión del 62 aniversario de su fallecimiento.
La misa por el alma del Dr. Gálvez Ginachero se celebrará mensualmente en la iglesia de los Stos. Mártires Ciríaco y Paula de Málaga cada 29 a las 19,00 h., con excepción del mes de febrero (que pasa al 28) y cuando el día 29 coincida en domingo (como es el caso de junio de 2014, que pasa al sábado 28).
Presentación de la Semblanza de D. José Gálvez Ginachero – Ámbito Cultural «El Corte Inglés» – 26/07/2013
Como todos saben, el Dr. José Gálvez Ginachero está actualmente en proceso de beatificación. El proceso diocesano fue abierto por nuestro anterior Obispo, D. Antonio Dorado Soto, gracias a los buenos oficios de D. Francisco García Mota. Y con nuestro actual Obispo D. Jesús Catalá Ibáñez, marcha a muy buen ritmo. Especialmente el Colegio de Médicos y en particular su Presidente D. Juan José Sánchez Luque están prestando una gran colaboración, gracias también a los buenos oficios de nuestro Vocal Dr. Ángel Rodríguez Cabezas y del Dr. Miguel Gálvez Pettersen. Se están ultimando ya las testificales, y el trabajo fuerte de este año le corresponde a la Comisión Histórica, que está investigando en los archivos de Málaga y Madrid la vida y obra de D. José Gálvez.
Dr. José Gálvez Ginachero: Una vida entre la medicina y la santidad.
El Dr. Ángel Rodríguez Cabezas, vocal de la Asociación Pro-Beatificación, citó en su artículo Dr. José Gálvez Ginachero: Una vida entre la medicina y la santidad el encuentro del Dr. Julio Cruz y Hermida con el Dr. Gálvez Ginachero. Por su interés, reproducimos la editorial que sobre este mismo particular firmó el Dr. Cruz y Hermida en el Boletín informativo de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (nº 15 – 2º semestre de 2002).
Pienso que un Editorial, no solo debe recoger contenido de actualidad; puede y debe retrotraerse al pasado para honrar con el recuerdo, memorias de instituciones, personas y todo tipo de avatares.
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VALORES Y VIRTUDES DEL DR. JOSÉ GÁLVEZ GINACHERO
Quiero agradecer a la Escuela de Valores haberme invitado a esta charla, en la que primero haré una aproximación a los valores y las virtudes en general, y después trataré en particular los principales valores y virtudes que se daban en el Dr. Gálvez Ginachero tal como se está acreditando en el proceso canónico de beatificación del que el Sr. Obispo me otorgó el honor de nombrarme Postulador.
Esta invitación me permite cumplir uno de los objetivos principales de la Asociación Pro-Beatificación, parte actora en el proceso canónico, cual es difundir por todos los medios posibles las virtudes humanas de D. José Gálvez Ginachero para fomentar en la sociedad un mejor conocimiento de su vida, de su obra y actitudes de mayor compromiso.
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Porfirio Smerdou y el Doctor Gálvez
Porfirio Smerdou (1905-2002) era Cónsul honorario de México en Málaga en tiempos de la II República. Cuando estalló la guerra civil, Smerdou acogió en el consulado de México, Villa Maya (y en el de Argentina, tras la huída de su cónsul), a grupos de personas que temían por su vida, facilitándoles luego la huida a Gibraltar.
Tras la entrada de los «nacionales» en Málaga, el 8 de febrero de 1937, seis miembros de Izquierda Republicana, amigos de Smerdou, se refugiaron a su vez en el consulado argentino. Esta vez fue el Dr. Gálvez quien les libró de las represalias, posiblemente de la muerte. Así lo relata Diego Carcedo en su novela sobre Smerdou «El Schindler de la guerra civil«:
«Gálvez era un hombre liberal y campechano que un tiempo atrás había recurrido a Smerdou para que intercediese ante el gobernador por su hija, detenida en la prisión de mujeres por ser la esposa del piloto militar Carlos Haya, quien había sido sorprendido por la rebelión militar en la zona nacionalista. La mujer había sido puesta en libertad y el entonces cónsul de México se ofreció para llevarla a su casa donde ya vería forma de hacerle un hueco. Pero el doctor Gálvez no lo consideró necesario. Smerdou observó unos instantes la placa de la clínica, recordó la última conversación que había mantenido con su propietario, y en uno de esos impulsos instintivos que le habían sacado de los atolladeros, se decidió a entrar.
-¿Qué tal, Smerdou? -le saludó con gran efusividad el médico-. Parece que por fin las cosas van a normalizarse, ¿verdad?…
Conversaron de pie, el doctor Gálvez vestido con la bata blanca de la consulta, a la puerta del paritorio.
-Mucho hay que agradecerle, Smerdou -dijo el doctor-. Espero que se lo reconozcan y le ayuden enseguida a reorganizar su vida. ¿Se arregla lo de su cargo?
Gálvez inspiraba fiabilidad y transmitía confianza. Smerdou hablaba con él sin poder apartar de su mente a los republicanos que tenía escondidos en el consulado de Argentina. Sería terrible que los localizasen, cosa por otra parte bastante fácil, y que fueran fusilados. Titubeó un momento, y en pocas palabras hizo al médico cómplice de sus tribulaciones. Gálvez escuchó sin pestañear el relato, se quedó un instante pensativo y rápidamente respondió:
-Vamos a intentar arreglarlo. Tengo aquí mucho sitio y puedo habilitarles una sala para que se oculten unos días. Voy a mandar una ambulancia con camilleros de confianza para que los recojan. Haga que se vistan de pijamas de clínica y mándemelos como parturientas.»
Y así fue. Gálvez les ocultó en su clínica, a pesar del grave riesgo que aquéllo le supuso, durante once días hasta que los republicanos pudieron ponerse a salvo. En su Cuaderno de Notas, había escrito:
«Practica la caridad con todos. Aprovecha las ocasiones de tu profesión para ejercitar los buenos propósitos. ¿Qué puede temer aquel a quien Dios ama?»
Misa por el alma del Doctor Gálvez Ginachero.
La misa por el alma del Dr. Gálvez Ginachero se celebrará mensualmente en la iglesia de los Stos. Mártires Ciríaco y Paula de Málaga cada 29 a las 20,00 h., con excepción del mes de febrero (que pasa al 28) y cuando el día 29 coincida en domingo (como es el caso de junio de 2014, que pasa al sábado 28).
Suyo afmo.,
Francisco García Villalobos
Dr. José Gálvez Ginachero y su actividad
Dr. José Gálvez Ginachero y su actividad. Sebastián Rivas Briales.
Resulta difícil comprender cómo para algunos las 24 horas del día tienen una producción de un par de ellas o menos y para otros de 48 horas o más.
Hace muchos años me dijeron que si quieres pedir ayuda a alguien, acude a quien desarrolle mucho trabajo, al que esté muy ocupado, pues el que tiene tiempo libre no te lo podrá hacer. Parece una contradicción; pero es una realidad que la experiencia me lo ha confirmado, pues quien tiene tiempo libre es porque no hace nada de nada y una carencia o disposición de hacer algo por otro.
Quienes no analicen las razones en profundidad, podrán pensar que la actividad o el darse a los demás es algo del carácter o deseos del figurar; pero no se sostiene si no hay el objetivo del beneficio personal. Pero cuando ese beneficio no existe, sino que se aporta el trabajo, el descaso, el patrimonio…, carece de sentido, por lo que tiene que haber otra raíz que sea la fuerza motriz para pensar en el beneficio de los demás sin lucro personal y con una continuidad que pase de la acción esporádica y caprichosa a una obligación comprometida en el tiempo y en la envergadura de lo que se acomete.
Cuando se va a construir una chabola, requiere poco tiempo, dinero, esfuerzo y preparativos; pero cuando se tiene el proyecto de construir un edificio de muchas plantas, hace falta meses para su terminación, dedicación prolongada y cimientos que pueda sostener la obra que se va a realizar.
Uno tenía un terreno que vendió a una constructora para hacer una urbanización de lujo y algunos hoteles. El antiguo propietario miraba todo aquello en pleno esplendor y comentaba: “¡Y pensar que todo esto podía ser mío!”. Pero ¡cómo si no se ha movido, no ha invertido, no lo ha trabajado…!
Hay un gran problema de nuestra sociedad. Nos gusta rodearnos de personas que sean fieles, de confianza, sinceras, insobornables para traicionar, trabajadoras…, toda clase de bondades; pero cuando se dice que tales personas tienen muchas virtudes, ya se quiere cortar el comentario, pues se pretende obtener buenos frutos sin tener buenas raíces, se intenta encontrar personas cabales sin que tenga buenos fundamentos, se procura que las bondades sean naturales sin influencia de una fuerza superior que incentive y ayude con su gracia, pues hay empeño en desterrar a Dios de la sociedad y que todo sean valores humanos, rechazando o negando el estigma que tenemos del pecado original y la fuerte atracción hacia el mal. Sin Dios no se puede permanecer por mucho tiempo en la completa fidelidad a los demás pues hay que estar apoyados en quien es totalmente fiel y Amor por todos, invitándonos a que con Él nos demos a los demás.
Y, nos encontramos con la figura del Dr. José Gálvez Ginachero, que decide ser ginecólogo para poder cooperar en que sean menos las muchas mujeres que fallecen en el momento del parto; que atiende a las indigentes con la misma atención, cariño y dedicación que a las parturientas que abonaban sus servicios sin que los horarios fueran una dificultad para encontrarle a altas horas de la noche a los pies de una cama o en quirófano; que ante el gran analfabetismo de los niños regala los terrenos y ayuda económicamente para crear escuelas; que se ocupa de los ancianos colaborando en el sostenimiento de un asilo; que las autoridades de Málaga acuden él para que sea el alcalde de la ciudad, haciendo importantes reformas y progresos en la ciudad, compaginándolo todo.
Pero ¿de dónde sale toda esta actividad? Tras todo el trabajo y atender a su familia, jamás deja de hacer una hora de oración ante el Santísimo e incluso hacer la adoración por las noches, pues pertenece a la Adoración Nocturna y en dos ocasiones es Presidente Diocesano de esta asociación en Málaga. Es que el Dr. Gálvez cimentó toda su vida en Dios y sobre Él construyó con solidez todas sus actividades. Esto hizo que con esos cimientos divinos todo lo hiciera pensando en la voluntad de Dios y tuviera grandes resultados, aunque se quiera considerar que es el efecto de la fuerza de voluntad, de querer figurar o de cualquier otro motivo, menos de la acción de Dios. Es lo natural, ya que el mundo construye grandes edificios que parecen sólidos, pero su interior está invadido de termitas.
Sebastián Rivas Briales
El día que nos robaron al Dr. Gálvez
El día que nos robaron al doctor Gálvez – José Diego Farré Portales, profesor del Colegio Salesiano de Málaga – Diario Sur, martes 10 de septiembre de 2013
En mi colegio, el malagueño Colegio Salesiano San Bartolomé, había una sala de espera. Sí, ya saben, esa sala en la que se mete a las visitas mientras esperan que el secretario, el administrador o el director las atienda en su despacho. Suele ser una salita un poco rimbombante y algo pretenciosa. En la nuestra, hablo de los años ochenta, había un velador con su mármol blanco veteado, unas cornucopias, una foto de don Eduardo Domínguez Ávila, canónigo fundador del primitivo asilo de niños del que se harían cargo los salesianos a finales del siglo XIX, y un hermosísimo gran marco de madera tallada en la que había una foto de estudio de un señor con gafitas redondas, de noble faz y bondadoso aspecto.
Este señor de negro era don José Gálvez Ginachero (Málaga, 1866-1952), médico eminente de fama internacional. ¿Y qué hacía la foto de un médico colgada en un lugar bien visible y el mejor amueblado del Colegio Salesiano? Pues bien, esa es la historia que les voy a contar hoy. Y además tiene su misterio y todo. No se vayan. Pasen y lean.
Cuando en 1996 el eminente, y ya desaparecido, historiador y sacerdote salesiano don José Díaz Cotán publicó el libro “Cien años de presencia salesiana en Málaga. 1894-1994” las fotos y referencias en las que aparecía don José Gálvez eran numerosas.
Tuve la suerte de ser designado por la dirección del colegio como ayudante y acompañante de don José Díaz Cotán en su rastreo de noticias salesianas en la hemeroteca municipal v en otros archivos como el de don Narciso Díaz de Escobar. Como desgraciadamente durante la Guerra Civil nuestro colegio fue asaltado, la capilla de María Auxiliadora profanada, el archivo y biblioteca quemados y nueve salesianos asesinados, gran parte de la historia del colegio tuvo que ser rastreada fuera de nuestro centro. Durante los primeros años noventa del pasado siglo acompañé repetidas veces al historiador a las bibliotecas y archivos de Málaga revisando periódicos y revistas en busca de noticias y menciones de los salesianos, la familia salesiana o el colegio.
En estas noticias y reseñas aparecía muy a menudo el nombre y la imagen de don José Gálvez Ginachero y su familia. Porque don José fue un gran cooperador salesiano, un bienhechor sin cuya ayuda, en momentos muy difíciles, todo hubiera sido más complicado para los hijos de don Bosco y los chavales acogidos a su amparo.
Nombrado médico de obstetricia del Hospital Civil en 1913, del que sería director desde 1923 hasta su muerte en 1952, don José Gálvez revolucionó la práctica de la obstetricia en España, llegando su fama incluso fuera de nuestras fronteras.
Su condición de ferviente católico le llevó a estar siempre dedicado a obras de caridad e incluso a fundar en Málaga las Escuelas del Ave María, cuyos terrenos donó personalmente para su construcción. Fue un auténtico caballero cristiano y cooperador salesiano que vivió una vida plenamente evangélica de dedicación a los más necesitados y desvalidos. Su madre, doña Carmen Ginachero, fue también cooperadora salesiana, vocal de las Damas Protectoras y miembro de la Archicofradía de María Auxiliadora.
Don José Gálvez Ginachero estuvo siempre presente desde 1913 en todos los actos y acontecimientos importantes de nuestra casa. Aparece en las fotos en las que las autoridades y bienhechores malagueños recibieron a don Pablo Albera, segundo sucesor de don Bosco, en su visita a Málaga en 1913 y también estuvo en la visita a nuestra ciudad de don Felipe Rinaldi, tercer sucesor, en 1919.
Su ayuda económica fue siempre discreta pero eficiente y oportuna. Así, por poner un ejemplo, en 1916 regaló al colegio cincuenta camas nuevas para el internado. Fue padrino, junto con su señora, en 1918, de la nueva máquina, último modelo tecnológico, que con su apoyo se pudo adquirir para nuestro taller de tipografía. Durante los años veinte y treinta no cesaron sus actos de ayuda, consejo y aportaciones económicas. Durante esos años aparece muy frecuentemente en fotos de veladas y actos de fin de curso en el patio del colegio salesiano.
Estuvo presente en el acto de reapertura de nuestro colegio en la primavera de 1938 y también aparece citado en el acto de noviembre de ese mismo año en el que se dieron por finalizadas las urgentes reparaciones de los graves desperfectos causados durante la guerra y se inauguraba una ampliación del pabellón de la entrada principal con una nueva planta sobre las ya existentes.
Su hija María del Carmen sería la madrina, en mayo de 1938, de la nueva imagen de María Auxiliadora, obra de don José Navas Parejos, en sustitución de la anterior que fue quemada durante la ocupación por la FAI de nuestro colegio.
En verdad, don José Gálvez Ginachero ha sido el gran cooperador salesiano de todos los tiempos. Por ello fue nombrado presidente perpetuo de los cooperadores. Durante los años cuarenta, ya jubilado de sus labores profesionales, pero siempre al pie del cañón, repartiendo ciencia, consejo e incluso asistencia médica directa en nuestro centro cuando el caso lo requería, las autoridades de Málaga y las del Estado no le escatimaron honores y condecoraciones, que él aceptaba con evangélica sencillez y con inmensa gratitud. En 1943 se le concedió la Gran Cruz de Beneficencia y se inauguró un busto suyo de bronce en el patio del Hospital Civil, gemelo del que se instalaría posteriormente en los jardines de la Catedral.
Todos los años, coincidiendo con el día de San José, se le dedicaba en el patio de nuestro colegio una modesta velada de música a cargo de nuestra afamada Banda Salesiana y poesía recitada por los alumnos. Don José era feliz en esos sencillos momentos y así aparece en las fotos, sonriendo bonachonamente mientras se acariciaba su perilla entrecana.
Por todo ello ya se pueden figurar nuestra sorpresa y desazón cuando una buena mañana de principios de los años noventa nos fue robado el marco con su foto. Desapareció. Un misterio. Alguien entró en la sala de espera, descolgó el cuadro y se marchó. Nadie vio nada. Nunca nada más supimos del marco ni de la foto
Sí, nos robaron al bueno de don José. Pero el doctor Gálvez estará siempre en nuestro corazón. El corazón de los que conocen la larga historia de nuestro Colegio Salesiano. Su labor como bienhechor y protector en momentos muy difíciles nunca podremos olvidarla.
Don José fue una bendición del Cielo para la Sociedad Salesiana en Málaga. Nosotros sabemos que fue un verdadero Santo.
Gálvez, doctor de la vida
El Rvdo. P. Miguel Aragón Ramírez, S.D.B., tan querido en Málaga, que ha sido en estos últimos años Rector del Santuario Inspectorial de María Auxiliadora y miembro del Consejo Presbiteral de nuestra Diócesis, marcha a la comunidad salesiana de Córdoba. Acaba de publicar “María Auxiliadora, arraigada devoción malagueña”, que se une a sus otras obras “Claves de espiritualidad salesiana”, “Domingo Savio, un mensaje para todos” y “Beato Miguel Rúa, el salesiano número uno”. Antes de incorporarse a su nuevo destino nos obsequia con el presente artículo sobre D. José Gálvez.
EL DOCTOR GÁLVEZ, DOCTOR DE LA VIDA
Yo nací en sus brazos
El sábado 28 de abril de 2012 tuvo lugar una emotiva y entrañable celebración en el Santuario de María Auxiliadora abarrotado de gente y un acto de evocación en el salón teatro del Colegio Salesiano, organizado también por la diócesis. Se conmemoraban entonces los sesenta años de la muerte de Don José Gálvez Ginachero, cuyo proceso de beatificación estaba ya iniciado. Yo no sabía casi nada del Dr. Gálvez, y comencé a interesarme por él. Mi primera documentación no fueron los escritos sino personas vivas que tuvieron la dicha de conocerlo. Comprendí que, además de malagueño excepcional, era un excelente esposo y padre de familia, un excelente profesional -ginecólogo- y un católico que se desvivía haciendo el bien.
Anunciada días antes la celebración aludida en el Santuario y Salón Teatro, se desencadenaron los testimonios: «Vendré, era un santo» (Paquita); ”yo nací en sus brazos y mi hermana y hermano”, decía María Montosa; “salvó a mi abuela dada por muerta después de un difícil parto del que sobrevivió un mellizo. Pasó don José por la sala de los finados y notó el color rosado de la cara del presunto cadáver, mi abuela. Se acerca y rápidamente le prodigan todas las atenciones”. Salvó, cuenta Josefa González, la vida de mi abuela, que tuvo tres hijos después.
Podemos decir en verdad que el Doctor Gálvez fue un verdadero “doctor de la vida”. Modernizó las instalaciones de maternidad, creó una Escuela de Matronas y traspasó las fronteras malagueñas en su acción eficaz por la vida que brota.
Por otro lado, instituciones y personas pobres saben bien de su caridad. También los alumnos del Colegio salesiano de san Bartolomé conocieron la caridad del Dr. Gálvez. Fue salesiano cooperador y no faltó día sin visitar a María Auxiliadora en su iglesia. El niño de entonces, Gabriel Pérez, hoy Párroco de San Felipe Neri, presenció muchas veces el hecho.
Don José Gálvez nació el 29 de septiembre de 1866. Murió el 29 de abril de 1952. Su entierro fue de pobre, con un solo caballo y modestísimo carruaje. Málaga entera le acompañó en su trayecto al cementerio de San Miguel. “Hasta el cielo llora su muerte” decía la gente porque llovía a cántaros.
El Siervo de Dios José Gálvez sigue ofreciendo actualmente un testimonio impresionante y estimulante en la defensa de la vida y de la dignidad de toda persona. Supo hacerse presente en las fronteras existenciales a las que el Papa Francisco invita a los católicos a colocarse.
¿Veremos al Dr. Gálvez en los altares? Reza, ofrece tu testimonio sobre su vida, conoce su figura.
Miguel Aragón Ramírez, S.D.B.
«Medicus pius, res miranda»
El Rvdo. D. Lisardo Guede (1925-2013) en su obra “Historia de Málaga II. Sanidad y Beneficencia, 1994” dedicó un capítulo al
Dr. Gálvez Ginachero. Por su interés, y el cariño con que está redactado, reproducimos dicho capítulo (pp. 150-159), escrito con la característica prosa de nuestro llorado D. Lisardo.
José Gálvez Ginachero «Medicus pius, res miranda»
La frase: «Un médico piadoso, cosa admirable», brotó de los benditos labios de Pío VII, el 2 de diciembre de 1804, al serle presentado el eminente doctor Don José de Récamier con motivo de la ceremonia de coronación de Napoleón I por emperador. A la verdad, es también un magnífico marco para encuadrar la figura y la obra de nuestro Don José Gálvez, réplica viva del científico y del cristiano en la misma pieza y a la hora en que tales prendas viajaban, generalmente, separadas.
Por haber sido el malagueño que supo encamar en sí mismo el estudio, la fe, el trabajo y la caridad, bien ganado se tiene el campeonato entre los miles de malacitanos que han dedicado su ser y su haber al servicio de sus conciudadanos. Para que perviva en el recuerdo y oriente las conductas de todos, vale la pena recoger y estampar aquí los datos históricos que hitan su densa biografía, principiando con la primera página escrita sobre él: su fe de bautismo: «En la Ciudad, de Málaga, provincia y Obispado de la misma en siete de Octubre de mil ochocientos sesenta y seis; Yo D. Rafael Díaz, Teniente encargado en el Curato de la parroquia del Sagrario de esta Santa Yglesia [Catedral] bauticé solemnemente a un niño que nació el veinte y nueve de Septiembre anterior a las diez y media de su noche; hijo legítimo de Don José Gálvez, del Comercio, y de doña María del Carmen Ginachero, naturales de ésta; Abuelos Paternos, Don José y Doña Teresa Andújar naturales, él de Lucena y ella de ésta; y Maternos Dn. Carlos y Doña Angustias Vulpius, naturales de ésta; al cual puse los nombres de José María Carlos Luis Gonzaga Miguel de Santa Teresa: no han tenido otro hijo de este nombre. Fueron sus Padrinos los Abuelos Maternos á quienes advertí su obligación y parentesco; y testigos Dn. Juan y Eduardo Téllez de esta vecindad, doy fe – Rafael Díaz»
La sola lectura del acta bautismal ya nos dibuja el área en que inició sus primeros pasos haciendo verdad, en lo que al niño compete, la frase de Pío XII: «La familia es el vivero en que nace y crece el hombre del mañana», y esta otra de Alfonso X «Ser padre es facer que los fijos lleguen a acabamiento de ser homes». Este sano ambiente de su hogar y su buena índole hicieron que él recogiera y asimilara, mejor que bien, las cuatro notas que caracterizan a todo andaluz auténtico, no pudiendo tenerse por tal aquel a quien alguna falte: franco, acogedor, religioso, y perspicaz, magnificadas por su esmerada educación.
Cursó las enseñanzas primaría y media, con brillantes notas, en Málaga. A los 15 años pasó a la facultad de medicina de Granada, donde se tocó con la birreta de Doctor y notas de summa cum laude a los 22 años, el 31 de mayo de 1890: Rara avis in terris, lo mismo entonces que ahora.
Animado por sus profesores, compañeros y deudos, con las mieles del doctorado en el paladar, la presión de su carisma y el entusiasmo juvenil, partió, a ampliar sus ya vastos conocimientos, para Francia y Alemania. En París fue discípulo de Pínard, Farabeuf y Varnier Y en Berlín practicó en las clínicas de Olshausen, Martín y Vert.
Su regreso a casa fue a finales de 1893. Ya con nosotros, dejó caer su ojo clínico sobre una necesidad tan dilatada y profunda como su acervo cultural y su caridad ardiente: la ginecología y la puericultura. Recuérdese que los malpartos y fallecimientos infantiles eran, por entonces, algo de cada instante, por estos pagos; sólo en el hospital local de Archidona hubo días de fallecer hasta 10 pequeñuelos. El departamento de Obstetricia del Hospital Civil Provincial de San Juan de Dios fue su campo de estreno, sin sueldo. Este no percibir dineros parecía atizar más el fuego de su ardiente caridad y reforzar su vis o carisma científico, envuelto en una sencillez y modestia tan elegantes que, sin él buscarlo, le llevaron a que nucleara la vida entera de nuestro Hospital. Este su técnico y caritativo hacer desde su llegada, en 1893 prestigiaron tanto nuestro primer centro sanitario provincial que la primera mitad de este siglo trajo a Málaga los mejores médicos españoles, para aprender del Maestro de su ramo.
Pero no era sólo la medicina materno infantil su ocupación. La enseñanza y la psiquiatría supieron también de sus afanes.
La segunda llevóle a ser, con la Reina Madre, cofundador de la Casa de Salud Santa Cristina, en Madrid. E1 28 de junio de 1904 bendíjose y púsose la primera piedra de este sanatorio, presentes ambas majestades: la real y la científica. Don José fue Director de la misma desde el 29 de abril de 1916 al 28 de mayo de 1930, pasando a Presidente del Patronato de la entidad hasta su muerte, simultaneando las tareas de Madrid con las de Málaga, que acá eran muchas, como después se verá.
Ahora toca citar al 20 de agosto de 1904 para ver su partida de matrimonio, al que llegó casi por chiripa, porque ni de tiempo disponía para buscarse esposa, de tan consagrado que vivía al estudio y a los pacientes: «En la ciudad de Málaga, capital de su Obispado y Provincia, á veinte de Agosto de mil novecientos cuatro. Nos el ilustrísimo Señor Doctor Don Gregorio Naranjo y Bares, Deán de esta Santa Yglesia Catedral y Gobernador Eclesiástico sede Plena de esta Diócesis desposamos y casamos, en la Yglesia del Hospital Noble, filial de la Parroquia del Sagrario, por palabras de presente, que hicieron verdadero y legítimo matrimonio, y acto seguido velamos y dimos las bendiciones nupciales según el Rito del Ritual Romano al Señor Don JOSÉ GÁLVEZ GINACHERO, natural y vecino de esta Ciudad, de treinta y ocho años de edad, soltero, domiciliado en la calle del Cister, número cinco, hijo legitimo de Don José Gálvez Andújar y de la Señora Doña María del Carmen Ginachero Vulpius, viuda, con la Señorita Doña MARÍA MOLL SAMPELAYO, natural y vecina de esta Ciudad, soltera, de treinta y seis años de edad, habitante en la calte de San Agustín número diez y seis, é hija legitima de Don Miguel Moll Cerdá y de la Señora Doña María del Carmen Sampelayo Mosqueira, ambos difuntos. Precedieron para ello todos los requisitos legales y las tres canónicas amonestaciones que dispone el Santo Concilio de Trento, las que se leyeron en la Misa Parroquial de los días festivos diez y siete, veinte y cuatro y veinte y cinco de Julio anterior, sin que resultase impedimento alguno. Confesaron y Comulgaron y fueron aprobados en Doctrina Cristiana. Fueron padrinos de la velación los Excelentísimos Señores Don Salvador Solier y Pacheco y Doña María del Carmen Ginachero Vulpius, viuda de Gálvez, siendo testigos Don Juan Silion Berganza, Don Cayetano Luca de Tena, Don Baldomero Gil Ghiara del Peral, Don José Novillo Jertret, Don Jerónimo Mendiola Urbina, Don Manuel de Lara Alcalá y Don José Collantes Delgado. Y para que conste firmo la presente partida — Gregº Naranjo”.
Frutos del sacramento fueron sus tres hijos: José, Mª Carmen y Josefina.
Doria María Moll debía ser una esposa como Fray Luis de León enseña en La perfecta casada ¿Por qué? Pues, porque a su vera no interrumpió su viandanda ni cambió el ritmo médico Don José Gálvez. Y bien notorio es lo que influye una pieza de la pareja humana en la otra, sobre todo al principio de la convivencia plena.
En 1912 inaugura Don José su sanatorio particular. Religioso y gran psicólogo como él era vio claro ser este gamito humano el más necesitado de auxilio. Bien convencido de la fuerza de la religiosidad en pro de la curación bautiza al nuevo lar con el nombre de María Auxiliadora, poniendo a los pacientes y plantilla sanitaria bajo el amparo de esta Madre celestial. Todavía hoy lo certifica una lápida de mármol verde a la entrada misma del sanatorio. Su copia literal queda recogida en el número 12 de nuestros hospitales ahora vivos.
Su entrega a la labor proyectada de mejorar la sanidad y el estudio, aunque le ganase envidiosos, le fue aupando sobre el buen sentir de las personas decentes: la mayoría. De la mano de su cada día superior reputación fue ascendiendo a puestos de la máxima responsabilidad:
1921 a 1924 Presidente del Colegio Oficial de Médicos de Málaga.
1923-11-23//1932-IX-26
1934-VII-16//1936-IX-29 } Director del Hospital Civil Provincial.
1937-II-8//1952-IV-29
Su cese en la dirección del Hospital Provincial el 29 de septiembre de 1936 tiene una motivación, en aquel momento intolerable para los de turno en el machito del poder la religiosidad de Don José. Aquellos esbirros no se atrevieron a «pasearle» cuando tantos sacerdotes, religiosos y devotos cristianos fueron martirizados aquí, sin más razón que el odium fidei. Atreviéronse eso sí, a llamarle al juzgado, para condenarle. No quiso abogado de oficio, ni otra defensa que la personal. Cuentan que al entrar donde le esperaban unos depravados, autoconstituídos en jueces, fiscales, secretarios, alguaciles y toda la parafernalia de la ignorancia resentida, fueron sus primeras palabras, endosadas personalmente a unos cuantos de los reunidos:
—¿Y tú me citas aquí, cuando me debes la vida, pues te saqué del vientre de tu madre, en trance de morir los dos?
Abochornados unos, avergonzados otros y sin hombría todos, dejáronle libre. Pero para que no se evadiera o pasara a la zona nacional, retuvieron a su hija Josefina, como rehén. …El 8 de febrero de 1937, a solicitud unánime del Cuerpo Facultativo y de toda la plantilla laboral del centro, la Excma. Diputación Provincial le repuso en la Dirección del Hospital, que conservó hasta su deceso.
La estima de su persona y su labor sanitario-educativa llevóle al sillón de la Alcaldía de Málaga el 3 de octubre de 1923, para dejaría el 10 de abril de 1926. Como no podía ser menos, la asepsia o limpieza urbana y todo lo sanitario tuvieron en él su mejor padrino. Recuerdo haber leído que fue miembro de la Adoración Nocturna, pero como entonces no tenía en proyecto este libro, no anoté la fuente. Sirva de pista a los adoradores jóvenes esta referencia, si alguno la lee.
La gratitud, que aún no ha muerto, reconoció y recompensó los esfuerzos de su ciencia y de su caridad, con los siguientes nombramientos y títulos, entre otros:
1922 Gran Cruz del Mérito Militar
1947 Gran Cruz de Alfonso X El Sabio
1952 Medalla de Oro del Trabajo
… Pero corno todo astro luminoso tiene su ocaso, también a este sol de Málaga le llegó su desaparecida, por no decir su entrada, en la vida eterna. Así lo relata el Libro de Difuntos de la Parroquia:
«En la Ciudad de Málaga, a treinta de abril de mil novecientos cincuenta y dos Yo D. Manuel Ballesteros Jiménez, Pbro. Cura Propio de esta Parroquia del Sa-grario de la S. I. Catedral mandé dar sepultura eclesiás-tica al cadáver de D. José Gálvez Ginachero, de ésta, notabilísimo Doctor en Ginecología, de ochenta y cinco años e hijo de D. José Gálvez Andújar y Doña Carmen Glnachero Vulpius, que falleció ayer en su Sanatorio de calle S. Agustín, recibidos los Stos. Sacramentos. Fue sepultado en el Cementerio de S. Miguel. Y para que conste, autorizo la presente partida, fecha ut supra – M. Ballesteros«
A decir verdad, la precedente acta de defunción ya no es del todo exacta, ¿por qué? Pues, porque el 23 de febrero de este ato de 1993 sus restos fueron depositados en una bóveda del santuario de la patrona Ntra. Sra. de la Victoria. Y con ellos los de su esposa, su hijo y otro familiar, presentes sus familiares y el párroco Mons. José Sánchez Platero.
De algunos —muy pocos— de los que le conocieron he oído que era un tanto adusto y esquivo. Por lo que de muchos más he oído y yo mismo deduzco de su abrumador quehacer, pienso que todo lo contrario. Era muy amigo del hombre, por el sólo hecho de ser hombre, pues, para bien del hombre vivió en permanente alerta científica. Esto, como es lógico, le llevaba al estudio profundo y ensimismamiento, hasta buscar en Dios luz para escudriñar los secretos de la naturaleza con ciencia, conciencia y fe.
Otra lección suya, por lo que he escuchado más de una vez, fue la de la elegancia en el vestir y en el hablar, incluso en su vida privada o de hogar. Cuentan que nunca se sentó a la mesa en mangas de camisa. Como psicólogo nato y erudito, sabía muy bien que la elegancia nunca pasa de moda y el atuendo define al hombre. ¡Aprendamos la lección! Nos hace mucha falta hoy, también a mí.
A la hora de irse al cielo llevaba en su nómina, junto a tanto ya dicho, algo que sólo al final de la jornada de la vida suele contabilizarse, por ser labor callada de grandes dificultades:
«Fue primer presidente de la Junta Diocesana de Acción Católica, en los difíciles tiempos de la República … Presidente del Consejo de las Conferencias de San Vicente de Paúl, Bienhechor del Seminario Diocesano y Limosnero oculto de los conventos más necesitados.«
Entre los múltiples testimonios garantes de la virtud y ciencia de Don José Gálvez como del reconocido cariño de Málaga por tan preclaro hijo escogí éste que, por su carácter de póstumo y distante en el tiempo, resulta auténtico del todo. Luce en el recibidor del Sanatorio, en un sencillo cuadro, haciendo corona a su busto con los demás distintivos pregoneros de una vida por entero consagrada al servicio de Dios y de los prójimos. Y además está eminenciado por la valía de la mano que lo rubrica, precisamente en el día del descubrimiento de la lápida que ennoblece la entrada y se ha visto al hablar del Sanatorio:
«Excelentísimo Ayuntamiento de Málaga. Descubrimos una lápida que recuerda que aquí trabajó, ejerció su ministerio un hombre que tuvo una sola norma de vida: el cumplimiento del deber.»
“Errar o lograr el éxito es algo que no siempre está en relación con el esfuerzo realizado o con la recta intención. Lo que distingue fundamentalmente al hombre bueno, es la norma que le lleva al cumplimiento del deber de cada día, te depare este cumplimiento placer; o sacrificio, pérdida o ganancia, satisfacción cuando este deber coincide con tu propia vocación profesional. Como le ocurrió a D. José como médico, o dificultades y sacrificios, cuando accidentalmente, en aras del bien común de su Ciudad, actuó como Alcalde.”
«Él siempre fue el servidor de sus enfermos, el servidor de su ciudad. Amó a todos y este amor lo mismo lo volcaba en el enfermo necesitado que en el médico joven que empezaba. Esa es una gran lección de amor que no olvidaremos los que convivimos nuestros primeros pasos profesionales con D. José. Recordaba ese otro gran Médico que es Don Antonio Moneada que cuando no le conocía nadie, cuando desde un pueblo ganó las oposiciones a Médico del Hospital Civil de Málaga, D. José, con su enorme prestigio, avaló su competencia profesional otorgándole su confianza. Lo mismo podría decir yo. Igualmente desconocido, sin más contacto que el obtener la plaza de Médico internista set Hospital Civil con 26 años, me pidió que atendiera médicamente a su familia. Así era él. Confiar en los médicos jóvenes en los que adivinaba una auténtica vocación médica fue una faceta de su vida, que yo quiero destacar como lección ejemplar. Muchos Médicos de Málaga pueden dar fe de esto.»
«Honrar a D. José Gálvez Ginachero es honrar a la Medicina y a Málaga, En mi doble personalidad de Médico y Alcalde yo doy gracias a Dios de esta oportunidad de que sea yo quien represente a Málaga en este acto, y como única nota triste lamentar una gran ausencia: la de su hijo D. José Gálvez Moll que tan feliz se hubiera sentido en este momento»
«Málaga, 29 abril de 1968 – Antonio Gutiérrez Mata.»
Me parece que son de Villaespesa los siguientes versos que aprendí de niño:
Nadie murmure de nadie
que somos de barro humano
y no hay nadie que esté limpio
siendo formado de barro.
Pues bien, he de desmentir al poeta, ya que no he leído ni escuchado nunca una sola mala ausencia de Don José y los suyos.
Ames bien, a sus hijos se han unido en matrimonio criaturas de muy altos vuelos, por su bondad y destreza. Pepe casó con Alicia Petersen; María del Carmen con Joaquín García Morato y Castaño y Josefina con Carlos Haya, no necesitando ninguno de los tres presentación en el mundo de la gente honrada, laboriosa y cristiana.
Y por broche, al pie de la letra, la copia del título de Lic. en Medicina, Él dio paso legal, rostro oficial y apoyo social a su vocación y carisma, así como aval a sus cualidades humanas y heroicas prendas cristianas, que le hicieron modelo acabado de civismo y de fe:
«EL MINISTRO DE FOMENTO – Por cuanto D. José Gálvez y Ginachero, natural de Málaga, de edad de vein-titrés años ha acreditado en debida forma que reúne las circunstancias prescritas por la actual legislación para obtener el Título de Licenciado en Medicina y Cirugía y hecho constar su suficiencia ante la Universidad de Granada el día 23 de Junio de 1883 con nota de sobre-saliente. Por tanto, de orden de S. M. El REY (q. D. G.) y en su nombre la REINA REGENTE DEL REINO expido este Titulo para que pueda ejercer libremente la profesión de MédicoCirujano en los términos que previenen las leyes vigentes. Dado en Madrid a doce de Abril de mil ochocientos noventa. El Jefe de Negociado (firma y rúbrica) – En nombre del Sr. Minist. – El Director General Vicente Santamaría de Paredes – Firma del interesado: José Gálvez Ginachero // TÍTULO DE LICENCIADO EN MEDICINA Y CI RUGIA a favor de D. José Gálvez y Ginachero // Registro General de negociado de Títulos, folio 185, núm. 118 – Registro especial del Negociado cor-respondiente, folio 172. núm. 3450 – Va sin enmienda”
Para que los estudiosos malagueños se entusiasmen, Don José Gálvez Ginachero es una bellísima flor de nuestro jardín de la cultura y la caridad, pero no la única. Otras mil adornaron y hermosean los arriates más bellos de la Diócesis y la Provincia, gracias a Dios. Conozcámoslas y démoslas a conocer.
Al Dr. Gálvez Ginachero le recuerdan en nuestra ciudad, entre otros, los siguientes monumentos:
«Avenida del Dr. Gálvez», desde el Puente de Armiñán a la entrada del Hospital Civil Provincial.
Un busto en bronce, con la siguiente leyenda sobre los nobles perpiaños del respaldar:
“AL DOCTOR GÁLVEZ GÍNACHERO, INSIGNE MALAGUEÑO / QUE CONSAGRÓ SU VIDA AL SERVICIO DE ESPAÑA, DE LA CIENCIA Y DE / LA CARIDAD CRISTIANA. MAYO 1944,»
Está en el Patio de los Naranjos, cabe la puerta de la fachada norte de la catedral.
Otro busto de mármol blanco, en el patío principal del Hospital Civil Provincial, sobre chanto o pedestal de granito blanco, su texto:
«AL EMINENTE GINECÓLOGO / Dr. GÁLVEZ GINACHERO EN CONMEMORACIÓN / DE SUS BODAS DE ORO CON / EL HOSPITAL PROVINCIAL / MÁLAGA 27 NOVIEMBRE DE 1943»
Lisardo Guede y Fernández
Gálvez y el deporte
En el siglo XVI encontramos una definición de deporte realizada por San Ignacio de Loyola, recogida en la regla número 47º de la Compañía de Jesús que señala: “los ejercicios físicos son de provecho para el cuerpo y el alma, en la misma medida, y además para todos, y también para aquellos que deban dedicarse a ocupación intelectual”.
Al igual que el actual Papa Francisco, también jesuita, el Dr. Gálvez Ginachero fue un hombre humilde y austero que como su propio hermano, miembro de la misma Orden, practicaba esta regla. Convencido de la necesidad de vivir una vida sana, desde muy joven y a diario, tenía el hábito de realizar algún tipo de ejercicio, actividad que no dejaría de practicar ni siquiera en la cárcel, cuando estuvo injustamente detenido durante la Guerra Civil. Gracias a una disciplina de vida dedicada al trabajo y a su constancia en el hábito del deporte, siempre gozó de buena salud.
En 1943, D. José Gálvez fue cofundador en Málaga de las Escuelas del Ave María. Su objetivo era ofrecer una formación a los niños de las clases más desfavorecidas de la ciudad, impartiendo enseñanza gratuita cuando el estado no asumía esta responsabilidad. En estos centros, siempre había un gran patio de recreo donde cientos de chicos practicaban ejercicio físico, principalmente porque era recomendado por su noble benefactor, siempre preocupado por su bienestar.
De igual forma, D. José recomendaba a los jóvenes malagueños que practicaran el remo en barca de jábega, deporte tradicional malagueño que proviene de las carreras que se organizaban cerca de las playas de la ciudad entre los pescadores, para ser los primeros en llegar al mercado y obtener los mejores beneficios.
D. José Gálvez Ginachero era un hombre muy adelantado a su tiempo, que practicó, y como médico recomendó, el deporte como forma de mantener sanos la mente y el cuerpo, de la misma forma que cuidaba, alimentaba y cultivaba su alma, su espíritu, dejando entrar a Dios en el interior de su corazón, a través de la oración.
[person name=»Silvia García Barrios» picture=»» title=»Miembro de la Comisión Histórica de la Causa Jose Gálvez Ginachero» facebook=»https://www.facebook.com/Boewomen?fref=ts»][/person]
Dr. José Gálvez Ginachero: Una vida entre la medicina y la santidad
Quiero empezar este artículo con un suceso que me narró uno de los protagonistas, el hoy famoso ginecólogo madrileño, Dr. Julio Cruz y Hermida: En el año 1945, siendo estudiante de primer curso de la carrera de Medicina, y con ocasión de una visita a Málaga acompañando a su padre, tuvo ocasión de visitar el Hospital Provincial de la mano de un eminente cardiólogo, el Dr. Antonio Moncada Jareño, quien le invitó a su servicio para que fuera relacionándose con la Medicina. En aquella visita se toparon en uno de los pasillos del viejo hospital con un venerable anciano, de figura menuda y paso torpe, rodeado de una corte de acompañantes, todos con bata blanca. El Dr. Moncada lo saludó con reverente respeto y luego dijo al joven Julio Cruz y Hermida: “Tú, que un día serás médico, quizás puedas presumir que viste en este hospital a un médico eminente, el Dr. Gálvez Ginachero, y posiblemente un santo, al que rezaremos algún día los médicos españoles”.
Con motivo de una Mesa Redonda en el Colegio de Médicos de Málaga, don-de intervine, el presidente del Colegio, Dr. Sánchez Luque, que actuaba de modera-dor, me hizo las siguientes preguntas: ¿Qué sentido tiene recordar a Don José en 2013? ¿Qué nos dice D. José a los médicos de hoy, a los que ejercemos la medicina en el siglo XXI? ¿Crees que el Dr. Gálvez era santo?
Las respuestas a esas preguntas me dan pie para el presente artículo. Considerando solamente el aspecto médico del personaje, sí creo que su vida y obra nos debe decir mucho a los médicos de hoy, porque repasando su biografía observamos fácilmente que nuestro personaje ejerció la medicina con dedicación, con profesionalidad, con amistad y con estudio continuo, que son las cualidades que debe adornar el ejercicio médico.
Don José Gálvez, para iniciar su ejercicio profesional, se colegia en el Colegio de Médicos de Málaga en el año 1898 y se le asigna el número 13 de colegiación. Empieza a ejercer la medicina en una época de la historia enormemente interesante. Por aquellos años se descubren los Rayos X, el radium, la aspirina, el electrocardiograma, algunos microbios causantes de enfermedades infecciosas, algunas vacunas, y Ramón y Cajal ya había descubierto la estructura del sistema nervioso central. También había llegado a la sociedad de entonces el cine, la radio y ya surcaban el aire los primeros aviones y el zeppelín.
Sin embargo, en el aspecto sanitario, en el de prevención, de asistencia, de resultados, las cosas no iban bien. A finales del siglo XIX y comienzos del XX la tasa de mortalidad en España era de 28. Es decir, en un año morían 28 de cada 1000 personas. La esperanza de vida al nacer estaba en 35 años para las mujeres –que siempre viven más que los hombres– y la tasa de mortalidad infantil se encontraba en 200, es decir morían 200 niños de menos de un año por cada 1000 nacidos vivos. Y la letalidad por partos se encontraba en la asombrosa cifra de 12 por ciento.
Pues bien, con este panorama sanitario se encontró D. José cuando comenzó a ejercer la medicina en Málaga. Dicen los biógrafos que se decidió a ejercer la especialidad de Obstetricia y Ginecología animado por tan desastrosas cifras de morbilidad y mortalidad en las mujeres gestantes y parturientas. Años antes del inicio de su ejercicio profesional, ya en Viena el Dr. Semmelweis (1848) había impuesto el lavado de manos quirúrgico en las intervenciones y en la asistencia a partos. Antes, las cosas cantaban de otra manera, pues cada hospital se ufanaba de poseer lo que se llamaba un buen hedor quirúrgico. El cirujano estaba orgulloso de su viejo delantal que no cambiaba, pues las incrustaciones de sangre y pus atestiguaban su experiencia. El Dr. Gálvez impuso desde el primer momento en su actividad quirúrgica una correcta y escrupulosa asepsia, incorporándose al buen hacer que ya predominaba en Europa.
El Dr. Gálvez se exigió durante toda su vida profesional la mejor calidad médica del momento y tuvo bien claro que él no trataba solamente a mujeres en situación de gestación, de parto o en contexto patológico. No, él trataba personas, llevando su interés más allá de la consulta, más allá del hospital, del paritorio o del quirófano.
Supo muy bien cuánto de humanitario, quizás como ningún otro oficio, tiene el de médico y que, arropando a la patología o influyéndola, existen factores sociales, familiares, profesionales que él debía atender en la medida de sus posibilidades.
Por eso, él sabía muy bien –en palabras del Dr. Marañón– que trabajaba con instrumentos y remedios imperfectos, pero con la conciencia cierta de que donde no llega el saber, donde no llega la ciencia, donde no alcanza la técnica, puede llegar siempre el amor. El vivió y ejerció de médico rodeando su ejercicio de un halo de humanitarismo y humildad.
La transmisión oral y los pocos biógrafos existentes hasta ahora nos hablan de su implicación absoluta en obras sociales, en obras de caridad, de atención a los necesitados, enfermos de cuerpo y espíritu, o sanos con carencias importantes, llegando en estos menesteres a extremos que superan lo ordinario. Su vida fue extraordinaria en atención a los demás, dedicado a mejorar la calidad de vida del que está más cercano, del prójimo.
En cuanto a hombre de ciencia tenía bien claras las dos visiones constituidas por ciencia y fe. No eran, para él, dos hechos autónomos e independientes que no eran compatibles. No, todo lo contrario, eran concepciones que necesitaban estar en diálogo entre sí y que se complementan.
Fue un malagueño que prestigió la medicina durante los años que residió y estudió en la capital de España e hizo lo propio cuando se afincó definitivamente en su ciudad de nascencia.
En Madrid cursa el doctorado en Medicina, asistiendo al prestigioso Hospital de la Princesa e Instituto Rubio. Luego desarrolla ampliamente su formación en París, en la Clínica Baudelocque y, su periplo europeo le lleva a Berlín donde trabaja con Olshausen y Veit. Sus conocimientos van componiendo de tal forma su autori-dad médica y humanística que es invitado a cofundar con la Reina María Cristina de Hasburgo, madre de Alfonso XIII, la histórica “Casa de Salud de Santa Cristina y Escuela de Matronas”. Fue uno de los primeros que logró dignificar el papel social y profesional de la matrona, enalteciendo esta profesión.
Su mayor dedicación profesional, como queda dicho, se elabora en su amada Málaga, donde se convirtió en un carismático personaje. En 1893 ingresa como médico en la Beneficencia Provincial de Málaga y, más tarde, dirige el Hospital Provincial y su Maternidad, creando allí un gran Archivo de Historias Clínicas, auténtico tesoro referencial de más de cincuenta años de trabajo.
Toda esta actividad médica no le impide simultanear su trabajo asistencial con la Alcaldía de Málaga (1923-1926) y con la Presidencia del Colegio de Médicos, donde realizó una reconocida labor.
Su generosidad le lleva también a presidir la Conferencia de San Vicente de Paúl, a ser Patrón protector del Asilo de los Ángeles para acogida de ancianos sin medios de subsistencia y a allegar medios económicos para las recientemente fundadas Escuelas del Ave María.
No se equivocó, pues, el Dr. Moncada en su predicción. La historia de la medicina española ya lo ha consagrado como una gran figura y, ahora, la Iglesia Católica abre su camino hacia la santidad, ya reconocida por sus paisanos. El Dr. José Gálvez Ginachero hizo de su ejercicio médico un ejercicio de verdadera santidad.
[person name=»Ángel Rodríguez Cabezas» picture=»<a href=»http://www.galvezginachero.es/wp-content/uploads/2013/04/cabezas.png»><img alt=»cabezas» src=»http://www.galvezginachero.es/wp-content/uploads/2013/04/cabezas.png» width=»50″ height=»50″ /></a>» title=»Doctor en Medicina y Cirugía» facebook=»http://facebook.com» twitter=»http://twitter.com» linkedin=»http://linkedin.com» dribbble=»http://dribbble.com»][/person]
Expedientes Administrativos
El 27 de noviembre de 1943, en un solemne acto celebrado en el Hospital Civil, se le impuso al Dr. Gálvez Ginachero la Cruz de Beneficencia de Primera Clase.
La prestigiosa Orden Civil de la Beneficencia había nacido casi un siglo atrás, en 1856, para premiar la caridad y el esfuerzo de los que se habían destacado especialmente en el auxilio a los infectados por la epidemia de cólera morbo asiático. De sus modalidades, la de Primera Clase -la que recibió Gálvez- conllevaba el uso de la placa y podía concederse a los funcionarios o particulares que prestaran servicios extraordinarios de caridad[1]. La insignia consistía en una estrella con remates en globillos de oro. Esmaltada en blanco, en su centro circular mostraba superpuesta la representación de la caridad con la figura de una matrona que acoge a dos niños, con una orla con la inscripción “Fortitudo – Charitas – Abnegatio” (Fortaleza – Caridad – Abnegación). Realmente la distinción más apropiada que pudiera imaginarse para quien había realizado más de ciento cincuenta mil asistencias durante su prolongado y fructífero matrimonio profesional con el Hospital, y había soportado en su propio peculio la siempre endémica escasez de fondos del mismo.
Se conserva el expediente que se instruyó en el Gobierno Civil. En él quedó de manifiesto resumidamente la extraordinaria labor que Gálvez desarrolló en pro de sus conciudadanos. Vale la pena reproducir el cuerpo del expediente, que por una vez se aleja de la frialdad arquetípica de los documentos administrativos. Reza así:
GOBIERNO CIVIL DE LA PROVINCIA DE MÁLAGA
SECRETARÍA – NEGOCIADO 3 – AÑO DE 1943 – 2641
ASUNTO: Ingreso en la Orden Civil de Beneficencia de Don José Gálvez Ginachero.
Instructor: A.T.
Secretaria: M. L. L.
Instruido este expediente a solicitud de la excelentísima Diputación provincial y por orden de V. E. que obra al folio 1, de lo actuado aparece:
Que don José Gálvez Ginachero, doctor en medicina, de 77 años de edad, ha dedicado toda su vida al servicio de la humanidad. El 27 de noviembre de 1893 ingresó en el hospital de San Juan de Dios, de esta capital, como médico sin sueldo, y el 7 de enero de 1895 obtuvo por oposición la plaza del cirujano. Nunca ha dejado de prestar sus servicios profesionales con una asiduidad y celo extraordinarios, sin limitar su actividad a las atenciones de aquel establecimiento, y realizando todos sus trabajos con un desinterés, espíritu de caridad y amor al prójimo, que hacen de su figura un modelo ejemplar de caballero cristiano; conducta seguida constantemente en su larga vida profesional. Son numerosísimas las obras benéficas efectuadas. De los dictámenes oficiales y de las diversas declaraciones de personas del mayor relieve moral y científico, pueden resumirse así:
En 1893 comienza a prestar sus servicios en el hospital de San Juan de Dios; en 1923 fue nombrado director del mismo, cargo que desempeña hasta hoy. Cuanto representa y vale dicho hospital, a él se debe. Trabaja incansablemente, desatiende su clínica particular por sus enfermos del hospital; no percibe haber alguno pues lo aplica con demasía en mejoras de sus servicios; crea diversas salas (maternidad, leprosería), y pone al servicio de las enfermas de tal centro su clínica particular; crea el servicio de matronas para atender científicamente las ramas de Obstetricia y Ginecología, consiguiendo organizar un cuerpo preparado y suficiente para toda la provincia; hace donativos de radio, atiende además con hatillos y pecuniariamente a sus enfermas que jamás abandona por esfuerzos y molestias que su asistencia pueda suponer.
Contribuyó eficazmente a la creación de las escuelas del Ave María donde se presta asistencia a 800 niños, cediendo el local que ocupan y atendiéndolos constantemente con donativos y cuidados siempre desinteresados. A su influjo se mejoran notablemente, se instalan comedores, y acepta la presidencia del Patronato para su mejor desarrollo, siendo el alma y vida de la institución.
Gestiona con las autoridades de Madrid y Málaga la constitución del Tribunal Tutelar de Menores y a su labor persistente se debe su fundación.
Sostiene varias becas en las Escuelas de San Bartolomé (Salesianos) y presta gran ayuda a los talleres de imprenta.
A sus trabajos se debe el funcionamiento de la Casa de Socorro de la Trinidad contribuyendo económicamente a su organización.
Logra también que con su experiencia se constituya en Madrid bajo su dirección la Escuela de Matronas de Santa Cristina.
Merced a sus gestiones particulares y a sus desvelos se compró primero el solar y luego se construyó el Sanatorio Marítimo de Torremolinos, el que durante varios años anteriores a su organización actual subsistió gracias a un patronato que presidió el doctor Gálvez, ayudando con donativos para su sostenimiento.
Es fundador del dispensario sito en el Colegio de San Manuel.
Dió los gastos de representación que le pertenecían durante su actuación de Alcalde para la constitución del nuevo Seminario.
Fundó la Hermandad Médico-Farmacéutica de San Cosme y San Damián, evitando así graves errores morales en la especialidad que cultiva.
Durante su actuación de alcalde en Málaga atendió la beneficencia no percibiendo nada de lo que le correspondía por su cargo, y haciendo donativos de su propio peculio, creó un medio de asistir a los necesitados y dio orden a su administrador para que no dejara ninguna persona sin atender.
Crea un premio denominado «premio Gálvez» para recompensar el día de San José de cada año, al bombero que más se distinga por su abnegación y heroísmo en los siniestros.
Como socio de las Conferencias de Paúl, aparte de sus donativos, visita todavía a los enfermos de su distrito semanalmente, a pesar de su avanzada edad.
Es conocido en todos los centros católicos y científicos por su labor social caritativa y desinteresada que siempre ha realizado.
Inició la creación de una gran casa de Maternidad cuyo proyecto está terminado.
Atiende a numerosos centros benéficos con sus servicios profesionales y donativos.
Y todo ello además valorado por una labor constante, admirable y callada de protección a cuantas personas a él se acercan, de lo que es muestra las declaraciones que obran en estas actuaciones.
Los hechos citados caben plenamente en las circunstancias 2ª, 3ª y 4ª del artículo 4º del R.D. del 29 de julio de 1910 y también en todo el artículo 5º pudiendo ser así recompensado con el ingreso en la Orden Civil de Beneficencia con el distintivo morado y blanco.
Vista la anterior disposición y el D. de 26 de abril de 1940,
El instructor que suscribe tiene el honor de proponer a V.E. se solicite de la superioridad la concesión del ingreso en la Orden Civil de Beneficencia con la recompensa citada a Don José Gálvez Ginachero.
V.E. no obstante con su superior criterio, resolverá.
(…)
MINISTERIO DE LA GOBERNACIÓN
DIRECCIÓN GENERAL DE BENEFICENCIA Y OBRAS SOCIALES
EXCMO. SEÑOR:
Con esta fecha se dicta por este Ministerio la siguiente Orden:
Visto el expediente instruido para definir sobre la procedencia de ingreso en la Orden Civil de Beneficencia de DON JOSÉ GÁLVEZ GINACHERO, vecino de Málaga, RESULTA:
Que de orden del Gobernador Civil de aquella provincia y a instancia de la Excma. Diputación provincial, se ha instruido expediente para depurar los méritos contraídos por el expresado señor a cuyo favor aparece un historial resumido en los siguientes hechos: (…) Sería interminable reseñar al detalle las obras benéficas en que colabora y de las que es principal mantenedor, así como su labor de protección a cuantas personas apelan a sus sentimientos generosos.
Visto el R.D. de 29 de julio de 1910 y D. de 26 de abril de 1940.
CONSIDERANDO:
Que se ha instruido expediente por los trámites que impone el art. 7 del primero de los preceptos citados y aparecen probados hasta la saciedad los hechos referidos, por el testimonio de las autoridades, personas de representación y garantía, testigos de gran excepción por razón de su cargo para enjuiciar la labor del doctor Gálvez, y particulares reconocidos a sus beneficios.
Que el doctor Gálvez a lo largo de toda su vida, ha logrado distinguirse de modo extraordinario en la práctica de la caridad, organizando entidades para atender a los necesitados, a los que ha ofrendado sus servicios profesionales y peculio particular y demostrando en todo momento el sacrificio del interés personal en bien de aquellos, labor ésta que tiene fiel expresión de recompensa y premio en las varias circunstancias del artículo 6º del Real Decreto de 29 de julio de 1910,
Este ministerio ha tenido a bien conceder al Doctor DON JOSÉ GÁLVEZ GINACHERO el ingreso en la Orden Civil de Beneficencia con distintivo blanco y categoría de Cruz de primera clase, como comprendido en las circunstancias del artículo 6 del Real decreto de 29 de julio de 1910.
Me complazco en comunicárselo para su conocimiento y efectos procedentes, remitiéndole adjunto la Orden original para su entrega al interesado.
Dios guarde a V.E. muchos años
Madrid 17 de noviembre de 1943
En el acto de entrega de la Cruz, uno de los discursos que se pronunciaron en el Hospital fue el del Alcalde de Málaga (y también médico) D. Manuel Pérez Bryan, que analizó la vida de D. José en sus facetas profesional y benéfica. «La primera –dijo D- Manuel-, en un porcentaje crecido, se desarrolla dentro de esta casa, y principalmente en esta sala. Crea los servicios de Obstetricia y Ginecología. Aporta sus propios medios al engrandecimiento de las clínicas, y no hay detalle moderno que no se implante, estando siempre sus salas a la altura de las más modernas del extranjero. Acude rápido a cualquier hora del día y de la noche, siempre con la sonrisa en los labios, y ahora, cuando los años le permiten que estuviera alejado de la vida activa, da ejemplo siendo el primero en llegar y como buen capitán de la nave, el último el abandonarla. Aplica los descubrimientos científicos bien controlados en la curación de sus enfermos, pero cuando no ve garantía en el éxito, es abstencionista. Es decir, ante el camino dudoso para salvar una vida, prefiere no intervenir. Cree en Dios y espera siempre más de Él que de los investigadores. Comprendiendo la importancia que tiene la asistencia post-operatoria de sus enfermos, organiza y forma un plantel de auxiliares que constituyen su Escuela de Matronas. Dirige en tiempos de epidemia los servicios encargados de combatirla. Llega al leproso, enfermo doblemente desgraciado, prodigándole su consuelo. Busca y consigue la unidad entre sus compañeros. En fin, no hay rincón de la casa que no conozca, mi tragedia que no mitigue. Es, pues, su actuación la de atender cristiana y científicamente al necesitado«. El alcalde analizó también su labor benéfica en el Asilo de los Ángeles, «casa familiar de la ancianidad«; en las Escuelas del ave María, «vivero de obreros cristianos«, y en San Bartolomé, «escuela taller«. Por último reseñó su labor en la Alcaldía durante los tres años que la ocupó, señalando las obras que llevó a cabo en favor de Málaga. «Quiero terminar abrazando al doctor Gálvez Ginachero en el nombre de Málaga y de sus compañeros de esta casa, pidiendo a Dios que nos lo conserve durante mucho tiempo para bien de Málaga y de los enfermos«.
Todo esto ocurrió hace ahora 70 años. Ya no podemos abrazar físicamente al Dr. Gálvez, que falleció en 1952. Pero hoy, en 2013, su recuerdo sigue vivo, y su extraordinaria obra vigente. Ambos son para nosotros prueba de que el profesional -y también el político- pueden y deben ejercer sus altas funciones en la sociedad con un carisma de servicio. Sólo de ese modo podrá el país superar el marasmo moral y la crisis económica que lo asolan. Por ello, para perdurar la vigencia de su ejemplo y como reconocimiento póstumo a su vida y su obra, el Colegio Oficial de Médicos ha solicitado al Ayuntamiento de Málaga el nombramiento de Hijo Predilecto de la ciudad de Málaga al Dr. Gálvez, y pedido a todas las instituciones que deseen reconocer su labor que se sumen a esta iniciativa.
Este expediente administrativo, como aquél de 1943, nos podrá servir, como bien dice el Presidente del Colegio de Médicos, el Ilmo. Sr. D. Juan José Sánchez Luque, para que, siguiendo el ejemplo vivo del Dr. Gálvez de dar lo mejor de sí a los más desfavorecidos, «en estos tiempos que corren, donde parece que todo vale, miremos hacia su figura porque nos transporta a otros tiempos que contenían unos valores que debemos recuperar«.[2]
[1] El reglamento de 29 de julio de 1910 establece que para ser recompensado con el ingreso en la Orden Civil de Beneficencia, con Distintivo Blanco, será preciso que concurran algunas de las circunstancias siguientes.
«Primera. Haberse distinguido de modo extraordinario en la práctica de la caridad, organizando entidades para atender a los necesitados, entregando donativos cuantiosos, en proporción con la fortuna del donante, para fines benéficos, dotando fundaciones, contribuyendo al establecimiento de asilos, o demostrando notoriamente el sacrificio del interés personal en bien de los necesitados.
Segunda. Realizar trabajos propios, de los cuáles resulten positivos beneficios para la humanidad o adelantos que se reflejen en el bienestar de las clases pobres; y
Tercera. Contribuir de modo relevante a la moralidad de las costumbres, al progreso de los estudios en orden al bienestar de los ciudadanos o realizar cualesquiera otros actos de positiva importancia y relieve análogos a los anteriores. «
Durante la instrucción del expediente quedó en evidencia que en Gálvez concurrían todas y cada una de las circunstancias anteriores.
[2] Diario Sur, 11 de marzo de 2013
La Comunión de los Santos y la Oración
[dropcap]L[/dropcap]La instrucción diocesana del proceso de beatificación del Dr. Gálvez marcha a buen ritmo. Cada semana se celebran nuevas testificales en la Delegación para la Causa de los Santos y la Comisión Histórica rescata de los distintos archivos de la capital las numerosas pruebas documentales de su inagotable caridad. Y en la ciudad de Málaga, se va recuperando paulatinamente la memoria de quien tanto se desveló por sus conciudadanos como médico y como alcalde, siempre desde su perspectiva de cristiano comprometido con su fe.
En esa labor de difusión de la vida y obra del Siervo de Dios que constituye uno de los principales fines de la Asociación Pro-Beatificación, el Colegio Oficial de Médicos, institución de la que D. José fue Presidente desde 1921 a 1927, celebró en colaboración con la Asociación el día 25 de enero de 2013 una tertulia y posterior emisión de un documental de 35 minutos de duración. El acto, desarrollado precisamente en el admirable Salón que ostenta el nombre de nuestro ginecólogo, constituyó un rotundo éxito por el número y condición de los asistentes. Descendientes directos del Dr. Gálvez (en sus tres ramas, García-Morato, Haya y Gálvez) se sentaron junto al anterior postulador de la Causa D. Francisco García Mota, que sigue colaborando estrechamente con la misma y D. Francisco Rubio Sopesén, Promotor de Justicia en el proceso. Asistieron el jesuita P. Vicente Luque, y los presbíteros D. Francisco Millán y D. José Diéguez. Del periodismo malagueño destacaban nuestros queridos y admirados D. Diego Gómez y D. Manuel Alcántara junto al director de El Mundo en Málaga D. Rafael Porras. La Adoración Nocturna compareció con una nutrida representación encabezada por su Presidente D. Bartolomé Ordóñez y el vocal de nuestra Asociación D. Sebastián Rivas Briales. Del Patronato del Ave María D. José Luis Esteve Balzola y D. Diego Martínez Salas, así como el director de la comunidad salesiana P. Felipe Acosta y el director del Colegio D. Juan Baena. El Sr. Rector del Seminario Diocesano D. Francisco González Gómez y la Directora de la Casa Diocesana Dª Inmaculada Román. En esta relación de asistentes no exhaustiva y sujeta a omisiones involuntarias, deben incluirse como es lógico los numerosos médicos, incluyendo al anterior Delegado de Turismo de la Junta de Andalucía Dr. Antonio Souvirón, y el Delegado del Área de Gobierno de Ordenación del Territorio y Vivienda del Ayuntamiento de Málaga Dr. Diego Maldonado. El coloquio fue moderado por el Presidente del Colegio Dr. Juan José Sánchez Luque. D. Juan José, a quien la Asociación agradece profundamente su intensa, comprometida y amabilísima implicación en la labor que desarrolla la Asociación, turnó las intervenciones del Dr. Rodríguez Cabezas, que ya en su día pronunciara la laudatio con ocasión de la inauguración del salón de Actos “Gálvez Ginachero”, de la Dra. Silvia García Barrios, miembro de la Comisión Histórica, y del postulador de la Causa, D. Francisco García Villalobos. Tras la emisión del documental, que fue muy aplaudido, clausuraron el acto el Sr. Vicario General de la Diócesis D. Alfonso Fernández-Casamayor Palacio, que exhortó a los presentes con una emotiva exhortación a la santidad personal, y el Sr. Alcalde de Málaga D. Francisco de la Torre, que en una ágil intervención glosó la figura del Siervo de Dios especialmente desde su perspectiva de regidor municipal[1].
Una de las ideas que se expusieron durante el citado coloquio fue qué sentido tiene en nuestros días una beatificación. Se señaló que la beatificación de Gálvez, a quien precisamente no le serviría sería a él mismo, ya que, glosando a San Pablo (2 Tim. 4,6), él ya luchó su noble combate y acabó su carrera. A quien sí aprovecharía es a los hombres y mujeres de hoy, padres o madres de familia, comprometidos en sus trabajos y en sus hogares, a quienes en tal caso la Iglesia propondría la vida de D. José como modelo de conducta: ya que todos, y lógicamente también los laicos, estamos llamados a la santidad[2].
Decía Benedicto XVI en la Solemnidad de la Epifanía del 6 de enero de 2013 que los santos son como las constelaciones que ha puesto Dios en el cielo para guiarnos a Él en las noches de este mundo. Así la Iglesia nos declara, para que tengamos referencias ciertas, modelos concretos de conducta para llegar a Dios. De tal modo, si Gálvez es finalmente beatificado, la Iglesia oficialmente manifestará que le propone como un modelo a imitar para que los cristianos de la Iglesia de Málaga, peregrina en la tierra, podamos llegar algún día a ver a Dios[3].
Este bello concepto de iglesia peregrina o militante se incardina en la doctrina sobre la Comunión de los Santos que formulamos en el Credo, por lo que es particularmente reseñable en este Año de la Fe cuya apertura se celebró el día 11 de octubre de 2012 y que será clausurado el 24 de noviembre de 2013.
En efecto, la Comunión de los Santos, además de significar la comunión de las cosas santas (sancta)[4] cobra su sentido en la comunión de las personas santas (sancti). Inspirado directamente en la Lumen Gentium 49, el Catecismo explica que existen tres estados en la Iglesia: «Hasta que el Señor venga en su esplendor con todos sus ángeles y, destruida la muerte, tenga sometido todo, sus discípulos,
-unos peregrinan en la tierra;
-otros, ya difuntos, se purifican;
-mientras otros están glorificados, contemplando «claramente a Dios mismo, uno y trino, tal cual es.
Todos, sin embargo, aunque en grado y modo diversos, participamos en el mismo amor a Dios y al prójimo y cantamos el mismo himno de alabanza a nuestro Dios. En efecto, todos los que son de Cristo, que tienen su Espíritu, forman una misma Iglesia y están unidos entre sí en Él»[5].
Esta división es conceptual, precisamente porque «la unión de los miembros de la Iglesia peregrina con los hermanos que durmieron en la paz de Cristo de ninguna manera se interrumpe. Más aún, según la constante fe de la Iglesia, se refuerza con la comunicación de los bienes espirituales»[6] Y eso mismo explica nuestra fe en la intercesión de los santos.
La intercesión de los santos es precisamente una de las doctrinas católicas más contestadas por nuestros hermanos separados. El reparo principal que suelen oponer éstos, resumidamente, es que Cristo es el único mediador entre Dios Padre y los hombres, conforme señala San Pablo:
“Pues Dios es uno, y único también el mediador entre Dios y los hombres: el hombre Cristo Jesús” (1 Tim. 2,5)[7]
Sin embargo, tal reparo no tiene consistencia desde nuestra perspectiva católica. Evidentemente Cristo es el único mediador porque Él ha pagado la deuda que el ofensor (el hombre) tenía con el ofendido (Dios). En ese sentido sólo Cristo puede mediar por nosotros, porque sólo Él, siendo Dios y hombre verdadero, ha muerto para pagar nuestros pecados, y ningún otro, ni la Virgen, ni los santos, ni los ángeles pueden mediar. Pero sí interceder suplicando a Dios que nos perdone nuestras ofensas, y rogarle que nos envíe su auxilio; la Virgen, los santos[8] e incluso nosotros podemos actuar en dicho sentido secundario y cooperativo con la única mediación de Cristo, puesto que todos somos miembros del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia[9].
Justamente en San Pablo observamos ejemplos de oración e intercesión que no contradicen la única mediación de Cristo. Así cuando el Apóstol de los gentiles suplica que oren e intercedan por él y por los demás miembros de la iglesia (a los cuales llama santos)[10]:
-«Hermanos, orad también por nosotros. Saludad a todos los hermanos con el beso santo” (1 Tes. 5,25-26)
-“Poneos el casco de la salvación y empuñad la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. Siempre en oración y súplica, orad en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con constancia, y suplicando por todos los santos.” (Ef. 6,17-18)
Y también en Santiago:
-“Por tanto, confesaos mutuamente los pecados y rezad unos por otros para que os curéis: mucho puede la oración insistente del justo” (Sant. 5,16)
De ahí que al rezar en la Santa Misa y elevar nuestras peticiones al Señor, digamos «Por Cristo, con Él y en Él». Todos, pues, podremos ser mutuamente intercesores si estamos en Cristo y somos parte de su Cuerpo Místico. Y de esa manera brilla con todo su sentido la referencia de nuestro Catecismo a la intercesión de los santos. «Por el hecho de que los del cielo están más íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en la santidad»[11].
Los santos no son, pues, indiferentes a nuestras vicisitudes. «No dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por medio del único mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos que adquirieron en la tierra. Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad» [12]
Con lo que, de todo lo anterior, se desprende que «no veneramos el recuerdo de los del cielo tan sólo como modelos nuestros, sino, sobre todo, para que la unión de toda la Iglesia en el Espíritu se vea reforzada por la práctica del amor fraterno. En efecto, así como la unión entre los cristianos todavía en camino nos lleva más cerca de Cristo, así la comunión con los santos nos une a Cristo, del que mana, como de fuente y cabeza, toda la gracia y la vida del Pueblo de Dios»[13]
En esa, podríamos decir, comunicación “bidireccional” que constituye la comunión de todo el Cuerpo Místico de Cristo, tienen igualmente efecto nuestras oraciones por los difuntos: “La Iglesia peregrina … desde los primeros tiempos del cristianismo honró con gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció sufragios por ellos; «pues es una idea santa y piadosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados» (2 M. 12, 46)». Nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor”[14].
En conclusión, y para lo que respecta a nuestras vidas cotidianas, no resulta nada desproporcionada la rotunda expresión de Benedicto XVI: rezar no es «un accesorio» sino un auténtico «asunto de vida o muerte”. Porque «orar no es evadirse de la realidad ni de las responsabilidades que implica, sino asumirlas hasta el fondo, contando con el amor fiel e inagotable del Señor” [15]
[1] No pudiendo asistir por encontrase aún convaleciente de una enfermedad el Delegado Episcopal para la Causa de los Santos D. Pedro Sánchez Trujillo, fue mencionado con especial cariño por el Presidente del Colegio de Médicos.
[2] V. LG 40 ss.
[3] Al mirar la vida de quienes siguieron fielmente a Cristo, nuevos motivos nos impulsan a buscar la Ciudad futura (cf. Heb. 13,14-11,10), y al mismo tiempo aprendemos cuál sea, entre las mundanas vicisitudes, al camino seguro conforme al propio estado y condición de cada uno, que nos conduzca a la perfecta unión con Cristo, o sea a la santidad. Dios manifiesta a los hombres en forma viva su presencia y su rostro, en la vida de aquellos, hombres como nosotros que con mayor perfección se transforman en la imagen de Cristo (cf. 2 Cor. 3,18). En ellos, Él mismo nos habla y nos ofrece su signo de ese Reino suyo hacia el cual somos poderosamente atraídos, con tan grande nube de testigos que nos cubre (cf. Heb. 12,1) y con tan gran testimonio de la verdad del Evangelio. (LG 50)
[4] La comunión en la fe, los sacramentos, los carismas, y en los bienes por la caridad, conforme señala el Catecismo de la Iglesia Católica (nn. 949-953)
[5] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 954.
[6] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 955.
[7] Todas las referencias bíblicas están tomadas de la Sagrada Biblia en la versión oficial de la Conferencia Episcopal Española.
[8] «Por cooperar en nuestra reconciliación, disponiendo y ministrando la unión de los hombres con Dios» (Sto. Tomás de Aquino, Summa Theologica, III, 48,1)
[9] Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 787 ss.
[10] 1 Cor 1,2
[11] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 956.
[12] Ibidem.
[13] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 957, LG 50
[14] Catecismo de la Iglesia Católica, n. 958.
[15] Meditación en el Ángelus dominical sobre la Transfiguración, 4 de marzo de 2007.
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